Año 3020. Actualidad. Mundo humano. Rabat, Marruecos.
Axia conducía por la estrecha carretera a oscuras, lo que hacía que oscuro que hacía que el miedo se expandiera por sus huesos. Pero Elena, nunca le había tenido miedo a la oscuridad.
Perdida en sus pensamientos, no pudo oír los aullidos lejanos que a Axia le ponían la piel de gallina y tampoco pudo sentir el golpe cuando el vehículo chocó contra un cuerpo.
No hubo grandes daños dado que iban a una velocidad mínima porque el deteriorado camino no permitía más.
El porrazo solo supuso una abolladura, pero Elena, cuya cabeza había estado pegada al cristal de la ventanilla durante todo el viaje, se hizo dio un buen golpe en la frente.
Axia salió preocupada del coche pensando que había atropellado a algún pequeño animal sin querer y lo que vio la dejó en shock.
-S...señora, hay un lobo herido en la carretera.- La voz le salía temblorosa.
Axia que sentía terror ante el gigantesco animal, se temió lo peor. Ahí había un hombre lobo real hambriento abriendo sus fauces aterradoramente y aullando para llamar al resto de la situación.
Y Elena frotándose el chichón de la frente con fastidio y pensando en lo ridiculo que sonaba la visión de Axia sobre la situación, salió del auto para echar un vistazo.
Una luz brillante rodeó al animal mientras que se oían una serie se crujidos, como si se estuviesen quebrando algunos huesos e instantes después, ya no había un lobo.
Enfrente de las dos mujeres se encontraba un humano totalmente desnudo cuya cabeza sangraba con abundancia y que debido a la herida cayó al suelo como si de un plomo se tratara.
Elena se acercó al extraño, agachándose y tomando su pulso para comprobar si seguía vivo y tras confirmar que sí, lo arrastró hasta la puerta lateral del coche y lo metió por la fuerza bruta.
Mientras que Axia en vez de ayudarla a manejar al tipo medio muerto que Elena estaba tratando como un trapo viejo, corrió a por una cuerda para atarlo de pies y manos, consiguiendo una escena digna de secuestro.
Elena lo tapó con una manta vieja que había en el maletero del coche y trató de curar sus heridas a tientas en la oscuridad por lo que el hombre comenzó a soltar quejidos de dolor hasta que recuperó la conciencia.
-¿Q...q...quienes sois?- El hombre preguntó con voz ronca y cansada.
-¿Quién eres tú?- Axia le devolvió la pregunta de mala gana.
Elena la miró con reproche, sabiendo que podría ser más educada con él y siguió curando su herida con paciencia. Ella había deducido por su olor que era un alpha ya que aunque no sentía mucha fuerza, emanaba un aura de respeto, claro que eso Axia no podría saberlo.
-Me llamo Alan.- Dijo con dificultad entrecerrando los ojos por la potente luz de la linterna que le enfocaba directamente la cara.
Elena terminó de curar medianamente bien la herida y sonrió apuntándose con la linterna para devolverle la presentación.
-Yo soy...- Pero antes de que pudiese acabar la frase, la cara del hombre se tornó pálida y un gruñido salió de él involuntariamente mientras las uñas de su mano se transformaban en afiladas garras.
Elena se retiró instintivamente hacia atrás, causando que Axia se girara preocupada a ver la situación mientras frenaba de manera brusca.
-Tú eres la mujer que iba en aquel vehículo con ese despreciable cazador. ¿Eres una de ellos verdad? Ese arrogante bastardo secuestró a mi hijo. Tiene que morir por ello.- El tono de Alan era amenazante.
En ese punto, Axia ya había sacado cautelosamente un cuchillo de plata por si la cosa se ponía fea, Elena, seguía tranquila y serena, lo que por momentos hacía que la rabia del hombre lobo aumentara considerablemente.
Elena comenzó a recitar los sagrados versos en el lenguaje antiguo de Promisedland, ese era el juramento original. Estaba segura de que los lobos tenían que conocerlo, pues sin él nadie podría completar la primera transformación.
El hombre lobo quedó desconcertado, al igual que Axia que no entendía absolutamente nada de lo que su señora estaba diciendo.
Alan por fin se calmó un poco tras oír los versos y asombrado, mirando a aquella extraña mujer preguntó. -¿Entiendes el significado de ese conjuro?-
Elena lo miró de vuelta y asintió sin saber muy bien hasta que punto se conocía la existencia de Promisedland en la Tierra.
-Nadie sabe interpretar ese lenguaje en mi manada.-
-Entonces, ¿Cómo sabéis recitar ese juramento? ¿Qué más conocéis? ¿Quién os lo enseñó?-
Alan suspiró y decidió contarle a la chica lo que sabía de antemano, quizá ella podría entender muchas cosas y eso sería beneficioso para la manada.
Tras unos minutos de conversación, Elena llegó a la conclusión de que aquellos lobos no conocían nada sobre Promisedland, probablemente el fundador de la manada fue un lobo desterrado.
A los exiliados de Promisedland no se les permitía hablar sobre ello en el mundo humano, mundo que se consideraba inferior y que habitaban unas criaturas incrédulas e ignorantes.
Por ello, la mayoría de desterrados, cuando caían, se unían a grupos comunes de sus respectivas especies sin mencionar el lugar sagrado y con el paso del tiempo todo lo relacionado con Promisedland se olvidaba, ya que en el mundo humano se perdía bastante la inmortalidad, debido a que en este lo sobrenatural era escaso.
La hermana de Alan había sido asesinada, mientras que a su pequeño hijo lo habían secuestrado los cazadores por diversión.
Su manada había cruzado todo el Mediterráneo para salvar al crío, pero al llegar al palacio del sultán se habían dado cuenta de que era casi imposible entrar en él sin causar algún enorme revuelo.
-Diles que se detengan.- Dijo Elena con voz neutra.
Ella se había percatado de que el tiempo de charla con Alan, estaba sirviendo para que los lobos alcanzaran el vehículo y aunque eran sumamente sigilosos, Elena que todavía podía oler su esencia, sabía que los estaban rodeando.