Ligera y agridulce

El día en que dejaste de fingir: Capítulo 17

Aunque intentó hasta muy tarde estudiar con el cuaderno de apuntes de su amigo le fue imposible mantener la concentración demasiado tiempo. Por fortuna su madre también parecía hacer todo lo posible para no tener que verse incluso sin llegar a dormir el fin de semana, al menos no tuvo que preocuparse de comer durante esos días.

Aunque hacía frío, ese domingo los rayos dorados del sol se asomaron por las ventanas convenciéndola en salir de la cama. Su habitación era una selva mezcla de ropa sucia, cuadernos y tazas de té a medio servir, algo de lo que seguro Anne estaría orgullosa. La luz entraba a su habitación revelando el polvo que se acumulaba sobre sus muebles.

Llevó las tazas al lavaplatos, y la ropa a la lavadora, de lo contrario no tendría uniforme para usar el día siguiente. Guardó los cuadernos en los cajones del escritorio, en su calendario tenía marcado ese día con el inicio de su periodo, aunque el mes anterior tampoco había llegado, no podía estar segura si era a causa del estrés o de la dieta, aunque daba igual, algo menos de qué preocuparse.

Con todo más o menos limpio y ordenado se fue al baño. No pudo ver grandes cambios en su cuerpo al quitarse el pijama, a excepción que sus pechos que se habían vuelto mucho más pequeños. Su peso en la balanza marcaba 41 kilos, aunque en su mente eso seguía siendo imposible.

El agua fue de ayuda para despejar su mente y librarse de los malos pensamientos, volviendo a su habitación un poco más animada. Su ropa habitual le quedaba holgada, pero cómoda, así que podía usar casi cualquier harapo con libertad y no lucir como vagabunda. Se servía una nueva taza de té con la intención de volver a mirar el cuaderno de apuntes, cuando oyó girarse la cerradura de la puerta principal.

Sin tiempo de escapar se quedó inmóvil. Su madre entró animada y la saludó, a lo que sólo asintió con la cabeza.

- Veo que has hecho un buen trabajo con la limpieza- sonrió, con un ánimo particular y extrañamente bueno, como si la última discusión hubiese quedado en el pasado.

La vio dejar sus cosas en el recibidor y servirse un té con el agua que había hervido hace poco.

- ¿Hay algo que quieras para cenar?- musitó abriendo el refrigerador-…no has comida nada de lo que dejé.

-…he estado estudiando.

- entonces prepararé algo nutritivo- agregó sacando un trozo enorme de salmón.

La miró de reojos, sintiendo que exageraba.

- me voy a mi habitación…

- Estás enojada por lo del otro día.

Quiso exclamar que la dejara en paz, pero su mirada amable y comprensiva la hizo apiadarse.

- Hotaru, sé que he sido brusca- suspiró- pero intenta ponerte en mi lugar, no soy tan joven como para dejar pasar esta oportunidad…Aunque pienses lo contrario, no son decisiones que he tomado a la ligera.

Bajó la cabeza, apretó los labios. Una vez más, Anne, sin nada de sutileza en sus palabras.

- no es que no sea feliz juntas, pero tienes que abrir tu mente- alcanzó su mano- dale una oportunidad a Seichiro.

Solo el hecho de planteárselo le evocaba una sensación negativa, no podía aceptarse a sí misma, mucho menos a un par de desconocidos.

- ¿Realmente hay algo en él que no te guste?

Dio un ligero suspiro tratando de encontrar algo, o de lo contrario salir corriendo, pero sabía que si quería que Anne dejara de tratarla como una niña debía dejar de actuar como tal.

-…Bien- suspiró- no tienes que responder ahora, le dije que viniera a cenar, aunque si no estás de acuerdo le pediré que sea otro día.

Continuó pensativa. Tal vez tenía razón, tenía que intentar ser más comprensiva.

- iré a mi habitación…- murmuró, esta vez su madre la dejó pasar.

Sólo cuando ya había oscurecido, volvió a abrir la puerta. El aroma del salmón y las verduras salteadas despertaron sus sentidos, aunque no pudo concluir si en realidad se trataba de hambre, quizás su estómago ya disfrutaba de esa continúa sensación de vacío.

Le ayudó a ordenar la mesa con el juego de loza que habían comprado la última vez, ahora con tres puestos, y comprendió que probablemente el cuarto sería algún día para Tomoki. Ese pensamiento le revolvió le estómago y quiso desistir, pero al verla tan animada se quedó en silencio.

- Hace mucho que no teníamos visitas ¿verdad?- su voz era tan suave, complaciente y animada.

- …¿quieres que haga algo más?

- no, está muy bien así- respondió satisfecha- Seichiro ya está por llegar…

Al verlo entrar sintió como el pecho se le apretaba, la tensión en los músculos de su cara le impidió sonreír, sólo inclinando levemente la cabeza. Llevaba un sweater y jeans oscuros, lucía más joven que las veces anteriores, tal vez porque se había quitado gafas.

- ¿Había mucho tráfico?

- Lo habitual- sonrió sentándose a la mesa. La voz de Seichiro le sonó tan ligera como la de su madre. Se sentó en frente, mientras Anne sirvió los platos - Esto se ve muy bien.

- Hotaru se encuentra en medio de sus exámenes, así que tiene que alimentarse bien.

- ¿es cierto? Tu madre ha dicho que eres muy buena estudiante – sonrió provocando que unas cuantas arrugas se marcaran alrededor de sus ojos color pardo.

Levantó ligeramente la vista, avergonzada. Debió asentir con la cabeza.

Intentó comer, aunque su presencia le impedía actuar con normalidad. Los observaba buscando en él algo que no lograra agradarle, pero sus ojos expresivos y sonrisa constante no la dejaron concentrarse.

Hablaban sobre el trabajo de Anne, los casos que había visto en el servicio de urgencias y lo mucho que se divertía con sus jóvenes compañeras.

- También quisiera que Hotaru estudiara algo similar al terminar el instituto, pero supongo que debo dejarlo a su decisión.

- ¿ya lo has pensado?

Se quedó pensativa y suspiró en unos segundos.

-…no realmente…

- bueno, aún tienes tiempo para decidirlo.

- Seichiro es arquitecto- intervino Anne con entusiasmo- él diseñó su propia casa.




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