E aquí mi corazón.
No siempre he amado a la soledad; ella me ha amado a mí.
E adorado al mundo; él me ha amado de la manera más cruel posible.
Y las personas bellas no sienten, viven.
Cuando aún los suspiros tenían menos pesadez y el corazón latía más por voluntad y no por necesitad, conocí el verdadero rumbo de la vida; corres, te paras, respiras frenéticamente y vuelves a correr. Sí, el daño es irreparable en estos casos.
E incluso, me han privado de la inofensiva sensación de “tiempo”; ya no hay segundo ni minutos ni horas por los que contar. Entonces, ¿qué me queda?