Lina y Sathor - El inicio del despertar

Capítulo 16

Sathor — Ciudad de Urd, Ghina

 

Iba en un barco a vapor de camino a La Banda, por el rio Oscuro, el cual antes tenía otro nombre, ahora le llamaban así, pues sus aguas se habían vuelto negruzcas por los desechos provenientes de Urd.

 

Habían anclado unas horas allí, ya que el navío en el que viajaba debía recoger un cargamento.

 

El acre olor del lugar le recordó la época en que las lides eran su forma de vida, pero ya había pasado algún tiempo de aquello, y la verdad, aunque en ese entonces el oro le llegaba mucho más fácilmente, no lo extrañaba para nada.

 

Se encontraba en la cubierta, apoyado en la barandilla de cara a la inmensa urbe. A él, siempre le dio la impresión de que aquel acantilado presentaba un perfil especial, como si un gigante hubiera probado un gran bocado, y precisamente allí, se hubieran erigido las enormes columnas de construcciones embutidas en la mismísima roca, donde daba la rompiente del río. La ciudad había crecido, estos edificios se perdían en las alturas. Las luces fulguraban todo el tiempo, y un murmullo constante jamás cesaba: risas, gritos, vehículos, maquinarias; nunca paraban.

 

Desde tierra firme, un hombre moreno lo saludaba.

 

— ¡Sathor! — decía. Él tardó unos momentos en percibir los gestos de saludo, a los que respondió levantando una mano, pero sin estar seguro de quién se trataba.

 

Pronto lo averiguaría, ya que el damoni estaba subiendo al barco y se dirigía hacia él con una sonrisa. Ya más de cerca pudo ver que era Omán, un corredor de apuestas de las arenas.

 

— Omán — respondió amablemente. — Tanto tiempo.

 

— Sí, lo mismo digo — el hombre llevaba el cabello con rastas, era alto y fuerte, y sus ojos amarillos, contrastaban contra su piel oscura. — ¿Has regresado?

 

— No. Estoy de paso.

 

— Deberías regresar, amigo — comentó. — Ya no hay guerreros tan buenos.

 

— ¿Y qué pasó con ellos?

 

— La mayoría se han cansado y se dedican a otras cosas, aunque unos pocos fueron tras esa locura de la redención — el apostador hablaba rápido y de manera efusiva todo el tiempo. — Todos los poderosos guerreros se han ido, incluso Gortum, ¿lo recuerdas?

 

—Sí… — asintió con una expresión de disgusto. — ¿Cómo no recordarlo? — Ciertamente recordaba muy bien lo personal que se tomaba las luchas, siempre necesitaba ganar.

 

— Se fue de Ghina, amigo — informó. — Sí — ratificó al ver la expresión de incredulidad de Sathor. — Por pacto dicen. Un desperdicio sin duda, los grandes guerreros ya no están...

 

— Entiendo — contestó. — ¿Y qué haces por aquí?

 

— Busco un vendedor de hecatium. El capitán del barco me dijo que subiera y lo buscara.

 

— Ah— dijo Sathor, levantando las cejas con sorpresa. — Entonces me buscas a mí.

 

— ¿En serio? ¡No puedo creer que seas tú! — Seguía hablando desenfrenadamente. — ¿Te entiendes con esos gnomos? Todo mundo dice que son intratables.

 

— Sí... puede ser —rió. — Y dime. ¿Cuánto hierro necesitas? Porque la verdad es que no traigo mucho.

 

— No necesito tanto, es para un anillo.

 

— ¿Y tienes con qué pagar? — Preguntó antes de sacar la bolsa del hierro que llevaba amarrada a la parte izquierda de su cinturón.

 

— No, la verdad no — respondió sinceramente, sin embargo, al ver la expresión de fastidio de Sathor, continuó: — Pero tengo esto — sacó del interior del chaleco que llevaba puesto sobre la piel, un espejo pequeño, con marco y mango finamente labrados; parecía de plata.

 

— No puedo… — rechazó mirando hacia un lado.

 

— No es cualquier espejo, Sathor. Es mágico — el hombre puso el espejo frente a su rostro y sopló sobre él: — Muéstrame el camino a Perdido — habló al artefacto, a lo cual éste mostró un mapa, como si fuera un reflejo en el agua.

 

— Y por qué cambiarías eso por hierro, seguramente vale mucho más — replicó dudando de las intenciones del moreno.

 

— El anillo que necesito valdrá más que esto para mí.

 

Lo observó un momento, preguntándose qué podía ser tan valioso, ya que la magia del hecatium, sólo funcionaba en los reinos superiores, pero no quiso indagar y aceptó el trato, cediendo la bolsa de hierro y tomando el espejo.

 

 

 

***

 

 

Lina — Puerto Grameshmid, Ghina

 

 

Se encontraba al norte de Ghina, en el puerto más cercano al portal de Agyry. Aquel parecía un lugar inhóspito, había allí muy pocos barcos y menos gente, la mayoría se veían como delincuentes. Acababa de despedirse de Llilh y de su padre, quienes la habían acompañado.

 

El resto de los aprendices tendrían ayuda en los caminos que les había asignado el oráculo. Pero el camino de lo desconocido no tenía guía, sólo sabían que empezaba en aquel lugar y luego la bruja debía continuar sola. Aunque horas atrás se sentía muy segura, al estar allí, comenzaba a cuestionarse si su decisión había sido la correcta.

 

En esto estaba, cuando una anciana se acercó a ella. Parecía una elfa milenaria, se acordó de la abuela de Clara, que relataba cuentos en la plaza de Vintown, cuando ella era paqueña, pero a diferencia de aquella, que era ciega, los ojos de esta mujer eran oscuros y vivaces.

 

— Muchacha — le habló con su voz añeja. — Te ves perdida — estas palabras le recordaron su primer día en Ghina.

 

— Bueno… — Comenzó sintiéndose confiada por el aspecto amable de la mujer. — La verdad es que acabo de llegar y ando en busca de un lugar en donde hospedarme.

 

— ¡Oh! — Exclamó la anciana y sus ojos brillaron de una manera extraña. — Podrías bajar al siguiente puerto, Gerom, allí hay una posada.




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