Punio: Vino de frutas que preparan las brujas y está presente en muchos rituales. Hay muchas supersticiones referidas a él pero se suele preparar para la festividad de año nuevo.
Aastarni: Año nuevo, primer luna nueva después del solsticio de invierno.
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Sathor — Puerto Ilusión, Ghina
A orillas del río Badán, se encontraba uno de los puertos comerciales más concurridos de Ghina. Se trataba de su principal punto de distribución de hecatium, comúnmente llamado hierro de Ghina, uno de los materiales de mayor venta en la región, ya que se utilizaba no solo para armas, sino también para pociones y talismanes, por sus propiedades mágicas.
Este mineral, no era el hierro que se podía conseguir en la superficie del planeta, sino que había sido creado en el mismo momento que Ghina, y se encontraba en el lugar primordial de la caída, cerca del nacimiento del río Badán. Allí era extraído por los gnomos, habitantes del inframundo, ellos eran los únicos capaces de sacar el codiciado metal. El enrojecimiento de las aguas, era producto de esta explotación minera.
Se creía que la magia del hecatium, era adquirida de las pequeñas estrellas que sobrevolaban todo Ghina, las cuales eran la parte de los poderes creadores, que habían sido arrebatados a los damoni durante la caída.
Descendió del barco mercante en el que había viajado desde Puerto Perdido, lugar donde tenía su morada hacía ya varias centurias. La gente iba y venía por la calzada de piedra. La mayoría, eran trabajadores que transportaban bultos de los depósitos situados frente a los muelles, hacia los navíos.
Caminó por allí un rato y luego tomó un camino de salida para llegar al pueblo. Este era un lugar próspero, se notaba por sus fachadas fastuosas.
Arribó a una encrucijada, en la cual había un farol dorado. En esa esquina se hallaba una de las casas más hermosas del lugar. Era la residencia del Alcalde, Nemrod y su hermana Ani.
Aunque todos los damoni se podrían considerar con el concepto humano de hermanos o primos, en realidad ellos nunca habían nacido como los otros seres, ni fueron niños, ni tuvieron padres. Simplemente, habían tomado corporeidad, en el momento mismo de la caída.¨Pero Nemrod y Ani, aun siendo de género opuesto, se veían iguales en su apariencia, exceptuando las diferencias dadas por el sexo, y habían corporizado juntos, tomados de la mano; jamás se separaron, ni existieron confrontaciones entre ellos. Pensaban igual y estaban por completo de acuerdo en todo. Parecían el mismo ser, por lo que se llamaban a sí mismos, hermanos.
Dio dos toques a la puerta, con la brillosa aldaba. La damoni le abrió de manera lenta, reclinándose, al verlo, sensualmente contra el marco.
— Sathor — murmuró ella con voz aterciopelada. — Cuando empiezo a creer que me has olvidado, apareces… Pasa — le abrió más la puerta y esperó a que entrara.
Era casi tan alta como él. Su cuerpo era esbelto, de delicadas curvas; su cabello caía hasta su cintura cual manto de oro, y sus ojos, que parecían zafiros, se escondían de manera incitante, tras unas largas pestañas maquilladas.
— ¿Cómo has estado, Ani? — Preguntó tomándola de la mano con suavidad.
— Me tendrás que recompensar por el tiempo que me has abandonado — reclamó ella sin hacer caso a su pregunta.
— Ani, si he estado aquí hace muy poco — replicó. — He ido y vuelto en el mismo barco.
— Sabes que otros mueren por estar aquí conmigo — dijo la damoni intentando verse enfurruñada, mientras caminaban por el interior de la casa.
Frente a la entrada aparecía una escalera que conducía al piso de arriba. Al costado de esta, había un pasillo en el que se introdujeron, hasta ingresar en la puerta que se encontraba al fondo.
— Tienes derecho a elegir a quien te plazca, Ani — contestó sin mucha emoción.
La habitación era tan opulenta como el resto de la casa. Era una estancia enorme. En la cama cabrían por lo menos seis personas cómodamente. Se hallaba ubicada en el centro y estaba decorada con vaporosas cortinas de color púrpura, en varias tonalidades. A la derecha, había una tina llena de agua, que desprendía un sutil vapor perfumado, en la que ambos, seguramente, entrarían luego.
— Eres malvado — declaró. — Por causa de los que son como tú, estamos aquí — lo acusó.
Aunque en realidad, a ella no le molestaba estar “aquí”, se había adaptado muy rápido a esta vida, igual que la mayoría.
Sathor no respondió. No creía que ser sincero fuera sinónimo de ser malvado, y tenía plena consciencia del motivo por el cual habían caído: intervinieron donde no debían. Desobedecieron, pensando que hacían lo mejor y eso hizo que los demás se sintieran incómodos e inferiores.
Analizándolo ahora, luego de tanto tiempo, realmente era una tontería. No había nadie mejor, todos hicieron lo mejor que pudieron, pero por ese entonces, ni ellos ni los otros sabían esto. Aun con todo su poder y sus facultades, eran faltos de sabiduría y tenían mucho que aprender.
Al ver que sus palabras no hacían mella en él, ella se rindió. Extendió su mano indicándole que la acompañara a la tina.
— Deja esas espadas, no te atacarán durante el baño — lo instó.
Se despojó de todas sus armas sobre el lecho y caminó hacia ella, quien procedió a desvestirle con presteza.
— ¿Por qué te hiciste eso en el cabello? — Volvió a hablar la rubia intentando hacerlo conversar.
— Me molesta que el pelo se me pegue al cuerpo — dijo sin más. Realmente le preocupaba poco su aspecto. Un par de días atrás, durante el viaje, se había quitado los molestos mechones con una daga, algo que solía hacer a menudo. Lo prefería así. Era cómodo y fácil de llevar, aunque otros pensaran que era mejor el cabello largo para poder recogerlo.
Editado: 02.04.2023