Ligera y agridulce

El día en que dejaste de fingir: Capítulo 32

La primera hora de esa mañana fue la clase de deportes, que dado su constante estado de agotamiento era ahora aun más desagradable.

Se dirigió junto al resto de sus compañeras a los vestidores, era el momento de juzgar en silencio sus cuerpos, y tal vez, también sentirse juzgada. Se había quitado la blusa cuando comenzó a sentir en su espalda las miradas de algunas, y si bien siempre había deseado llamar un poco la atención, ahora en vez de sonreír parecieron hastiadas, así que rápidamente se puso la camiseta y escapó.

La profesora las reunió en dos equipos para jugar un partido de voleibol en el gimnasio, por lo que le fue imposible escabullirse. Iniciaron con un calentamiento que en su caso se llevó la poca energía que le quedaba. Por suerte su posición fue muy atrás, y mientras sus compañeras parecían correr animadas en busca del balón, ella solo intentó esquivarlo.

- ¡Un poco más de esfuerzo! – insistía la profesora, sabía que se refería a ella.

Las pocas pelotas que recibió fueron puntaje seguro para el otro equipo, y moretones en sus brazos.

- ¿No que eras buena en los deportes? – se le acercó una de sus compañeras.

La miró disgustada, pero se contuvo en responder como hubiese deseado.

-…sólo jugué un poco de tenis.

- aun así te mueves muy lento.

- No pasa nada- sonrió Miu en su defensa- es sólo un juego de práctica, no tendremos notas por esto.

La chica las miró de reojos y se alejó.

- Aun así pareces cansada – agregó ahora en voz baja- ¿estás bien?

¿Cansada? Hubiese dado cualquier cosa por ir a casa. No lograba entender como ella podía ser tan delgada y al mismo tiempo lucir siempre linda y animada.

- gracias- inclinó la cabeza- estoy bien.

A penas la clase finalizó se fue a cambiar en solitario, ya no estaba de ganas que sus compañeras siguieran mirándola. Con rapidez se puso el uniforme y se metió a una caseta del baño, dejando en su bolso el resto de sus cosas.

Estaba a segundos de salir cuando el murmullo la detuvo.

- …¿Crees que esté enferma?

- no lo sé, pero ¿viste su espalda? Su columna es tan prominente- respondió una segunda voz.

Desde su escondite abrió los ojos de par en par, silenciosa para no delatarse.

- ¿y sus manos?

- ¡es horrible!

- hoy en el juego parecía un espectro, no sé por qué la profesora no la regañó.

- y el otro día una de las chicas la oyó vomitar.

- ¡qué asco!

- parece una chica complicada…-fue lo último que alcanzó a entender antes de oír sus pasos alejarse.

Apretó los labios y suspiró fuerte…era obvio que se referían a ella…¿Realmente su figura estaba llamando de aquella forma la atención?...¿la verían también otros de forma negativa?

Regresó al salón a paso lento, tratando de consolarse en lo insignificante que pudiese ser la opinión de personas con las que ni siquiera interactuaba. Al tomar su lugar dejó las cosas bajo su asiento y notó que Ryo parecía analizarla, aun avergonzada quiso saludarlo, pero él de inmediato desvió la mirada.

En el descanso sólo deseó estar sola, así que, a pesar del frío se envolvió en la bufanda para salir a su jardín, aunque ahora luciendo al borde del abandono también la hizo sentir desanimada.

Se sentó en la banca de concreto para intentar tomar su café, pero con tan solo sentir el aroma impregnado en la lata su estómago se revolvió por completo, en pocos segundos debió también desistir a un siguiente intento. Su cuerpo pesaba como si no hubiese dormido ni comido en años, y esta vez su corazón parecía latir mucho más lento. Cerrando los ojos deseó quedarse dormida, pero ideas desagradables no tardaron en perturbar sus pensamientos.

Pasados los minutos sintió rechinar la puerta, su amigo pelirrojo entró con sigilo, devolviéndola a esa realidad que le era tan desagradable.

-Lo siento...por la tardanza- musitó aproximándose.

Se sorprendió, había olvidado por completo que se verían. Intentó buscarlo con la mirada, pero el dolor de cabeza le impidió levantar la vista.

-¿Estás bien?

-...si- sonrió a la fuerza.

-estás pálida...

-…no pasa nada- balbuceó cabizbaja.

En ese instante Keiji tomó una de sus huesudas y frías manos, y no pudo ocultar su sorpresa.

-por qué no estás usando mitones…

-…déjame, estoy bien- refunfuñó haciéndose a un lado.

Keiji la miró de reojos y suspiró pesadamente. Ella apretó los labios deseando gritar que la dejara sola, ya que sabía que en cualquier momento el llanto lograría hacerla colapsar.

- ¿No quieres ir a comer algo después de clases?

Negó con la cabeza.

- me iré a casa – respondió con un nudo en la garganta.

- …hay una nueva panadería cerca, tienen muchas variedades…- insistió aun con entusiasmo.

- no es necesario que te preocupes…tanto- se incorporó.

-…no puedes pedirme que no lo haga.

Sintiendo cómo se le apretaba el pecho, cerró los ojos y finalmente sus lágrimas escaparon. Debió cubrirse con ambas manos, volviendo a sentarse. Keiji, por su parte, sin estar seguro cómo debía reaccionar apoyó una mano sobre su hombro y la dejó desahogarse. Se quedó varios minutos con la cara cubierta, llorando en silencio, su mente estaba implorando algo que ni siquiera ella podía entender.

Cuando su respiración fue volviendo a la normalidad, suspiró y recibió el pañuelo desechable que él le había ofrecido. Sabía que continuaba mirándola, por lo que no pudo levantar la cabeza.

- …¿Alguien…te ha hecho algo?

Volvió a negar.

-…lo siento…

-ya sé que no confías en mi- murmuró con voz ronca-…pero dime si puedo ayudar de alguna forma…

¿Ayudarla? Por más que alguien la obligara no sabía si ese sentimiento había nacido a causa de dejar de comer o había dejado de hacerlo a causa de ese sentimiento. Y aunque quisiera comer con normalidad su cuerpo ya se había acostumbrado a casi no procesar alimentos.

-…no…puedes…- susurró- lo siento.




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