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Hania se encontraba inmóvil. Los gritos a su alrededor se desvanecieron, y lo único que podía escuchar era el latido acelerado de su corazón golpeando sus tímpanos.
Esa mañana en su casa en Madrid, cuando Maya entró a su habitación para despertarla y prepararse para el viaje, jamás imaginó lo que el destino le tenía preparado. Jamás pensó que su pequeña sería arrojada violentamente por un caballo, y mucho menos, que la persona que aparecería para salvarla sería precisamente él…
Alaric Moretti, el hombre que una vez amó con locura y padre de su pequeña.
La escena la dejó en un estado de shock.
Después de cinco años y seis meses, esa era la primera vez que volvían a verse cara a cara, y de qué forma. En un segundo, los recuerdos que tanto se había esforzado por enterrar volvieron con fuerza: las promesas rotas, la despedida amarga y el dolor que la había acompañado desde entonces.
—¡Mamma!
El llamado de su pequeña la obligó a reaccionar. Aunque estaba aterrada por el inesperado reencuentro con su ex y muchas preguntas rondaban su mente, trató de recuperar la compostura y se aproximó apresuradamente hacia su hija para socorrerla. Nada era más importante ahora que verificar el estado de la niña.
Maya, todavía con lágrimas en los ojos y asustada por el caos reciente, se aferró al cuello de Alaric, buscando consuelo. Esa cercanía provocó un extraño sentimiento en el corazón frío del italiano. Algo que no pudo explicarse así mismo.
—Maya, mi vida... —dijo Hania con voz temblorosa. A su lado, Kendra y el resto trataban de ayudar. Tomó a Maya de los brazos de Alaric, pero en ese roce sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
«Qué jugarreta del destino es esta» pensó Alaric, sintiendo una tormenta de emociones arremolinándose en su interior: ira, amargura y un dolor profundo que le recordaba la traición que nunca pudo perdonar.
—Amor... —Kendra se apresuró a ayudar a Alaric, pero él la apartó secamente, sin querer que lo distrajera de la escena que se desarrollaba frente a sus ojos.
No era su imaginación.
Se veía demasiado hermosa para no ser real.
Hania estaba realmente allí. Una parte de él sintió una inexplicable emoción.
—Mamma... —sollozó Maya una vez más. Esa palabra resonó con fuerza en los oídos de Alaric, apretándole el pecho con una punzada dolorosa. Tal vez era porque, en lo más profundo de su ser, sabía que esa niña podría ser su hija, o quizás porque le recordaba la traición de Hania que aún lo atormentaba.
—Ya, mi vida, tranquila, todo está bien. Mamá está aquí —le susurró Hania con voz cálida mientras la acariciaba dulcemente.
Maya no dejaba de llorar. La pobrecita seguía muy asustada y temblorosa.
La mirada de Alaric seguía fija en la de Hania mientras ignoraba por completo la preocupación de su prometida y de los demás. No perdía detalle de la forma en que su ex acariciaba a la niña.
¿Cómo era posible que estuvieran ahí?
Comenzó a atar cabos y rápidamente dedujo que su ex se encontraba allí porque probablemente era la cantante que Kendra había contratado para la boda. Lo que lo desconcertó muchísimo. ¿Qué se proponía Hania al haber aceptado? Era imposible que no supiera que él era el novio. Seguramente estaba tramando algo para echar a perder la celebración. No encontró otra explicación a su presencia y a la de esa niña. El ceño de Alaric se frunció mientras se ponía de pie con esfuerzo. El dolor en la espalda se agudizaba.
Las piernas de Hania comenzaron a temblar a medida que el italiano se incorporaba y enfrentaba su mirada gélida.
—Con cuidado, cariño —le decía Kendra, intentando que Alaric se apoyara en ella.
¡Con que él era el novio!
El shock invadió a Hania por completo.
No podía creerlo. La boda para la cual fue contratada era de su ex novio. Si Kendra no le hubiera dicho que iba a ser una sorpresa para el novio, juraría que él la había contratado con la única intensión de burlarse de ella, de herirla.
—Señora, lamento no haber estado aquí para proteger a Maya —le dijo Ryan, apenado, pero ella no respondió, se quedó congelada en su sitio, casi sin poder respirar.
Kendra y los demás notaron la tensión palpable en el aire, así como la intensidad en la mirada de Alaric y Hania.
—¿Tú...? —murmuró Alaric con voz baja, llena de incredulidad y rabia contenida.
Hania le sostuvo la mirada con firmeza decidida a no dejarse intimidar, pero su corazón latía desbocado.
—¿Ustedes se conocen? —inquirió Kendra, ajena a la gravedad de la situación, pero notando la familiaridad con la que su prometido observaba a su invitada. Su reacción no parecía ser solo debido a estar parado frente a una estrella famosa, además él no era de los que se impresionaban con algo así.
Hania sintió un nudo formarse en su estómago al captar la furia en los ojos de Alaric, esa misma mirada que la taladró cuando él la abandonó semanas antes de su boda. Sabía lo que iba a pasar; seguramente la negaría. Se negó a darle ese gusto.
—No, claro que no —respondió Hania con una frialdad palpable. La mentira salió con tal descaro que encendió aún más la rabia del italiano. ¿Qué pretendía negándolo?—. Gracias por salvar a mi hija.
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Editado: 22.11.2024