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EL HURTO Y EL ESCAPE
En medio de una ola de estallidos, el general espacial Proer esquivaba hábilmente los rayos desintegradores de la siniestra máquina Tarlaunat. Los soldados Jonaru-Cae, aliados de este singular personaje, mandaban señales de auxilio pidiendo instrucciones para apagar al robot que amenazaba sus vidas.
–Tarlaunat está bloqueando las señales que le ordenan detenerse– escuchó uno de los soldados por su comunicador –¡La máquina tiene mente propia!
–Eso explica por qué los de la base espacial Alfa 7 estaban felices de trasladarlo a nuestra base– dijo Proer con amargura.
A pesar de su agilidad, muy superior a la de los torpes soldados Jonarus, el general empezaba a cansarse. Sabía que el primer descuido sería el último, por lo que buscaba desesperadamente una estrategia para poder combatir al mortífero robot. Entonces se le ocurrió una idea.
Esquivó un nuevo disparo y se escondió detrás de unos tubos de contención. La máquina caminó rápidamente para buscarlo detrás de estos, y en el momento en que ésta pasó junto a los tubos, el general Proer empujó uno de ellos, uno de los más grandes, diseñados para contener desde tenfelaes hasta tecno-eronirs, y lo tiró encima de la araña robot.
Más aturdida que dañada con el golpe, la máquina se tambaleó por unos segundos, tiempo suficiente para que el general, junto con toda su tropa, abandonaran el calabozo y cerraran la compuerta.
…
En la cámara designada por los Jonarus como “Cuarto de evidencia”, Netman, Lily y Abraham buscaban en una torre de archiveros llenos de compuertas, el número correcto que les había dado la computadora, en la que debía estar el chip que habían tenido tantos problemas para encontrar.
–¡Lo encontré!– celebró Lily con un gritillo de alegría.
–¿Estás segura?– preguntó el robot que los acompañaba.
–¡Totalmente! ¡Recuerdo perfectamente el número que estamos buscando!
Aquello era impresionante incluso para Abraham, pues la memoria fotográfica de Lily le permitía recordar la serie de 8 números, a pesar de que ninguno de ellos se parecía a los números que conocían en la tierra. Netman confirmó que aquella era la compuerta correcta y Abraham deslizó la tarjeta para hacer que ésta se abriera.
Lily extendió la mano para tomar el chip del interior, pero Netman la detuvo.
–Hay un campo de fuerza protegiendo el chip– le explicó –Está diseñado en dos fases, el primero para desintegrar cualquier tejido orgánico que trate de tomarlo, y el segundo para borrar la información de cualquier computadora que intente hacer lo mismo.
–¿Entonces qué tenemos que hacer?– preguntó Abraham.
–No puedo tocar la segunda fase del campo de fuerza sin perder la memoria, pero puedo desactivar la primera fase para que ustedes puedan tomarlo.
–De acuerdo– sintió Abraham, y los dos se sentaron a esperar a que Netman desactivara el sistema.
–¡Oye!– exclamó Lily –¡Mira eso, Abraham!
La niña señaló a lo que parecía ser una cúpula con una base metálica y un tablero de control.
–¡Una cabina teletransportadora!–
–Sí– Lily exclamó con alegría –¿No es maravilloso?
–Depende. ¿Por qué es maravilloso?
Lily se llevó nuevamente la mano a la boca. había prometido a Netman no decirle a Abraham que éste ya no tenía energía para teletransportarlos a los dos a la Tierra, pero el hallazgo de aquella máquina le había dado a la chica una nueva esperanza de que en cuanto su compañero robot tuviera el chip, todos podrían regresar a su planeta.
Sin una respuesta, Abraham volvió a centrar su atención en Netman desactivando el sistema de seguridad de la cabina. Lily, entretanto, se acercó a la máquina de teletransportación para intentar averiguar cómo funcionaba. Entonces, por la entrada principal a la habitación entraron los alienígenas.
–¡Deténganse!– ordenó el alienígena obeso, el Capitán Tamoh –¡Ya han causado demasiados problemas!
A pesar de no entender el idioma del Capitán, los invasores entendieron el mensaje por el tono de su voz.
Abraham dirigió una mirada a Lily, quien a su vez miró a Netman. Este seguía empeñado en desactivar el sistema de seguridad.
–Permítame intentarlo, Capitán– dijo el garcelumio –Como ya le dije antes, estoy familiarizado con el idioma farlandiano.
Dicho esto, el general Tramaom empezó a hablar en el idioma de los chicos.
–¿Quiénes son? ¿A qué han venido?
Al escucharlo, Abraham y Lily se sobresaltaron.
–¡Lo logré!– interrumpió Netman –¡Ahora tómalo, Lily!
La muchacha metió su mano en la cabina y tomó un chip rectangular, no más grande que una moneda.
–¿Eso es lo que querían?– preguntó Tramaom, extendiendo sus alas –¿Es por eso que iniciaron la invasión a nuestra base? ¿Es por esto que tantos de los nuestros perdieron la vida?