La suave luz de la luna se colaba por la ventana, bañando la habitación en un resplandor plateado. Mis dedos recorrieron los intrincados grabados del reloj, la ansiedad burbujeando en mi interior. A medida que las manecillas se acercaban a las doce, un suave zumbido comenzó a emanar del reloj, llenando el silencio de la habitación. Cuando las manecillas se alinearon exactamente a medianoche, una luz azul pálida comenzó a brillar desde el interior . Abrí la tapa con manos temblorosas, y un rayo de luz se proyectó hacia el centro de mi habitación, dibujando un extraño símbolo en el suelo. Era un círculo con runas antiguas que no podía leer, pero que me resultaban extrañamente familiares.
Sin pensarlo dos veces, me acerqué al símbolo y lo toqué con la punta de mis dedos. Al instante, sentí una corriente de energía recorriendo mi cuerpo, como si una puerta se abriera dentro de mí. El mundo a mi alrededor comenzó a girar, y una sensación de vértigo me envolvió. Cuando el giro se detuvo, me encontré en un lugar completamente diferente. Ya no estaba en mi habitación, sino en un bosque oscuro y denso. Los árboles eran altísimos, con ramas que se entrelazaban como manos esqueléticas, creando un dosel que apenas dejaba pasar la luz de la luna llena. El aire estaba frío y cargado de una fragancia a tierra húmeda y hojas en descomposición. Todo era inquietantemente silencioso, excepto por el leve susurro del viento entre las ramas. Una sensación de ser observada me recorrió la piel. Giré lentamente sobre mis talones y vi una figura emergiendo de las sombras. Era una mujer alta y delgada, con cabello blanco como la nieve que le caía en cascada hasta la cintura. Sus ojos, brillantes y penetrantes, irradiaban un poder antiguo y desconocido.
—Bienvenida, Lis —dijo la figura con una voz suave pero poderosa, que parecía resonar en el aire—. He estado esperando tu llegada.
Me acerqué con cautela, sin apartar la vista de ella.
—¿Quién eres? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
—Soy Alaria, la Guardiana de los Portales —respondió, esbozando una leve sonrisa—. Eres la última Hechicera de tu linaje y es tu destino proteger el equilibrio entre los mundos.
Antes de que pudiera procesar lo que decía, Alaria extendió su mano y un libro antiguo apareció en el aire entre nosotras.
—Este es el Grimorio de los Portales —explicó—. Contiene el conocimiento y los hechizos necesarios para que puedas cumplir tu misión. Pero debes aprender rápido, pues una fuerza oscura amenaza con destruir el equilibrio entre los mundos.
Tomé el libro con cuidado, sintiendo el peso de su antigüedad y poder.
—¿Qué debo hacer? —pregunté.
—Primero, debes aprender a usar tus poderes —dijo Alaria—. Este bosque es un lugar seguro para practicar, pero debes estar atenta. Las sombras aquí no siempre son lo que parecen.
Durante las siguientes horas, Alaria me guió a través de los hechizos básicos, enseñándome a canalizar la energía mágica que fluía dentro de mí. Cada vez que lanzaba un hechizo, sentía una conexión más profunda con el bosque y con el poder ancestral que me había sido otorgado. Pero también sentía una creciente inquietud, como si algo oscuro y peligroso se acercara lentamente. De repente, un sonido extraño rompió la calma del bosque. Era un susurro, apenas audible, pero lo suficientemente claro como para helar mi sangre.
—¿Qué fue eso? —pregunté, mirando a Alaria con ojos llenos de miedo.
—Es una sombra errante —respondió Alaria, su expresión volviéndose grave—. Son espíritus atrapados entre los mundos, atraídos por el poder de los portales. Debes aprender a enfrentarlos, pues son solo el preludio de amenazas mayores.
Con el corazón latiendo con fuerza, me preparé para enfrentar mi primer verdadero desafío. Sabía que esto era solo el comienzo de una larga y peligrosa aventura, pero también sabía que debía estar lista para proteger los mundos y descubrir los secretos que mi destino aún guardaba. El susurro se hizo más fuerte, envolviéndonos como un frío aliento de viento. Alaria dio un paso adelante, levantando una mano para silenciar el sonido.
—Las sombras errantes pueden ser engañosas —dijo con firmeza—. Se alimentan del miedo. Mantén la calma y recuerda lo que te he enseñado.
Respiré hondo, intentando calmar mis nervios. La luz de la luna se reflejaba en el Grimorio que sostenía, iluminando un hechizo que acababa de aprender: Lux Veritas, una luz de verdad. Lo recité en voz baja, y al instante, una esfera de luz blanca apareció en mi mano, dispersando la oscuridad circundante. De entre las sombras emergió una figura espectral, sus ojos vacíos y su rostro distorsionado por el dolor. La criatura avanzó hacia mí, extendiendo sus manos etéreas.
—Recuerda, Lis —dijo Alaria—, las sombras errantes buscan la paz. Usa la luz para guiarlos.
Con renovada determinación, dirigí la esfera de luz hacia la figura espectral. Al contacto, la luz envolvió a la sombra y su forma se desvaneció lentamente, dejando un susurro de gratitud en el aire antes de desaparecer por completo.
—Lo hiciste bien —elogió Alaria, colocando una mano en mi hombro—. Pero esto es solo el comienzo. Debes estar siempre alerta y preparada. Las sombras errantes son solo un indicio de una amenaza mayor que se avecina.
Mientras hablábamos, el bosque parecía vibrar con una energía antigua.
—¿Qué amenaza? —pregunté, sintiendo una mezcla de curiosidad y temor.
—Hay una fuerza oscura conocida como la Hermandad Oscura —explicó Alaria—. Son seres poderosos que buscan desestabilizar el equilibrio entre los mundos y desatar el caos. Tu linaje ha sido el guardián de este equilibrio, y ahora recae en ti detenerlos.
Sentí el peso de la responsabilidad caer sobre mis hombros, pero también una chispa de valentía encenderse dentro de mí.
—Estoy lista para aprender y enfrentar lo que venga —dije con determinación.
Alaria asintió, satisfecha con mi respuesta.
Editado: 10.12.2024