Linaje Roto

Capítulo 5. (EDITADO)

Siglo VI.d.c. Promisedland, la tierra de las criaturas sobrenaturales. Territorio lobuno. El bosque de la luna.


Helena tosió y la sangre comenzó a escurrirse por una de las comisuras de su boca. Ella era una omega, sí, pero una mucho más poderosa que cualquiera de esos Alphas, que se jactaban de su maravillosa fuerza y espiritualidad.

Cinco de esos grandes Alphas la rodeaban en sus formas lobunas, amenazantes, con los colmillos listos para desgarrar cada parte de su cuerpo. Y esque ella había cometido el pecado más grande que la mente de un omega podía imaginar; luchar por su libertad.

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Los omegas, desde el principio de la creación de la raza lobuna, habían sido los sirvientes y esclavos de los demás lobos. La clase social más baja y aprovechada como un simple recipiente.

Cuando la Diosa Luna concibió a la primera pareja de lobos, les dotó de una serie de habilidades únicas y les otorgó un gran bosque idílico.

Pero el hombre traicionó a su raza, llevado por su propia codicia mató a su primogénito para ofrecérselo como sacrificio al Dios Sol, con el fin de que este lograra crear una nueva raza, una especie superior cuya fuente de energía fueran los sacrificios de sangre.

El hombre fue capaz de ver la creación del primer prototipo de vampiro, una mujer que tal y cómo le había prometido el dios Sol antes de que ambos hicieran el pacto, fue suya.

El hombre alimentado por el ansia de poder, decidió quedarse y reproducirse con la nueva criatura en vez de hacerlo con su pareja correspondiente y antes de abandonar a su legítima esposa la dejó embarazada. De su unión, nació el primer Alpha, con unas habilidades increíbles, superiores.

De su amorío con la vampiresa, obtuvo una niña y un niño.

El niño se formó como un vampiro, el primer vampiro de toda la existencia. La niña sin embargo, no tuvo esa suerte y obtuvo el gen lobuno, un gen que a diferencia del que tenía el primer Alpha, era débil.

El vampiro formó su propio clan, el Clan Von Spellman, que cruelmente, masacró sin piedad al resto de criaturas vivientes en Promisedland por sus ansias de consumir sangre fresca.

La Diosa Luna, escandalizada por los hechos le ordenó al Alpha frenar al Clan Von Spellman y defender las tierras de esos temibles cazadores. Y el Alpha consiguió así negociar con los vampiros la paz y el consumo moderado de líquido carmesí.

El Sol, que arrepentido por su horrenda creación se negó a darle cobijo a los vampiros, cualquiera de ellos que tocara uno de sus rayos se quemaría.

La Luna, enfadada reclamó para el primer hombre lobo un grave castigo. Solo los hijos y descendientes directos de la primera mujer lobo podrían heredar el título de Alpha y los correspondientes dones que este conllevaba, a cada escalón que se bajaba dentro de la jerarquía, uno de estos poderes divinos se perdería.

Otra de las restricciones que impuso fue la de encontrar una pareja eterna de tal manera que entre los lobos fuese prácticamente imposible la traición o la infidelidad.

Lo último que hizo fue maldecir su descendencia con la vampiresa. La niña, esa que poseía el gen lobuno más débil se convirtió en la primera omega, el recipiente de los poderes del Alpha. Su vida se ligó a la de este y la marca de la esclavitud se grabó en su hombro derecho.

Los omegas contenían en sus cuerpos el poder de las altas jerarquías de las primeras tribus lobunas y por ello eran tratados como un recipiente, como la vaina para la espada de un lobo.

Un lobo al marcar a un omega, clavaba su arma en el alma del recipiente, el tamaño de la espada clavada variaba en función de la clase jerárquica a la que perteneciera el canino, pero cuanto más poder tenía, más grande era la espada y así también el agujero que hacía en su alma.

Los lobos no consideraban parejas eternas a sus omegas. Ellos eran simples objetos, una de sus propiedades que actuaba como un cofre del tesoro.

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Y Helena lo sabía, siempre lo había sabido, que ella era solamente un recipiente más.

Helena era la causa por la que todas las manadas se habían descontrolado. La manzana de la discordia.

Había sido usada por varios lobos y su alma estaba tan agujereada que era imposible que pudiese seguir respirando.

Helena había pertenecido primero al Alpha de la manada SoulMoon, de quién estaba profundamente enamorada, y quien le había roto cruelmente el corazón.

Ella nunca se había considerado un objeto, sino una persona más, un ser vivo más y para demostrarlo, había intentado ser lo más útil posible para él, tanto que llegó a ser conocida en el resto de manadas cómo "la omega esencial".

Ella había manejado tan bien el poder del Alpha en su interior, que hasta lo había refinado para que su poder fuese el más poderoso de todos.

Pero al final, cuando las otras cuatro manadas se unieron en su contra, su Alpha no tuvo escrúpulos a la hora de entregarla como si fuera un tributo a cambio de la paz, sin hacer apenas esfuerzo para protegerla.

El alma de Helena, en el momento de la traición ya estaba rasgada, con un gran agujero en el centro que debido a la cantidad de energía que el alpha de SoulMoon había gastado solo se abría más, creando pequeñas grietas casi imperceptibles.

Y ese cabrón ni siquiera se molestó en liberarla de la marca, en sacar la espada de su alma con el pensamiento de que le estaba otorgando al enemigo un arma de doble filo. Pero el siguiente lobo que recibió la volvió a marcar.

Tras sentir su corazón desgarrado, Helena se había vuelto una refinadora de espíritus y armas espirituales que simplemente servía para aumentar el poder del lobo al que servía.

A causa de las continuas guerras, ella misma había sido un trofeo que pasaba de manada en manada y había visto cómo los lobos torturaban a los omegas, desgarrando su alma hasta que esta se fragmentaba en mil pedazos.

Ellos utilizaban toda la energía vital de los omegas para obtener poderes que ni siquiera necesitaban porque ya eran una raza superior de por sí.




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