Liga Del Asfalto: Retribucion - Libro 2

Capítulo 20

VICTORIA PÍRRICA

 

—Creo que tu novia está nerviosa —dijo Lázaro respirando profundamente luego de recibir tantos golpes.

—Me parece que la tuya también, fue muy curioso cómo le prestaste a ella más atención que a mí en un punto, debes admitirlo, casi te agarraba desprevenido.

—Ella no es mi novia, y el motivo por el que no lo aprovechaste es porque nunca fuiste lo suficiente rápido.

 

Marcos vio con atención a Lázaro, de repente sin ningún motivo sonrió, esa sonrisa pasó a hacer una risa, y esa risa una carcajada. 

 

—Oye, ¿de qué te estás riendo?

—¡Ja, ja, ja!, ¿no te das cuenta? Te vanagloriabas que no querías terminar como yo.

—¿¡Y!?

—Ahora no luces muy diferente a mí, ¿o sí?

—¡Cállate!

 

Se encontraron cerca nuevamente, ambos se pegaron al mismo tiempo en una lucha horrenda, el chico del tatuaje recibió un puñetazo cargado de energía que lo mandó hasta el chasis de su auto deportivo, así mismo, Lázaro sintió el dolor de un golpe en su estómago que lo sentó de golpe en el suelo.

 

Ninguno parecía moverse, en un extremo Marcos acostado sobre la parte delantera de su auto sin poder hablar por el shock eléctrico, del otro lado, Lázaro permanecía en el piso, las mancuernas eléctricas sacaban tenues chispas. «Se terminó, por fin se terminó —pensó Lázaro—. Mi boca está sangrando, eso quiere decir que gané, ja, ja, ja».

 

Se quitó las mancuernas, la furia que sentía desde hacía tiempo ya se estaba yendo, como una fiebre que comenzaba a alejarse de un cuerpo enfermo. A pesar de su fuerza física Marcos parecía no dar más, Lázaro de a poco se levantaba, ante los presentes era visible quien era el vencedor. Los chicos de la escuela jamás habían visto una pelea de tal naturaleza, por lo que uno comenzó a aplaudir, otros muchachos le siguieron y sin darse cuenta la mayoría estaba celebrando, todos menos los amigos de Lázaro que quedaron perplejos con tal conducta.

 

—¡Estúpidos! —Criticó Romina, a viva voz—. ¿¡Se pensaron que esto es un espectáculo!? ¡Si les gustan tanto las peleas por que no se patean entre sí! ¡Golpearon a una mujer, y ustedes machistas de cuarta no hicieron nada!

—Marina —dijo Lázaro. La chica le prestó atención con algo de antipatía, no era su estilo ser la amante del perdedor—. Dile a Marcos que ya no tengo más nada que ver con él. ¡Quiero que me deje en paz!

 

Se dio vuelta para irse a su hogar, al levantar la vista se percata que sus compañeros lo observan como si fuera otra persona, Circe más que nadie, Lázaro baja la cabeza con vergüenza. «Mi enemigo dice mucho sobre la clase de persona que soy —pensó Lázaro—. Si Marcos es mi enemigo, ¿en qué clase de tipo me convierte?» Escuchó cómo Marcos se levantaba. Los gritos de sus compañeros le advirtieron que tenía un cuchillo.

 

—¡Como tú dijiste, Peregrino, nuestra pelea no va a terminar así! —gritó con el arma en la mano.

—Eres un idiota. ¿Aún quieres jugar al villano? —preguntó Lázaro sin darse la vuelta. Vio a Christian sacar algo de su mochila. Con la mirada, ambos sabían lo que tenían que hacer.

—¡Prefiero quedar como un hijo de puta delante de esta gente antes que quedar como un fracasado! —Corrió para atacar a Lázaro por la espalda, pero este se apartó a pocos centímetros del cuchillo dejando el espacio libre para que Christian usara su zapper oculta como G-Com. La ráfaga pegó en el cuerpo del joven tatuado, que cayó entumecido de inmediato.

—Me parece que ya con eso resolvimos tu problema existencial —Ironizó Christian luego del certero disparo.

—Christian, llévame a casa —Pidió Lázaro que parecía perder el equilibrio, su amigo lo agarró para que no se cayera, en su ayuda llegó rápidamente Anthony.

—¿Estás bien, Lázaro? —Preguntó.

—¿Acaso no lo ves? Estoy experimentando la invencibilidad.

Los tres se unieron con Circe y Romina, abandonaron el lugar mientras los demás alumnos de la secundaria rodeaban el auto de Marcos. Marina Dansey, al ver que estaba siendo rodeada por un montón de estudiantes al borde del descontrol, huyó lo más rápido posible.

Los estudiantes tomaron en sus manos botellas, piedras, y cualquier objeto sólido que encontraran.

—Bien muchachos —Dijo un chico —Vamos a demostrarle a ese imbécil que si se meten con alguien del Abraham Medina se meten con todos.

Parecía un argumento noble pero que sólo servía para disfrazar los delirios de destrucción que albergaban en su interior, los muchachos comenzaron a destruir el bello exterior del auto deportivo rayándolo y escribiendo consignas o rompiendo los vidrios del vehículo.

—¡Esto… no ha… terminado! —Balbuceó Marcos mientras escuchaba el desastre del cual estaba siendo víctima su auto.

 

A una distancia segura Marina observaba todo, los vidrios rotos, las piedras volando, la caída en desgracia de Marcos, con su G-Com le mandó un mensaje a Damián Altopiedi:




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