Ligera y agridulce

El día en que dejaste de fingir: Capítulo 29

Cuando tuvo el valor de enviar un correo electrónico a Kousei, él le respondió de inmediato, al parecer Ryo ya estaba cumpliendo su promesa, a pesar de los golpes de hace unos días, se sintió aliviado.

En los últimos meses sólo habían hablado a través de cortos mensajes, así que esa vez fue muy extraño. Sabía que después de separarse de Tomoko, cuando él y Ryo sólo eran bebés, tardó varios años en volver a casarse, pero ahora tenía una familia junto a Satomi y su media hermana Satsuki, aunque para él fueran casi unos extraños. La situación de ellos era bastante acomodada, a diferencia de lo que había tenido que vivir con su madre, pero estaba consciente que no era momento de seguir sintiendo rencor.

Se dirigió a la zona financiera del barrio de Shinjuku haciéndose paso entre los transeúntes que ahogaban las calles escabulléndose entre los rascacielos. Justo al llegar a la cafetería donde habían acordado su padre le envió un mensaje, indicando que estaba en camino.

- Lo siento- murmuró dejando su maletín junto a su silla- no pude salir antes de la reunión.

Al verlo, Kouichi levantó los ojos y se puso de pie, algo avergonzado. Su padre estaba sonriendo, pero parecía más nervioso y cansado desde la última vez en el funeral de Tomoko.

La camarera les llevó su pedido casi de inmediato. El vapor de ambas tazas se interpuso sutilmente entre los rostros de ambos. Sus ojos serios le recordaron a Ryo, debió admitir que también estaba ansioso.

- Perdón por ocupar tú tiempo- murmuró tomando un sorbo de su té.

- Ryo dijo que era importante- musitó con voz ronca- ¿todo está bien?

-…sí- respondió después de un par de segundos, sin atreverse a verlo a la cara- he estado viviendo con Yuuri y agradezco mucho todo lo que ha hecho por mi, pero creo que ya es tiempo de independizarme…aunque al ser menor de edad he tenido algunas dificultades para encontrar empleo…

- claro- asintió antes de dejarlo terminar– entiendo.

Se quedaron en silencio. Kousei por su parte examinó de reojos el rostro de su hijo, que inevitablemente le recordó a Tomoko, incluso más que el propio Ryo, del cual todos decían que era idéntico.

- No tienes que trabajar si no quieres, compartiremos los ahorros con los que me ocupo de Ryo, no hay mayor dificultad.

Contuvo un suspiro de alivio.

- un trabajo de medio tiempo me ayudará a mantenerme ocupado.

-y…¿no has pensado en continuar el instituto?

-…claro- asintió cabizbajo- aunque ya no tengo a nadie en Yokohama, no sé si deba volver a vivir allá.

- entiendo- bebió un sorbo de café- como a tu madre no le dio tiempo de hacer un testamento todas sus posesiones ahora son tuyas, pero no puedes hacer uso de ellas hasta que cumplas la mayoría de edad. Arrendaré un lugar para que puedas vivir hasta que termines el instituto.

Asintió con la cabeza, pensativo y al mismo tiempo sorprendido.

- No olvides que puedes escribirme si necesitas ayuda- sonrió, acentuando alrededor de sus ojos unas ligeras arrugas- y si quieres visitarnos sé que a Satsuki le haría mucha ilusión verlos, a ti y a Ryo.

Ahora complacido, volvió a asentir. Su padre le dio un sorbo a su taza de café, él concentró toda su atención en el fondo de la suya, con dificultad podía distinguir su rostro entre las pequeñas ondas y oscuridad de su taza. Tenía ojeras, y una expresión incluso para sí mismo desagradable, pero se obligó a tratar de sonreír cuando descubrió que ahora su padre lo estaba mirando. En silencio le acercó una tarjeta.

- apunta este número en el celular que Ryo te entregó.

Se apresuró en leer antes de recibirla. “Especialista en terapia adolescente – M.I”

- no puedo pedir que confíes en mi- murmuró con una voz ronca- pero creo que es mucho mejor cuando puedes al menos hablar con alguien.

Soltó un ligero suspiro antes de tomar la tarjeta, y sin apuntarla la guardó en el bolsillo de su chaqueta.

Como ambos sintieron que ya no había más que hablar, su padre pidió la cuenta y a los pocos minutos volvió a salir junto a su maletín, y aunque antes de hacerlo Kouichi se despidió con un “gracias”, él lo hizo con un “lo siento”.

Aunque llevara una semana sin verla ni hablar, sentía como si no lo hubiese hecho en mucho tiempo, en especial después de las palabras de Ryo. Ahora que había logrado llegar a un acuerdo con su padre, pensó que sería injusto no mencionárselo al menos, así que a pesar de las circunstancias, esa tarde tomó un tren hasta el distrito donde se encontraba su instituto, con una ligera esperanza.

Llegando al menos media hora antes del horario de salida, no se atrevió a entrar al edificio.

Los rostros cansados y otros más alegres de los alumnos le hicieron sentir nostalgia, si Tomoko siguiera viva probablemente ahora luciría como ellos, preocupado de cosas triviales como los exámenes o a qué dedicarse después del instituto.

Cuando el sol ya casi no alumbraba se puso la capucha de la chaqueta para evitar que sus orejas se congelaran. Estaba distraído cuando vio salir a un trío de chicas con un animado parloteo, entre ellas el cabello cobrizo oscuro de su amiga destacaba. Aunque se alegró, no tuvo el valor de acercárseles, así que procuró seguirlas por el camino al metro, donde se quedaron hablando otros cuantos minutos.

Por su parte Yuuri tomaba nota en su celular sobre las ideas para la celebración sorpresa que le harían a una de sus amigas.

- …Creo que puedo encargarme de preparar algunos dulces- agregó.

- entonces yo traeré sándwiches.

- ¡excelente! Anotado.

- Después de esto tendremos que encargarnos de preparar una sorpresa para tu cumpleaños- sonrió una de sus amigas.

- bueno, si me lo dices creo que ya no será sorpresa- rio.

Al despedirse debió cambiar de dirección, buscaba una de las escaleras mecánicas cuando una silueta se interpuso en su camino. Se disculpó por ir distraída, pero él la detuvo, y se quitó la capucha, momento en que debió intentar disimular su sorpresa.




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