Líneas de color azul

Capítulo cuatro: Una resaca y una mala amiga

Despierto con un dolor en la espalda, no soporte dormir junto a Martín y me fui al sillón. Pero vaya sorpresa que me doy cuando tengo su cara frente a mí. 

—¿¡Qué haces!? —Puede que le haya gritado un poquito y que tal vez le salto una gota de saliva en la cara. 

—No me grites, me duele la cabeza, —acaricia sus cienes y limpia su mejilla—. Eres una mala amiga, por tu culpa ahora tengo una resaca. Aparte de eso me escupiste en la cara. 

—Perdón por el escupitajo. Respecto a lo otro ¿Yo te obligue a tomarte esos chupitos? Nunca te puse una pistola en la cabeza para obligarte a beber. Hasta te detuve en el quinto trago pero ¡solo logre ser ignorada olímpicamente! —Me ignora (de nuevo) y va a lo que es mi pequeña cocina. Regresa con un vaso de agua y lo pone en el suelo. 

—Tú casa es muy pequeña. —Nooo… ¿Mi departamento, con una micro cocina, un cuarto, un baño y un balcón pequeños? 

—¡Claro que es pequeña Einstein! Me acabo de mudar y apenas tuve mi primer sueldo. —De nuevo pasa de largo mis palabras y quita mis piernas de un lado del sillón para hacerse un espacio. Toma mi manta y se cobija, ¿y ahora qué?, ¿me va patear del sillón? Resignada me hago a un lado y mi mirada cae en mi cocina, no tengo muchos electrodomésticos y me lamento por eso. Espero que en un mes mi situación sea mejor. Hasta ahora he sobrevivido con pan y verduras, pero no creo aguantar más sin un refrigerador, no puedo tener mis alimentos a la deriva. Suspiro claramente frustrada. 

—¿Estás bien, Elena? 

—¿Eh? Sí, o eso creo. Solo… pensaba. 

—¿Y en que pensabas, en mi? —agrega un tono bromista. 

—Que horror, claro que no. —Lo veo fruncir el ceño, creo que lo he ofendido—, pienso en que necesito un refrigerador y no sé cuanto más pueda sobrevivir sin uno. 

—Yo… yo tengo uno que ya no uso, te lo puedo regalar, si es que quieres. Solo que es un poco medieval. —Sus bromas me suben el ánimo y rió sin pensarlo. Lo veo levantarse el vaso de agua. 

—Puedo pagarte, tengo algunos ahorros en el banco. Y no importa si es “medieval” con que pueda guardar la leche y la carne todo bien. 

— Por el dinero no te preocupes, no soy un abusivo. Esta dicho entonces, vamos a mi casa por el. 

—¿A tu casa? Pero porque no vas tú, yo tengo que limpiar el desastre gástrico que dejaste en mi baño. —Él empieza a ahogarse, asustada me pongo a su lado. Sus mejillas se tornan rojas y abre los ojos, golpeo su espalda—. ¿¡Te encuentras bien!? 

—Oh, Elena si dejas de golpearme me sentiré mucho mejor. —Detengo mis golpes y me pongo en el otro lado del sillón con un poco de pena.— Había olvidado por completo que había hecho eso en tu baño. Yo lo limpió, y cuando termine iremos a mi casa, ¿vale? 

—Ok, por lo tanto haré algo de comer, ¿que te parecen unos *chilaquiles para bajarte la borrachera? 

—Créeme que con famélico que estoy me vendría bien cualquier cosa. —Ambos nos separamos a hacer lo nuestro, prendo la llama de mi estufa y frío las tortillas, cuando termino de cocinar voy por unos platos (que me regalo mamá antes de venir) para servir. Como en tranquilidad esperándolo, no tarda más que unos minutos en acompañarme. Platicamos sobre lo gracioso que se vio él de *mala copa* y planeamos donde poner el electrodoméstico. Al notar que el elevador esta ocupado optamos bajar por las escaleras. Aprovechamos ese tiempo para estirar nuestras piernas y despertar a alguna neurona que haya quedado dormida. Bajamos con el ritmo de nuestras respiraciones aceleradas, ¡bajar quince pisos ha sido una locura! No me arrepiento, claro que no. El ejercicio le hace bien a mi cuerpo, y en mi trabajo solo estoy sentada en un escritorio, ¡lo necesitaba! 

Ayer deje su auto en frente al edificio, él obviamente no se encontraba en las mejores condiciones para manejar. Saco de mi bolsillo sus llaves para entregarlas a su dueño, subo al lado del copiloto y vamos en dirección de lo que creo que es su hogar. 

