MENSAJE
Lázaro Ximénez no sentía la alegría que se espera de alguien que ve a un ser querido, la imagen que tenía frente de si sí era producto de la tecnología, pero aun así no dejaba de tener un aire sobrenatural, para el joven era lo mismo ver eso que un fantasma y el hecho de saber que era una imagen producida por un procesador de imágenes que va directo a su corteza cerebral no lo tranquilizaba en lo absoluto.
—Sabía que podías hacerlo —dijo la figura del padre a su hijo, boquiabierto—. Si estás viendo esto, quiere decir que no logré sacar a mi familia al extranjero y, por consiguiente, me pasó lo peor. Tú sabes más que nadie los riesgos que se corren en la vida que hemos escogido, y no quise huirle a esos riesgos en ningún momento. Pero eso, ahora, no importa. He descubierto algo grande, muy grande como para dárselo a cualquier periodista.
Hubo una distorsión en toda la imagen, se reestableció y la figura de Juan continuó la críptica explicación.
—La evidencia que he recabado es el resultado de mucha investigación y meses de desarrollo, todo está en mi oficina del periódico, en mi obra de arte más preciada —el paisaje comenzaba a desaparecer parte por parte—. No confíes en la policía, Cuida a mi mujer… y a mi hijo.
Tan pronto como terminó la proyección, Lázaro recuperó sus sentidos y la movilidad. Lo primero que vio fue el juego del VR-Zone que se encontraba jugando. Lo primero que escuchó fueron las voces de sus amigos que discutían si llamar o no a una ambulancia. Las manos de Débora que lo acariciaban lo hicieron reaccionar violentamente. Se quitó el visor, se levantó del sofá y caminó de un lado a otro, visiblemente alterado. Hablaba para sí, mientras sus amigos lo veían extrañados.
—¡Yo lo sabía, yo lo sabía! —Dijo Lázaro—. ¡No podía ser tan simple, no podía ser una pandilla!
Christian y Anthony trataron de calmarlo. Al lograr su atención, le preguntaron qué había pasado que había quedado en ese estado. Lázaro relató lo sucedido al pie de la letra, sin omitir dato alguno a sus asombrados amigos.
—Pero eso quiere decir, que al señor Juan lo mataron por algo que descubrió —dijo Anthony—. Y no fue una banda.
—Ajá, ¿pero qué hacemos?, ¿a quién llamamos? —preguntó nerviosa Romina acomodando sus lentes.
—A la policía no. El mensaje fue específico —les recordó Christian.
—¡Bueno, ya basta! —dijo Lázaro, molesto e impetuoso—. ¡Ahora mismo arreglo todo esto!
Corrió hacia el garaje y se montó en su motocicleta. Listo para salir, fue detenido por Anthony y Christian, que lo sostuvieron fuertemente por los brazos.
—¡Déjenme en paz!
—Tranquilo, hay que pensar bien las cosas —sugirió Anthony.
—El galán tiene razón —dijo Christian—. Hay muchos detalles que no conoces y hay que reflexionar primero.
Circe se colocó enfrente de él y puso sus manos en la parte delantera del vehículo.
—No te vayas, por favor, te lo pido. No quiero que te pase nada —rogó la joven, con el sentimiento de pena en sus ojos.
—No queremos que tu mamá llore más de lo que ha tenido que llorar —dijo Débora poniendo la mano en su hombro.
Lázaro apagó la moto, se tranquilizó y preguntó qué debía hacer. Christian, reflexivo como siempre, le dijo que debía dejar el VR-Zone donde lo encontró, averiguar quién iba a recoger las pertenencias de Juan y cuándo.
—Esta será una de las pocas veces que le doy la razón a este maleducado —dijo Romina—. Hay que tomar las cosas con calma. Si no, no podremos ayudarte.
—Pero no quiero que nadie se meta en esto, ¿está claro?
—¿Cuándo vas a aprender a dejar de creerte un súper héroe y dejar que los demás te auxilien? —Dijo Anthony—. Estamos aquí porque nos importas. Si no, te hubiéramos dejado que te fueras a la buena de Dios.
En ese momento, Lázaro se percató de un hecho muy importante: había encontrado a personas que, más allá de sus defectos, tenían una gran influencia en su vida, para bien, como en el caso de Christian; para mal, como en el caso de Débora, pero que mostraban al unísono su preocupación por él.
Los jóvenes se vieron inmersos en un secreto, uno que como muchos surgió de uno de los lugares más inverosímiles, volviéndose irremediablemente en esclavos de los tiempos que estaban por venir.
****
Cada uno de los jóvenes lidiaba de forma distinta con lo que ocurrió en casa de Lázaro.
En el caso de Débora, sencillamente reemplazó un dilema que no podía resolver por uno que le era más fácil de controlar.
#3774 en Ciencia ficción
#9442 en Joven Adulto
secundaria, cyberpunk, amor adolescente celos peleas secretos
Editado: 12.06.2020