Lina — Puerto Destino, Ghina.
Lina y Marlén caminaban detrás de Llilh, la damoni que las guiaba a lo largo de aquel pintoresco puerto, ubicado en una curva del río Vindur. Esta configuración de las aguas hacía que todos los edificios cercanos, formaran un semicírculo. Cada depósito o negocio, estaba pintado de un color diferente, por lo que el lugar era muy extraño a sus ojos, que estaban acostumbrados a la tradicional construcción de Libben, donde las casas eran de madera o piedra natural.
Por otra parte, junto al río se alzaban enormes ingenios mecánicos construidos en hierro, los cuales levantaban los bultos de los barcos y los transportaban hacia la plataforma, donde eran depositados en grandes carros.
— Apresúrense — las instó su guía.
Ambas, que no dejaban de mirar asombradas a un lado y a otro, dieron un respingo y aceleraron el paso hasta alcanzar a la mujer que las guiaba.
Marlén tenía un rostro perfecto y delicado, de piel morena y sesgados ojos ofídicos. Aunque era de menor estatura que Lina, estaba mucho más dotada de femeninas curvas, y su cabello renegrido, poseía reflejos de color verde que destellaban con cada uno de los movimientos de su cabeza. Era, sin duda, muy hermosa, pero su belleza palidecía ante la de Llilh, que cautivaba las miradas de la mayoría de los transeúntes.
Lina se preguntó si aquel damoni, con el que hablara la primera vez que estuvo en Ghina, la habría visto al lado de sus acompañantes; sacudió estos pensamientos de su cabeza rápidamente. Aunque había pasado algún tiempo, a veces pensaba en él, pero en seguida predominaba su sentido común, y ahuyentaba estas ideas, ya que no estaba en el destino de un guardián escoger a su pareja.
Llegaron al final del muelle, donde había un hombre alquilando botes. Pensó que debía ser un damoni, aunque tuvo sus dudas. Se veía humano, con la piel de un joven, sin embargo, sus cabellos y su barba eran blancos, los ojos de color gris acero. Podría también ser un elfo, pero no tenía las características orejas puntiagudas, y su cuerpo debería haber sido más delgado. En todo caso, nunca lo supo. Llilh le entregó unas monedas sin hablar, e hizo subir a sus aprendices a uno de los barquitos, cuyos remos comenzaron a moverse por sí mismos ante un chasquido de dedos de la mujer, dirigiendo el vehículo en sentido contrario al puerto.
Las jóvenes se miraban de a ratos. Mientras navegaban, se internaban en una caverna cada vez más oscura.
Llilh hizo aparecer en su mano una bolita de luz, que pronto revoloteó en la penumbra e iba delante del bote, iluminando el lugar tenuemente. Cuando por fin terminaron de cruzar aquel túnel, la pequeña estrella se apagó. Aparecieron en una cueva iluminada por estrellas iguales a la que había sido convocada por la damoni, pero mucho más intensas, flotando por encima de sus cabezas todas ellas. Estas se mecían con suavidad de un lado al otro, provocando matices en las paredes.
El sitio era redondo rodeado por una saliente de piedra, que hacía las veces de vereda, por esta se accedía a la cascada, que se encontraba directamente frente a la entrada. El barquito se acercó a la orilla junto al ingreso y allí pudieron ver unos postes, donde amarraron el bote, y descendieron.
— Bien niñas, estas son las aguas de la inmortalidad — explicó su instructora. — Acérquense con sus frascos y tomen un poco de ella, con mucho cuidado.
Marlén fue la primera. Caminó decidida hasta el borde de la plataforma y, extendiendo su brazo, llenó el frasco a medias y se retiró. Aunque estas aguas, se decía que otorgaban vida eterna, podían tener efectos secundarios; era un riesgo que corrían los que estaban desesperados por vivir más tiempo que el que la naturaleza les había concedido. Por este motivo, las muchachas evitaron tocarla. No pretendían la codiciada eternidad, sino un importante ingrediente de poderosas pociones de curación.
Cuando le tocó el turno a Lina, tuvo mayor facilidad para acceder, ya que era más alta que Marlén. Pero tampoco pudo completar la vasija, puesto que su mano tembló al comenzar a introducirse el agua en el recipiente. Y debió retirarse, pues cada bruja, solo podía hacer un intento al año de juntar el preciado líquido.
Igualmente satisfecha con lo obtenido, volvió a la barca y regresaron: Lina al portal de Cariad y Marlén al Portal de Nabad.
Editado: 02.04.2023