Cuando estamos frente a su casa me quedo encantada, es modesta pero lujosa. Unas jardineras adornan la banqueta, las paredes se encuentran rodeadas de algún tipo de planta trepadora, misma planta esta llena de flores blancas dándole un toque bonito. Veo sacar una especie de tarjeta con la cual accedemos a la entrada, al parecer se trata de una llave electrónica (que para mi es una alternativa de cuidarse de los robos). Cuando entramos me quede más enamorada, el jardín rodea a la casa, unas estatuas decorativas se encuentran sobre el césped. No dudo que el las haya hecho exclusivamente para adornar su hogar. Me detengo en una en particular, se trata de una mujer sirena, toco lo que serían las escamas de su cola, son tan bien detalladas que siento su textura rocosa. 

—¿Te gusta? 

—Sí... es preciosa. ¿Tú la hiciste? 

—No, está fue un regalo de cumpleaños. Pero aquella —apunta una pequeña fuente donde unos pájaros beben de su agua—. La hice hace unos años. —Me acercó a la fuente y las aves vuelan lejos asustadas por mi presencia. Aunque él pudo comprarla a través de internet decidió hacerla desde cero. La piedra tallada se encuentra porosa por el uso constante del agua. Curiosa me acerco para verla de cerca y admirar el trabajo de Martín. Le da un toque mágico al jardín. Si las hadas existieron les encantaría vivir aquí. 

—Me has dado una idea para hacer una pintura. —Sus hoyuelos marcan sus mejillas, algo me dice que esta pensando algo perverso. Este hombre solo sonríe así cuando tiene una idea en mente que nadie le quita, Martín es un libro abierto que es fácil saber lo que piensa. 

—¿Y se puede saber que es lo que harás? 

—Mmm… eso por ahora es secreto. —Lo veo hacer una rabieta infantil mientras se queja de que soy una mala amiga. Entramos a su hogar y vamos a lo que creo es su cuarto/bodega, ya saben, donde se guardan todo lo que no usas o lo que ya olvidaste que tenías. Al abrir la perilla un olor a polvo me hace estornudar, lagrimeo a la par de otros estruendosos estornudos. Soy alérgica a la tierra y polvo, me alejo lo más que puedo de ahí—. ¿Dónde esta tu baño? —Digo gangosa. 

—Es la puerta izquierda… —no lo escucho y salgo disparada al baño, tomo uno o dos pañuelos para limpiar mi nariz que pide piedad.  Cuando me calmó regreso y veo a Martín sacando su refrigerador. Esta hecho un asco con toda la suciedad que tiene, ¿qué este hombre vive en medio del desierto en plena lluvia de arena o de dónde sacó toda esa tierra? Y sobre todo es modesto, es un electrodoméstico moderno que si no fuera por su no limpieza creerías que es nuevo. 

—Cómo que le hace falta una lavadita a tu refri, ¿no? 

—Já, já, JÁ. Que risa me da. —Responde a mi sarcasmo—. Si ya me di cuenta que no esta limpió, tiene encerrado como tres años aquí. 

—No quiero sonar mal agradecida, pero ¿en serio en esos tres años no tuviste tiempo de limpiar este lugar? Esta hecho un desastre. —Observó dudosa a la bodega. 

—Bueno, la verdad no se me había ocurrido. —Le resta importancia. 

—No diré nada más, porque ahora mi duda es ¿Cómo lo vamos a mover hasta mi departamento? —Ambos quedamos en silencio, creo que ya tengo mi respuesta. Este jodido objeto no saldrá de aquí a menos de que tengamos una súper fuerza para subirlo a una camioneta. No me quejó de nuevo porqué nadie me mando a seguir a este tonto. 

—¡Ah, lo tengo! Llamaré a mi chófer y al jardinero para que nos ayude. —Hasta que se le prende el foco. No hace otra cosa que no sea maniobrar, no me deja ayudarlos a mover nada porque “me pudiera lastimar”. Así que aquí me tienen viendo a un tonto y a dos hombres sudados subiendo a la camioneta de Martín. Si se preguntan que hice además de aburrirme, pues me puse a vagar por la casa de él, es grandísima si te pones a recorrerla, al punto de que me perdí y no sabía que pasillo tomar para regresar. De nuevo, no me voy a quejar porque nadie me obligo a estar de chismosa. Ahora tengo que salir de esta casa del terror que Martín nunca limpia. 








*Chilaquiles: platillo mexicano hecho a base de tortillas fritas con salsa de chile, pueden ser acompañados con pollo o queso, se tiene la creencia de que el sabor picante hace bajar los malestares de una resaca. 
*Mala copa: Persona que no bebe de manera responsable y tiene poca resistencia al alcohol. 
 




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