Abel.
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La respiración me tiembla y mis músculos se contraen. Busco un equilibrio en mi mente y trato de no pensar en ellas dos.
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Bajo las pesas y paso a la caminadora dándole con todo sin importar que tan cansado acabe de esta rutina algo extremista. He venido al gimnasio desde que supe de la infidelidad de Isabel y aunque me ha ayudado no puedo sacar a mi esposa de la cabeza y de lo feliz que fui con ella en nuestros primeros años de matrimonio. Es imposible encontrar el momento exacto en dónde todo acabó, dónde la relación se fracturó. Respiré hondo y cerré mis ojos.
Lily me conmovió mucho el corazón y es por ella y su ingenuidad que accedí a este plan aunque no me apetece para nada ir en contra de mi Isabel. Pero había un detalle; odio a Mauro con mi vida. Es mi rival en las empresas, es mi principal contrincante en los negocios y ahora era el hijo de puta que me arrebató a mi mujer.
¿Qué debería de darle a ese cabrón? Quizás unos buenos golpes por bajarle el autoestima a la dulce de Lily y por quitarme a mi Isabel.
Bajé de la caminadora siendo la atracción principal de algunas chicas en el gimnasio que no paraban de comerme con la mirada todo mi cuerpo. Se que me encuentro muy bien físicamente y no, no es narcisismo, trabajo muy duro en mi rutina y es un halago estar en el radar de las mujeres. De nuevo paso a levantar unos cinco kilos en las pesas sin importar que este fuera de mi rutina repetir.
Lily es realmente hermosa y jodidamente tierna, no me parece una locura que otro hombre venga y se prenda de ella porque la chica tiene lo suyo que te vuelve adicto. Es Mauro un cabrón por cambiarla y no es rebajarle lo hermosa a Isabel pero ¿Por qué esas dos mujeres tan guapas se han fijado en Mauro? Ese cabrón es más bajo que yo por varios centímetros, tiene su cabello corto arriba pero tiene como una especie de colita trenzada en la parte trasera, es trigueño y bigotudo. Es un cabrón horrible.
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Maldije en mis adentros a todo el que viese a mi esposa con otras intenciones. Ella seguía siendo mi esposa y es toda mía.
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—Abel Harvet, hasta que te encuentro. —. Por poco y las pesas se me caen pero logro encontrar equilibrio para dejarlas a mis pies.
—Mauro Fletcher. —. Farfullo entre dientes viéndole fijamente.
Venía muy campante regocijándose al ser el centro de atención de la farándula y el chisme.
—¿Qué tal va la empresa? Tiempo sin vernos fijamente.
—Lamentablemente no siempre se puede tener suerte. —. Lo miré despectivo y con toda la rabia del mundo. El cabrón se ríe en mis narices haciendo que empuñe mis manos.
—¿Tuviste algún problema con Lily? Lo sé, es muy mojigata para ti.
—¿Tu que sabes lo que pueda gustarme?. Y Mauro, que sea la última vez que te refieras de ese modo de ella, al menos no frente a mi o a la próxima tus carillas dentales quedarán en el suelo.
Me enfada y me encabrona que hable de ese modo de la mujer con la que estuvo casado. ¿Qué hombre habla paja de la mujer con la que estuvo? Eso no es de hombres, es de cabrón.
—Isabel es una mujer en toda la extensión de la palabra y Lily una niña.
La sangre me hirvió y maldición, quise darle un golpe pero no pude. Simplemente tragué pesado y de reojo observé como sus guardaespaldas lo cuidaban desde una distancia considerablemente alejada. Tensé mi mandíbula y como pude y discretamente me acerqué a él.
“Cuando menos te lo esperes te moleré a golpes, cabrón” golpeé su hombro con el mío y salí de ahí cabreado.
Luego del desagradable encuentro con Mauro en el gimnasio me perdí a la casa de mi hermano, claro luego de darme un baño y de cambiar mi ropa sudada por otra más elegante. Lily vendría a eso de las cinco con mi chófer, quería ir por ella pero antes debía hablar con mi hermano.
—Leonardo, necesito que comprendas.
Él me miró entornando sus ojos grises y vio como si yo estuviera loco a mi cuñada.
—¿Mi madre lo crió de este modo? —. Bufé y lo jale del brazo antes de que cerrara la puerta de su despacho en mis narices.
—Ella es encantadora. Estoy seguro que cuando la conozcas va a agradarte.
—¿Tu amante? Lo dudo, Abel. Las terceras en el matrimonio no llegan a ningún lado.
Leonardo es realmente terco y bastante a la antigua. Tiene una percepción de la vida y de las relaciones que nadie puede hacerle cambiar, ni siquiera mi cuñada.
—Si me escuchas supieras que ella no es mi amante y que si me ves en las redes o noticias con ella es porque hace parte de un plan.
—¿Qué plan, Abel? ¿Ahora resulta que quieres solucionarle la vida a los demás cuando la tuya parece irse a la mierda? Te lo dije y me llamaste loco. Te lo advertí y preferiste llevarte la puerta por delante ahora atente a las consecuencias que trae un matrimonio apresurado.
La vena que tenía en su cuello parece que en cualquier segundo va a explotar de la rabia que puede estar sintiendo. Él es extremadamente blanco al igual que una hoja de papel, su cabello es negro muy oscuro. Si porte es firme e insostenible. Se que nada de lo que diga o haga lo hará cambiar de parecer.
—Leonardo Harvet. —. Le riñe su esposa desde la puerta que da a la cocina y divide el recibo.
—No te metas en esto, Gloria. —. Le replica mi hermano enfadado a lo que ella encabronada se le va encima.
—A mi en ese tono no me hablas o te va ir muy mal. —. Ella lo fulmina con la mirada haciendo que mi hermano le baje a su intensidad.
—Gloria…
—Te callas y vendrás al sofá porque escucharemos a Abel. —. Él rápidamente la rodea para cumplir su orden.
Leonardo podrá ser un mandón pero si hay una sola persona en el mundo que pueda doblegarlo es mi cuñada y mi madre. Les comenté con lujos de detalles el plan de Lily y de lo que hemos conseguido durante estos días y aunque parezca raro a mi hermano le agradó que le bajará el ego a Isabel con alguien como Lily. No fue en mal plan si no que Lily es diferente a Isabel.
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Editado: 18.08.2024