Suni lo miró por unos segundos con su respuesta todavía dando vueltas en su cabeza. La había tomado por sorpresa, esperaba una negación, no aquello.
— ¿Cuántos años tienes? —preguntó.
— Veintiocho —respondió enseguida.
Abrió los ojos algo sorprendida. Parecía de un poco menos, sabía que al menos más de veinte tenía, pero sus suposiciones llegaban hasta veinticinco.
— Sé que no quieres hablar conmigo, seguramente sólo harás tu trabajo y ya, así que prometo no molestarte —declaró ella viéndolo.
Hyunjin asintió agradecido, aunque de cierta forma la sentía como resignada, rendida.
No dijo nada, soportó las ganas de permitirse ser un poco más amable y no tan rígido con la chica. Por Dios, sólo tiene dieciséis años y realmente no está siendo una molestia. Quizá podría intentar ser menos tenso y más... ¿Accesible?
Suni hizo a un lado el plato y su vaso ya vacío, se bajó del taburete y llevó las cosas hacia el lavabo en donde comenzó a lavar las cosas sucias.
El chico se sorprendió un poco al ver esto, pues pensó que lo dejaría sobre la mesa incluso, pero al contrario, la chica lo lavó de forma tranquila, lo secó y guardó en su respectivo lugar.
— ¿Dormirás aquí, cierto? —preguntó ella.
— Sí.
— ¿Sabes cuál es tu habitación?
— No.
— Te la puedo enseñar, si quieres, para que te acomodes.
— Bien.
Ciertamente quería pedirle que dejara un poco los monosílabos, pero no había confianza aún y no quería molestar. Suspiró por lo bajo y le hizo la seña para que la acompañara hasta su nuevo cuarto.
Ambos salieron de la cocina y subieron las grandes escaleras en forma de caracol para llegar a las habitaciones.
— ¿Puedo pedir algo? —soltó él, tomando por sorpresa a la chica.
— Sí, claro —respondió ella deteniéndose a mitad del pasillo.
— Que esté cerca de tu cuarto. Es conveniente en caso de que algo ocurra —señaló convincente, ella asintió entendiendo y continuó caminando.
La habitación más cerca de la propia quedaba al final del pasillo, así que lo condujo hasta ahí y lo invitó a entrar.
— Espero que sea de tu agrado. Cuando papá venga puedes pedirle cualquier cosa que te haga falta. Estaré en mi habitación, es la puerta que pasamos —avisó ella. Se dio la vuelta lista para salir, pero él habló:
— Si necesitas algo, sólo llámame —soltó.
Suni no pudo evitar reír algo desubicada. Se supone que los dueños de casa deben cuidar de sus invitados, ¿no? Aunque Hyunjin no era un invitado en si, pero tampoco pensaba llamarlo o estarlo molestando.
— No te preocupes, hoy descansa. Es al revés, si necesitas algo, a mi deberías llamarme —dijo ella sonriendo.
Hyunjin pensó que se veía más linda cuando sonreía, pues la hacía ver más... animada y viva.
— Desde que el Sr. Jiso me contrató, lo único que necesito es que estés a salvo, ahora es mi trabajo, así que debo cumplirlo.
Sus palabras causaron que Suni se apenara un poco, pero lo disimuló con una sonrisa.
— Bien, cualquier cosa te llamaré —soltó ella, finalmente causando que él asintiera satisfecho.
Cerró la puerta suavemente y caminó por el pasillo. Se encerró en su cuarto y no supo que hacer realmente, así que sin darse cuenta terminó frente al espejo, viéndose.
Levantó su pantalón un poco y las marcas de la soga en sus tobillos todavía se notaba perfectamente, ni hablar de sus rodillas, seguro estaban marcadas también.
Imitó la acción con su sudadera y no pudo evitar morder su labio al ver las mismas marcas en sus muñecas.
Se sentía algo sucia, sin embargo, cuando bajó el cuello dejando al descubierto una de sus clavículas, no pudo evitar sentirse asqueada al ver un moretón gracias a que ese horrible y asqueroso tipo la había marcado en cierto momento.
No había dicho nada, no quería que fueran a pensar mal de ella, ya demasiado tenía en el instituto. No soportaría que su familia la viera mal por creer que había sido profanada. Sólo era un asqueroso chupón, esperaba que se fuera pronto.
Sacó las carpetas de estudio y las dejó sobre la cama. Tenía el escritorio, pero le gustaba más usar su cama como uno y sentarse en el suelo, se sentía más cómoda.
Comenzó a realizar las tareas pendientes para entregar mañana.
Vaya, había estado dos días secuestrada, pero de todas formas no pensaba faltar a clases. No le gustaba, prefería estar al día ya que nadie iba a prestarle los apuntes en caso de que falte. Debía valerse por si misma, ni siquiera algo de ayuda recibía.
Sus propios compañeros de salón la ignoraban, ¿quién iba a querer juntarse con la hija de un mafioso?
Para disgusto de ella, todos en el colegio sabían sobre aquello, y como su padre era intocable aprovechaban que ella no lo era y se desquitaban; la hacían invisible y gracias a eso no tenía amigos, literalmente no tenía a nadie, sólo a su familia, por eso los apreciaba tanto. Por eso también era amable con los empleados, porque ellos no hacían diferencias y la ayudaban a no sentirse tan sola.
Soltó un suspiro triste mientras escribía. Deseaba tener una mejor amiga para hacer las tareas juntas, salir, estar en la piscina o sólo en casa, hablando y riendo, pero sabía que nunca tendría eso.
A veces se sentía miserable, pero lo escondía muy bien bajo la capa de alegría y ánimo que mostraba siempre. Solía llorar sola en su cuarto mientras todos dormían, y al otro día se levantaba reluciente y alegre.
Suni sentía que su vida era un chiste, pero hacía lo posible para vivirla bien y no decaer, aunque en el último tiempo comenzaba a poner menos ganas.
Se preguntó si Hyunjin estaría descansando o si necesitaría algo, sin embargo ya le había quedado claro que él no quería conversar con ella así que desistió de la idea de ir a verlo y asegurarse.
En ese momento, la puerta se abrió y por ella se asomó su madre sonriendo. No pudo evitar sonreírle de vuelta, le encanta su madre, y gracias a ella era una chica con respeto, buenos sentimientos y acciones.