Limits ❃ Hyunin

♡ : CAPÍTULO XXIV

 

—¿Qué demonios hace ese aquí? —preguntó Minho a Hyunjin, mientras Jeongin y Jisung avanzaban por el muelle hacia ellos.

—Se apuntó él, no fue cosa de Jeongin.

—Pues le dices que no y punto. Mira, con tu chico trago, pero con ese Ken… A ese me entran ganas de meterle dos…

—Vamos, seguro que quieres meterle de todo menos miedo. ¡Es guapo! —le hizo notar Chan, que no perdía detalle de la conversación.

Minho se giró hacia su amigo con una mirada asesina. Dio dos pasos acortando la distancia entre ellos, pero Chan no se amedrentó y su sonrisa socarrona no se borró en ningún momento de su cara.

—Si sigues por ese camino, tus hijos van a ser adoptados. ¿Captas la idea? —lo amenazó Minho, señalando su entrepierna.

—Corta el juego, Minho. Te estás comportando como un imbécil —dijo Jisoo—. Ignora a el chico y se acabó.

—Esto es una mierda. No pintan nada con nosotros —masculló Minho—. ¿Qué va a ser lo próximo, invitar a los Cazadoras Azules y jugar a las atrapadas con ellos?

Hyunjin puso los ojos en blanco y le dio la espalda. Minho solía tener algunos días buenos, bastantes pasables y muchos malos. Aquel era de los peores. Con las manos embutidas en los bolsillos traseros de sus tejanos y una sonrisa pícara, se empapó de la imagen de Jeongin.

—Hola —saludó en cuanto llegaron a su lado.

—Hola —respondió Jeongin, y contuvo el aire cuando Hyunjin se inclinó para darle un beso en los labios. Jisung carraspeó y Hyunjin lo miró de reojo.

—¿No van a presentarme?

Hyunjin suspiró y se dio la vuelta. —Ya los conoces a todos, menos a Jisoo.

La chica alzó la mano y lo saludó. Jisung le devolvió el saludo. A continuación, esbozó una sonrisa maliciosa y clavó sus ojos en los de Minho.

—Hola, Fra… —Jeongin le dio un codazo en las costillas. “Me lo has prometido”, lo oyó susurrar—. Hola, Minho. Me alegro de verte.

El chico entornó los ojos y lo estudió con una expresión de cautela. Se acercó a él y le cogió la mochila que llevaba en las manos. Tenía pinta de pesar, y no era tan idiota. Pegó su nariz a la de él.

—Ahora es cuando se supone que yo bajo la guardia y tú me apuñalas, ¿no?

—Estoy pensando en dejarte respirar un par de horas más. Aprovéchalas —le espetó Jisung. Le quitó la mochila de las manos y se dirigió hacia el barco.

—Lo siento, es un tanto especial. Pero con Minho se pasa. Creo que le recuerda a alguien, en muchos sentidos —dijo Jeongin. Se acomodo el flequillo, mientras observaba a su amigo avanzar por el muelle.

Hyunjin le cogió la mochila y se la echó al hombro.

—¿En serio? —preguntó, mirándolo a los ojos. A la luz del sol eran de un negro palido, preciosos. Se encogió de hombros—. Pues por mí, como si quieren matarse. Lo único que me interesa de este viaje eres tú —le susurró al oído.

Jeongin se ruborizó. ¡Qué voz! Cada vez que hacía eso lograba que su piel se estremeciera con un festival de escalofríos. Hyunjin lo ayudó a subir al yate y, una vez a bordo, no pudo reprimir su sorpresa; también su preocupación. No entendía mucho de barcos, pero sí lo suficiente para saber que aquella maravilla era un Oceanis con más de trece metros de eslora. Hacía años que su padre quería comprar uno, pero nunca terminaba de decidirse. ¿De dónde habían sacado ellos un barco como aquel? Trató de no pensar en ese detalle, mientras Changbin recogía amarras y ponía rumbo a Hollow Bay.

Tenían por delante unos veinte minutos de trayecto. Jisung se tumbó al sol bajo el palo de la vela. Chan y Jisoo se hacían arrumacos en la proa, y Minho había desparecido en el camarote. Hyunjin se acomodó junto a Jeongin en una esquina de popa. Se habían quitado las camisetas y Hyunjin se había cubierto la cabeza con una gorra negra calada hasta las orejas. A pesar del calor y de la fina película de sudor que recubría sus cuerpos, atrajo a Jeongin hacia su pecho para abrazarlo.

Jeongin observó cómo Changbin intentaba enseñar a Jennie los pasos más básicos a los mandos del timón.

—Sabe lo que hace, ¿no?

Hyunjin lo miró a través de sus gafas de sol.

—¿Changbin? —preguntó. Jeongin asintió—¿Temes que naufraguemos?

—No, no es eso. Pero esto no es un bote de remos, hay que saber navegar para manejarlo. Y un título de patrón.

Una sonrisa extraña reptó por el rostro de Hyunjin. Lo miró de arriba abajo y suspiró, no podía evitarlo, y la sutileza no era una de sus virtudes más desarrolladas.

—¿Por qué no me haces la pregunta y así sales de dudas?

—¿Qué pregunta? —inquirió Jeongin con un vuelco en el estómago.

—¡Eh, Changbin, el chico bonito tiene curiosidad por saber de dónde hemos sacado el barco! —dijo Hyunjin, alzando la voz por encima de los graznidos de las gaviotas. Changbin se giró sin soltar el timón y esbozó una sonrisa.

—¿Quieres saber si lo hemos robado? —soltó sin más. Jeongin se quedó sin aire en los pulmones. Sentía la sangre agolpándose en sus mejillas, y algo parecido a la humillación.

—¡¿Qué?! ¡No! —se apresuró a contestar. Miró a Hyunjin, molesto, y se apartó de su lado—. Eso no es cierto —le dijo.

—¿Ah no? Yo creo que sí. Pero no me molesta que lo pienses. De verdad. Lo raro sería que no lo hubieras hecho —replicó Hyunjin como si nada.

Una pequeña llama ardió en su pecho, un punto airado. A veces olvidaba quién era él en realidad y los prejuicios que venían de serie en los de su clase. Jeongin lo fulminó con la mirada.

—No lo hemos robado —dijo Changbin. Jennie se le abrazó a la cintura y soltó una risita muy sospechosa que hizo que Jeongin se pusiera alerta—. Lo he tomado prestado.

—¿Prestado? ¿Y a quién se lo has tomado prestado?

—A Jung Joongi—respondió Changbin.

Los ojos de Jeongin se abrieron como platos. —¿A Jung Joongi, de Astilleros Witcomb?

—Al mismo —repuso Jennie.



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En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 29.07.2023

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