MÓNICA:
Nada estaba bien. La ansiedad corría por mis venas y no hayaba manera de detenerla.
Esas fotos, esas noticias, mis redes sociales estallando... Todo eso había causado el pánico en mí, miles de personas observandome y enviándome mensajes que realmente no quería leer.
¿Qué yo solo quería fama? ¿Qué yo solo quería dinero?
Era increíble lo mucho que podían doler las críticas de personas que ni siquiera conocía, todas esas personas resaltando mis defectos, lo poca cosa que podía ser para alguien tan inalcanzable como Noah O'donnell, todos esos defectos que yo ya los conocía, uno a uno, detalladamente. No había un día que mi espejo no me los recordara, que no hiciera tanto esfuerzo en ocultarlo, y que de pronto, llegarán tantas personas a decirte lo que ya sabes. Dolía, dolía demasiado. Porque ninguna de esas personas sabían la guerra que tenía conmigo misma, día tras día.
— Mon, no llores... — Me decía Melissa, su mano subía y bajaba por mi cabello, en dulces caricias. — Esas personas no saben lo que dicen, todas esas estúpidas personas ni siquiera te conocen. Y Noah, también es un estúpido si cree que puede venir a ilusionarte y luego...
En seguida la corté.
— No lloro por él. — Dije, severa. Y no sabía si, en realidad, trataba de convencerla a ella o a mí. — Lloro por mí, porque me miró al espejo y no logro ver lo que hizo que se fijará en mí, no logro comprender cómo puedo gustarle...
— Mónica, eres una chica tan especial y tienes que darte cuenta de ello.
El espejo frente a mi no me decía lo mismo.
— Siempre me lo dices, pero... ¿Qué es lo que me hace especial? No puedo evitar enumerar cada uno de mis defectos, no puedo dejar de pensar que quizás si yo fuera de otra manera...
— Detente Mónica Hayeck, eres preciosa tal cual eres. ¿No te das cuenta? Todos, creeme, todos tenemos defectos, porque no existe absolutamente nadie perfecto. ¿Y sabes qué? Porque eso nos hace humanos, todas y cada una de nuestras imperfecciones.
— Recordar cada humillación es una tortura, recordar las horas encerrada en los casilleros. Recordar al vez que me hice pis, porque tenía tanto miedo de tan solo alzar la mano, porque con solo una palabra esos chicos se burlaban de mí... Esos chicos... Esos estúpidos chicos que incluso intentaron tocarme.
Era una tortura. Un suplicio. Ese dolor en mi corazón cuando mi papá me dejó, la única persona que creyó en mí, que me ayudó a seguir adelante, a quererme a mi misma... Pero sin él, eso se me hacía imposible.
— Mon... Necesitas ayudarte, necesitas un profesional que te ayude con eso.
Lo sabía, por supuesto que sí. Ni siquiera debí dejar de ir, pero yo solo creí que ya todo estaba bien conmigo. Y ahora estaba todo aquello. Todas aquellas personas abriendo más mi herida... ¿Es que no tenían corazón? ¿Acaso no sabían que, tras esa pantalla, había alguien con sentimientos?
— Lo sé. — Fue todo lo que respondí a Melissa.
Mi celular que reposaba sobre las repisas, al lado del espejo, no paraba de sonar, incluso tras colgar la llamada con Noah. No tenía ni idea de cómo encontraron mis redes sociales, pero supongo que para la prensa no hay nada imposible.
Rápidamente limpié mis lágrimas y salí del baño, con Melissa pisandome los talones, ni siquiera tomé el teléfono, solo quería descansar de todo el drama que había en Internet. Fui a la cocina, hicimos algo de comer, para después dejarnos caer estrepitosamente en el sofá de la sala, con el TV encendido.
Nada mejor que una tarde de películas con tu mejor amiga, para las penas.

(....)
Esa tarde no podía dejar de mirar la foto de Noah que estaba sobre la mesita de la sala, una que yo misma había tomado para el proyecto y que, seguramente, había olvidado adjuntarla en el trabajo. Sonreí a medias, debía agradecerle, después de todo la idea de cubrir el evento había sido de él. Gracias a disposición de dejarme cubrir el concierto había aprovado la clase de foto periodismo, y claro también gracias a la ayuda Coddy.
Mi sonrisa se borró cuando lo recordé a él; Coddy esperándome en la entrada de la universidad fue lo único que vino a mi mente. La situación más incomoda se había generado esa mañana cuando, luego de esperar las calificaciones del proyecto, el chico se aproximó a mi con una sonrisa.
— ¿Y? — fue lo primero que dijo, viendo con emoción la carpeta en mis manos. — ¿Cómo te fue?
Y ahí sonreí yo. Sin pensarlo demasiado solo me acerqué a él velozmente, tras mostrarle con orgullo el sobresaliente que se veía en la primera plana, le di un gran abrazo. Realmente para mí no fue más que tan solo una manera de agradecerle por su ayuda, sin embargo el momento se volvió incómodo cuando los segundos pasaban y el chico no parecía querer soltarme.
Me removi incomoda, y aclaré la garganta.
— Sabía que podías hacerlo. — Mencionó, y yo solo asentí en respuesta, tomando un poco de distancia.
— Sí, muchísimas gracias por tu ayuda. — Respondí en cambio.
No sabía que más decir así que solo agradecí de nuevo y me limité a despedirme, pero cuando di media vuelta para iniciar mi camino, su mano en mi coso me detuvo.
— Espera un segundo... ¿Podemos hablar?
Su sonrisa era nerviosa, su mano aún apretaba mi brazo y yo no entendía mucho la situación, solo permanecí en el sitio al tiempo que él quitaba lentamente su mano, no le tomé demasiada importancia a su mirada, pero había algo ahí que realmente, no sabía cómo interpretar. Solo acepte, sin saber que otra cosa hacer.
— Necesito hablar contigo. — Repitió. A medida que nos acercábamos la tensión en el ambiente aumentaba, no tenía ni idea que era lo que quería decirme pero solo escuchar el sonido acelerado de su respiración, lograba ponerme nerviosa.
— Vi las fotos...
Con eso logró captar por completo mi atención. Lo mire atenta, esperando que continuará, sin embargo no fue muy difícil para mí adivinar de lo que quería hablar. Esas fotos. Sí, de hecho todos la vieron. Esa era la razón principal por lo que cada persona murmuraba a mis espaldas y procuraban sacar algún tipo de información; era agotador, y realmente no quería pasar por eso, me sentía tan observada que no podía evitar sentir ansiedad.