5 de enero de 1980
Me he propuesto escribir todo los eventos de mi vida a partir de este momento. Sé que debí empezar hace tiempo, pero siempre lo consideré peligroso, sin mencionar que me parecía algo estúpido el hecho de tener un diario. Me preguntaba: ¿Quién puede ser tan patética para contarle su vida a un cuaderno? tendría que ser una persona muy solitaria y con muchos problemas mentales. Pues bien, así es como soy ahora, así que ¿Qué más da?
Mi nombre es Gabriela Guerra, tengo veintitrés años de edad y estoy horriblemente sola. Viajo por una carretera del oriente de Venezuela, en un camión con un tipo al que apenas conocí hoy, y que apesta a sudor. Pero no parece tener malas intenciones, lo cual me hace sentir tranquila.
El lugar a donde me dirijo, según he escuchado, es un pueblo muy tranquilo, aunque muy apartado de la civilización. Digo "Civilización" porque lo que me han dicho es que no hay un hospital, o una escuela, o un buen restaurant en kilómetros de allí. Bueno, siempre me ha gustado estar aislada del bullicio de la ciudad, así que talvez no sea tan malo, de hecho puede que sea lo mejor para alguien con mi "pequeño problema".
El pueblo se llama, aunque suene increíble y gracioso, "El Llanto Negro". Sí, es gracioso, pero así se llama (NOTA: Recordar preguntar por qué se llama así).
Fue difícil encontrar a alguien que supiera como llegar a ese pueblo, lo cual me pareció extraño porque fue muy fácil contactar por teléfono a ese hombre ingles que vive allí. Si mi memoria no me falla, su nombre es Evaristo, pero su apellido se me hace muy difícil de recordar ahora, puesto que es un apellido inglés.
En fin, ese hombre inglés puso un anuncio en el periódico, en donde claramente decía que necesitaba una niñera con urgencia. Claro que yo no tengo experiencia con niños, pero aun así llamé. La primera vez, una mujer me pidió que llamara dentro de una hora y eso hice, y me contestó aquel hombre con acento inglés, que me dijo que debía estar allí hoy, sin siquiera preguntarme si tenía experiencia, o algún vicio, o antecedente, o esas cosas que se le debe preguntar a la persona que va a cuidar a un niño indefenso. Sin embargo, me alegro de que me haya aceptado así como así. Estoy segura de que podré permanecer en ese lugar un buen tiempo, sin preocuparme por...
Gabriela dejó de escribir en su libreta, cuando el camión en el que viajaba se detuvo.
- ¿Qué pasa?- quiso saber ella. Su voz era sensualmente ronca y suave
- Ya llegamos- sonrió el hombre amigablemente.
Ella miró el paisaje desde su asiento por el parabrisas y las ventanas, pero aparte de unas cinco casas y algunos kioscos cerrados a orillas de la carretera, solo veía arbustos y monte exageradamente crecido.
- No, vale, ¿De verdad?- dijo ella desconcertada
- Mira...- rió el hombre y señaló hacia un cruce que se veía más adelante- Allí delante, está la entrada al pueblo. Lo que pasa es que no puedo estacionarme ahí porque es una parada, y el policía de la casilla se pone de necio.
- Ya...- dijo ella con una mueca de inconformidad, luego lo miró y sonrió- Gracias, de verdad. No sé qué hubiese hecho sin usted.
- No fue nada, hija. Cuídese.
- Adiós- dijo ella abriendo la puerta.
Bajó del enorme camión con su pesado bolso negro y se despidió del hombre una vez más con su mano. Su cabello negro azabache azotó su rostro cuando el camión continuó su marcha.
- Bueno Gaby- se dijo- ya estás aquí, así que a caminar se ha dicho.
Era una muchacha muy hermosa y bastante alta, aunque ella siempre decía que su metro ochenta no era nada. Tenía una tés blanca y brillante, unos grandes y hermosos ojos cafés y una boca pequeña, pero con labios carnosos y rosados. Siempre presumía esos labios, aunque todo muchacho al que le había dado confianza, siempre le decía que su mayor cualidad, eran sus grandes y perfectos pechos. Eso, por supuesto, le molestaba escucharlo en ocasiones, pero sabía que eran grandes e imposibles de ocultar. Su negro cabello era ligeramente ondulado y le llegaba por la barbilla, lo que le daba a su cabeza la forma de un corazón.
Por alguna razón, en aquel momento en el cual caminaba por aquel sitio solitario y desconocido, no le preocupaba la idea de que en realidad no hubiese un pueblo adelante, ni que la asaltaran o violaran; ella estaba feliz de estar allí caminando bajo aquel sol inclemente de medio día. Se sentía tan libre, tan relajada, como si acabara de salir de una prisión oscura y fría.
Una sombra negra ocultó por unos segundos aquel sol inclemente sobre ella y siguió veloz por la carretera, y ella alzó la cabeza, solo para ver a un majestuoso pájaro negro, tan negro como la noche, que volaba un poco bajo. Era realmente hermoso, e increíblemente aterrador también. ¿Qué era? Nunca antes había visto tal cosa, y de pronto, parecía no querer mirar nada más, que aquella alada criatura. No podía ser un cuervo; nunca había escuchado de cuervos en Venezuela. Además, seguro aquello era más grande que un cuervo.
Sin Darse cuenta, por pensar en tonterías, llegó al cruce, en donde pudo ver una casilla policial en toda la esquina a su derecha, lo cual llamó mucho su atención, pues en frente de la casilla estaba un viejo jeep militar.
- Qué raro- se dijo ella.
En la otra esquina, vio a una mujer y tres niños, llevando grandes bolsos. Esperaban un carro, según parecía. Le pareció que talvez solo estaban allí de visita por las fiestas navideñas y que ahora volvían a su casa, pues no era la primera familia que veía con tantos bolsos ese día.
Un gran arco frente a ella decía: Bienvenidos a El Llanto Negro. Avanzó tranquilamente mirando hacia los lados. El lugar era lúgubre y miserable. En el camino solo se tropezó con cinco personas. Las pequeñas y descoloridas casas estaban alineadas una al lado de otra, y más adelante, el camino se dividía en tres, dándole la forma de una cruz al pueblo. Fue en esta división, donde ella se detuvo y notó que ni el camino de la izquierda ni el de la derecha tenían salida, pues el de la izquierda estaba bloqueado por una bodega y el de la derecha por una pequeña iglesia, y si seguía de frente, se adentraría en un bosque, donde ya no había asfalto, sino un camino de tierra.
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Editado: 29.12.2022