Linaje del Mal

23. Te ves hermosa

 

Andromeda 

 

—    ¿Qué carajos fue eso? —pregunta Sebastian a mi lado casi tan impactado como yo.


¿Acaso Dahlia nos invitó a una cena?


—    No iremos, es una trampa. —espeto.

 

—    Si iremos, no me importa si es una trampa, tal vez lleve Lukah.


Se que Dahlia no hará eso pero no quiero quitarle la poca esperanza que tiene, así que decido quedarme callada. Sebastian me lleva a un edificio en el centro de Manhattan. Podría estar ciega y aún así ver que este es un lugar que solo la crema y nata de Nueva York puede pagarlo. 
Sebastian saluda al portero y se dirige directo a los ascensores. Oprime el botón del último piso y guardamos silencio por un minuto en el elevador. Las puertas se abren revelando un lujoso penthouse. 


—    Vaya Corvus eres muy rico.


El solo ríe y mi da un vaso de whisky. Me lo tomo de un solo trago y me siento a su lado en un largo sofá en forma de "L" de cuero negro.

 

—    ¿En serio crees que te devuelva a Lukah? —pregunto con curiosidad.

 

—    Prefiero creer eso a que lo asesinará. —dice mirando pensativo su baso ya vacío.

 

—    Te prometo que no dejaré que le haga nada malo. —lo digo en serio. 


Sebastian y yo nos quedamos en silencio admirando la vista de Manhattan que se aprecia por el cristal que cubre toda una pared. De reojo veo a Sebastian observarme fijamente, siento un calor acumularse en mis mejillas y reúno todo mi valor para hacer contacto visual con el. Me pierdo en sus ojos azules que siempre comparo con el cielo de verano, pero hoy no, se parecen más a un huracán, llenos de deseo. Me inclino un poco y le doy un suave beso, nada acalorado, un simple beso. Pero no me basta, así que lo tomo por el cuello de su camisa y estampo mis labios contra los suyos, este beso es más apasionado que el anterior, siento que mi piel está en llamas, pero en el buen sentido. Sebastian me toma por la cintura y me sienta en su regazo. Separo mis labios para darle acceso a su lengua, nos quedamos bastante tiempo devorándonos el uno al otro. Muevo mi cadera creando fricción contra su entrepierna y parece disfrutarlo, pero posa ambas manos en mi cintura y separa nuestros labios. Su pecho sube y baja rápidamente.


—    Tenemos que parar. —me dice con su voz agitada.

 

—    ¿Hice algo malo? 

 

—    No, claro que no solo no quiero que sea así, ¿Me entiendes? —me pregunta dándome una suave caricia en la mejilla. 

 

Claro que no es el momento Andromeda, ¿que me ocurre? Parezco una adolescente hormonal.


—    Tienes razón, no estaba pensando. —le digo apartándome de él.

 

—    No te preocupes preciosa, ahora acompáñame. 


Lo sigo a través de un largo pasillo, Sebastian de detiene frente a una puerta y la abre dejándome pasar a una habitación con poca decoración y tonos neutros. Debe ser el cuarto de huéspedes. 


—    Cuando Lydia se iba de fiesta pasaba la noche aquí porque estaba más cerca que la casa de Graham. Deben haber unos vestidos en el armario —abro las puertas de armario y efectivamente hay unos cuantos vestidos allí, unos más extravagantes que otros— Bueno te dejo tomaré una ducha, una muy fría. —no puedo evitar soltar una risita al escuchar lo último.


Estuve a un milésima de segundo por preguntarle si quería que me le uniera, pero ya fui lo suficientemente atrevida por hoy. Examinó los vestidos y me decido por un vestido rojo ajustado, llega un poco más abajo de mis rodilla y tiene un lindo escote, el vestido es sexy pero no vulgar. Deja un poco a la imaginación. Arreglo mi cabello un poco y me pongo unos tacones sencillos rojos, no muy altos. 


Sebastian me espera ya listo en el marco de la puerta, tiende su brazo y nos guía hacia el elevador.


—    Te ves hermosa. —dice mirándome de pies a cabeza.


Cuando salimos del edificio un Audi negro nos espera. Sebastian me abre la puerta y le da la vuelta al auto sentándose en el asiento del conductor y acelera por las calles de Manhattan.


Llegamos al restaurante en menos de treinta minutos, Sebastian me ayuda a bajar y entramos al lujoso restaurante. En el lobby hay un chico de unos veinte años.


—    Señorita Ajax, Señor Corvus. —nos saluda con un tono robótico, alguien lo hechizó, hace un movimiento con la cabeza y nos indica que lo sigamos. Nos lleva a una mesa de tres puestos y se marcha.

 

—    Supongo que Dahlia vendrá pronto. —le digo a Sebastian mientras nos sentamos.

 

El no me responde, debe estar nervioso. Yo lo estoy. El mismo chico nos trae dos copas de champán y nos lo bebemos rápido. Pasan diez minutos cuando pierdo la paciencia.


—    Vámonos de aquí Seb, ella no vendrá. 


Sebastian me va a contestar, pero una voz masculina se le adelanta.


—    Tienes razón, ella no vendrá. 


Ambos volteamos a ver a un hombre castaño, tiene barba corta y ojos marrones. No es muy alto pero viste elegante. ¿Quién demonios es este tipo?

 

—    Vamos querida, como no vas a recordar a tu propio esposo.




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