Sathor — Puerto Destino, Ghina.
Ya en la barcaza, habiendo terminado el ritual, el dolor en su pecho no cesaba.
— Respira profundo, Sathor — decía Karonte.
Él asentía con la cabeza, pero no podía aún articular palabra.
— ¿Así te presentarás a tu esposa? — Lo instó Abidón. — Luego de la batalla que diste hoy, esperaba más de ti.
— ¿Y tú que sabes lo que siente? — Intervino Murcio. — No tuviste que casarte con una humana.
— No — replicó. — Solo me casé con la mujer más llorona del planeta.
Reían todos, recordando la sensibilidad de Zephora, la demonio de las sombras, ya que estas emociones también estaban en Abidón, quien siempre parecía muy frío.
— Estoy bien — dijo Sathor por fin. — Ella, sin dudas, tiene un sin fin de emociones — trataba de sonreír. — Esa luz roja que manó de ella hacia mí, se siente como un fuego.
— Mi hija tiene un gran corazón — explicó Karonte.
— ¿Tu hija? — Repitió sorprendido. — Quieres decir... quieres decir que tú e Ilbana son quienes se irán? — Entonces entendió la presencia de Ilbana en el ritual, no solo acompañaba a su hija, sino que estaba cediendo su puesto.
— Sí, serás el nuevo guardián de Libben.
Se sentía turbado y no habló más, hasta que llegaron a Destino. Al bajar del bote, había una gran fiesta. La gente celebraba, no tanto, la victoria de Sathor, sino la lucha en sí misma; esos eventos, terminaban siempre en un festín, que seguramente se transformaría en toda clase de liviandades.
Caminaron a través de la multitud y se dirigieron a la casa de Bonzo, el jefe comunal, quien los esperaba con unas pequeñas copas de ajenjo para celebrar.
— Sathor, amigo — dijo el jefe comunal, pasando el brazo sobre los hombros de Sathor, mientras entraban en el recinto. — ¡Debo agradecerte porque he ganado mucho dinero gracias a tu espectacular combate!
— ¿Has corrido apuestas a costa nuestra? — Replicó sin mucho humor. De todas maneras, aunque su gesto facial hubiera sido fulminante, ni Bonzo ni nadie podrían haberlo notado, pues
la máscara negra, aún tapaba sus facciones.
— Claro, estos eventos siempre son provechosos.
No pudo responder, ya que Karonte, que bajaba las escaleras junto con su esposa y Llilh, lo llamaba.
— Ven, es hora — lo guio hasta arriba, donde había un largo pasillo al final del cual quedaba la habitación en la que se encontraba la muchacha. Karonte lo dejó parado frente a la puerta y se marchó.
Quedó unos minutos allí, indefenso ante esta inusitada situación. Decidió acomodarse la máscara para sentirse más seguro y ocultar sus nervios. Tragó saliva y entró.
Ella se hallaba
de espaldas, observando las flores en uno de los postes de la cama, que estaba ubicada de lado, contra la pared opuesta a la entrada. Su cabello plateado, que así había quedado durante el ritual, serpenteaba sensualmente a lo largo de su espalda. Él, cerró la puerta tras de sí con cuidado, produciendo un leve clic, con el que la muchacha se volvió a verle.
Ella no llevaba la máscara y sus ojos… ¡Eran sus hermosos ojos!… ¡La bruja en peregrinación! La noche anterior había soñado que iban de la mano por un túnel, hacia una luz….
Le costaba salir de su sorpresa, no había entendido aquel sueño, como tampoco pudo comprender esos breves encuentros casuales… ahora podía ver con claridad que todo se trataba de esto. Fueron señales. Las veces que la viera le marcaban su destino. Sin duda, era la mujer de su vida.
— Nos… nos han dejado unas bebidas — dijo la muchacha tratando de romper la tensión que se había generado, recordó cuando él le habló y ella quedó enmudecida, ahora la situación era a la inversa.
Afirmó con la cabeza y se acercó a las bebidas que señalaba, las que se encontraban a los pies de la cama, junto a ella, para servir una copa para cada uno. En este momento, decidió quitarse la máscara, puesto que la chica ya no la tenía y no podía seguir manteniéndose oculto. La retiró rápidamente y la puso a un costado de la mesita de los licores.
Se volvió hacia ella, que se había alejado un poco, extendiendo su brazo izquierdo, con la copa en la mano, ofreciéndosela. No pudo evitar hacer una leve sonrisa ante la estupefacción de la muchacha.
— Mi nombre es Sathor — habló con voz clara y suave.
La hija de Karonte, que por un instante había vuelto a su distraída observación de las flores, intentando apaciguar la tensión inicial, ahora lo miraba con sorpresa al oírle hablar… y sin su máscara.
— ¡Eres tú! — Fue casi una acusación.
— No, eres tú — respondió divertido.
— Anoche… en sueños... — comenzó la bruja.
— Caminamos por un túnel...
— Hacia la luz...
— Sí — quedaron observándose con renovada sorpresa.
— No creí que volvería a verte — la mujer se repuso más rápido que él y sonreía.
— Tampoco yo.
Ella tomó la copa y bebió un sorbo pequeño. Él caminó unos pasos hacia la puerta pero siempre quedando frente a ella, para que no se sintiera intimidada por su cercanía.
— Mi nombre es Lina.
— Lina Fermonsel — completó él.
— Sí, ¿cómo…?
— Los que buscamos la redención, todos nos conocemos — aclaró. No quiso decir que era amigo de su padre, ni tampoco que había estado presente el día de su nacimiento, porque todo le resultaba demasiado confuso, en comparación con su verdadera “edad”, si se pudiera llamar así al tiempo vivido en Ghina, ella era como una niña muy, muy pequeña.
Editado: 02.04.2023