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— ¿Me dirás que está pasando? — al mirarlo, todo se repite en mi mente como una cruel película, desde que caminé por ese oscuro callejón hasta que estuve en la fría sala de interrogatorios.
El hombre fue condenado a treinta años de prisión por los cargos de intento de homicidio, posesión de arma de fuego sin permiso y algunas otras cosas.
— Aléjate. — le digo débilmente cuando lo veo acercarse, se detiene y me ve con preocupación, no puedo tenerlo cerca. No puedo. Cierro los ojos para no verlo, para no sentir su presencia,
— Jolie, puedes confiar en mí, somos amigos. — da otro paso y yo retrocedo uno, de verdad que no puedo.
— No puedo tenerte cerca Seth. — me las arreglo para decir, con mi voz se rota y mis ojos llenos de lágrimas contenidas. Mi labio inferior tiembla y lo aprieto fuertemente.
— Sé que no estás bien, pero yo puedo ayudarte... — empieza a decirme.
— ¿Cómo puedes ayudarme Seth? ¿Cómo puedes ayudarme a superar traumas? Dime... ¡Dímelo Seth! — No puede, sé que no lo logrará.
— Te puedo llevar con psicólogos, es bueno que recibas atención profesional. — No me puedo librar de esto, los recuerdos se reproducen día tras día, pesadilla tras pesadilla, tortura tras tortura.
Es imposible que me ayude a superar algo que simplemente no se puede, un psicólogo no creo que me ayude de mucho.
— Has el intento. — insiste. — Por tus hermanos, ve a un psicólogo por ellos y por ti, no por mí, por ellos. — ha dado en el blanco, haría todo por ellos. Asiento levemente después de un rato.
Él se acerca rápidamente, antes de que pueda reaccionar me rodea con sus brazos, demoro un poco en procesarlo y corresponderlo, es extraño abrazar a alguien que no sea Jace, James, Sofie o Charlotte.
— Si. — respondo de manera clara, tomando mi decisión. — Tengo que irme a casa. — le aviso.
— ¿Te acompañó? — Niego con la cabeza, soltándome de su agarre. Necesito estar sola y parece entenderlo.
— No es necesario. — respondo, me despido con la mano, entro al auto y me voy.
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Saqué todo el dinero de una tarjeta que encontré sobre el microondas. Hace unas 5 horas que llegue de sacar el dinero, tecleo en la computadora "psicólogos" y la zona donde vivo, me aparecen varias opciones, bien, esta parece buena.
Tiene demasiados títulos y no cobra demasiado, tomo mi celular y llamo el número marcado en la página web.
— Buenas tardes. — saluda una mujer de manera formal, esperando mi respuesta y que es lo que necesito.
— Buenas tardes, quiero... no, necesito una cita con la psicóloga Lina. — Hablo de manera tranquila, todo lo contrario, a lo que siento.
— Claro, tengo espacio para mañana a las 10, ¿Le parece bien? — me pregunta.
— Está bien, la cita a nombre de Katherine Evans. — Escuchó como teclea y se agita un poco el teléfono.
— Perfecto, hasta mañana señorita. — se despide antes de colgar.
Espero y me ayude de algo, necesito estar bien por mis hermanos y por mí.
Hablando de ellos, se me hace tarde, tomo las llaves y salgo en camino a su escuela.
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No puede ser, ¿Por qué él? Bajo del carro dando un portazo, llegó a donde se encuentran mis hermanos y por eso me refiero a todos, incluyendo a Gregor quien se ve molesto e irritado y a la vez, cansado.
— ¡Por favor vámonos ya! — Les grita y eso me hace enojar, toma a Sofie del brazo, la menor se remueve incómoda, intentando soltarse del agarre del mayor.
— Katherine dijo que no nos fuéramos de aquí con nadie que no fuera ella. — repone la pequeña, frunciendo el entrecejo.
— ¡No se va a ir contigo a ningún maldito lugar! — Diablos, insulte frente a Sofie Ups. — Vallan al auto.
— Ya llegó la oveja negra de la familia. — Ironiza con una sonrisa burlona, lo que no se espera es que pinto una mucho más grande en mi cara. Tratándome la acidez que sube por mi garganta.
— ¿Qué es lo que quieres Gregor? — le pregunto. — Ellos no se irán contigo. Me necesitan a mí, a su hermana mayor.
— ¿Y a su hermano mayor? — ingiere, a pesar de que un nudo se forma en mi garganta, le respondo.
— No estás en condiciones para ayudarlos. Por más que quieras, no puedes. — me mira fijamente, sonriendo amargamente.
— Lo dices porque pasaste lo que yo. — corrobora, una lagrima solitaria rueda por mi mejilla. Niego con la cabeza varias veces.
— No es eso, Gregory y lo sabes muy bien. — digo. — No es tu culpa, ni la mía lo que ocurrió, lo que sucedió después y lo que ocurre ahora es nuestra culpa o por nuestras decisiones.
— ¿Crees que es mi culpa? No lo es, Katherine, todos consideramos que es la tuya. Lo siento, pero es la verdad.
— Tú decidiste meterte en ese mundo, yo no te obligue, ni te orille a que entrarás a él, fuiste tú y tan solo tú. — le echó en cara. — Pero mi oferta sigue en pie, ¿Aceptas?
— ¿Cuál es el truco? Ni digas que nada, ambos somos Evans, sé que pedidas algo, pero ¿Qué? — me quedo boquiabierta mirándolo.
— Ya te lo dije antes y te lo repito hoy, no hay ningún truco, Gregor, simplemente te tiendo la mano para ayudarte a salir de tu pozo. Acepta o quédate allí hasta que te ahogues. Esas son tus opciones. — planteo.
— Bien. Te estoy permitiendo ayudarme. — cede. — Pero no quiero presiones, sé que necesito ayuda, a pesar de todo, estúpido no soy. Lo hago primero por mí y para terminar de cumplir mi sueño.
— Eso es algo que admito de ti. — admito. — A pesar de toda la mierda a tu alrededor, no abandonas tus sueños, los persigues cada vez con más fuerza. Aun cuando tus adicciones te arrastran hacía atrás.
— Ya lo vez, los Evans nunca se rinden. — sonríe de lado, permitiéndole ver a ese niño pequeño con el que jugaba todos los días.
— ¿Estás seguro? — inquiero. Levanta las cejas, abriendo los ojos en el acto, permitiéndole ver ese gris que todos los Evans poseen. — Jura que no harás nada que atiente contra la integridad de mis hermanos,