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La odiaba.
Estaba claro que lo hacía y no fingiría que me agradaba, jamás me fallaría de esa forma, no a mí, no a mi primo, no cuando era lo único bueno que había en mi vida, con su radiante sonrisa y carisma, Dante Lee.
Un pilar en mi vida, una influencia para odiar aún más Katherine Evans. Una completa arpía sin corazón. Un ser repugnante, la peor de las plagas.
Intento resistir el maldito arresto, pero nada funciona, el chico en ropa interior me mira con pánico, no por el que me pase, si no, porque se involucró con una chica que está siendo arrestada por haber cometido un crimen.
El rumor no tardará en llegar a oídos de todos.
La imagen de toda mi familia caerá por la borda.
¿Todo por qué? Por intentar arruinarle la vida a cierta pelinegra, tal cual hizo ella con mi primo y conmigo.
Tan rápido la admiración se transforma en odio. En uno tan puro y asfixiante como el que yo sentía, aquí el peligro de la admiración, un movimiento en falso y todo se cae por la borda.
— ¿La conoces? — me pregunto Dante, mirándola fijamente con resentimiento.
— Lo hago, es una maldita arpía que no se conforma con robarme a mis amigos, también va por mi chico. — respondí alejando la fotografía de mi campo de visión, asqueada.
— Bien. ¿Del uno al diez que tan lejos la quieres de tu vida, prima? — averiguo con curiosidad, saque la paleta de mi boca antes de volver a meterlas.
— ¿Qué parece, idiota? Es un diez. Siendo clara, la sacaría a patadas si fuera necesario, la odio, no la soporto y jamás lo haré. — se fue sin darme explicaciones de nada, simplemente me dejo con un montón de dudas.
Las cuales no tardaron en ser saciadas.
Una pareja se presentó frente a mí el día siguiente, me miraron con altanería y soberbia, los reconocí enseguida.
Sus padres.
Los padres de Katherine.
Espere a que dijeran algo mientras miraba el parecido con su hija, mismo cabello, misma pose de suficiencia, el mismo ego que la caracterizaba. Sobre todo, lo demás, los ojos grises, la piel morena y las pecas esparcidas por la nariz.
— ¿Lea?
— Soy yo, ¿Qué quieren? — pregunte dando un sorbo de mi batido de piña, cruzando las piernas y tomando una pose altanera. Se sentaron frente a mí.
— Aquí está tu oportunidad de sacarla a patadas. — no capte a que se refería, la mujer deslizó un sobre blanco por la superficie de la mesa, se veía lleno, lo tome y lo abrí.
Dinero.
Mucho dinero, eso era lo que aquel sobre contenía, lo guarde en mi bolsa, mirando a ambos lados, esperando que nadie nos viera.
— ¿Qué tengo que hacer? — me sorprendió que ellos me hablarán a mí y me contratarán para arruinar la vida de su hija.
— Anudarnos a deshacernos de ella. Hay un plan que jamás podrá fallar. — comenzó a decir el hombre. — Sus hermanos, son su punto débil, atacaremos primero por allí, después tú te encargadas de que algún chico le rompa el corazón. Hasta donde sabemos, manipular se te da muy bien.
— Se me da. — admití. — ¿Y si algo sale mal?
— Por favor niña. Somos los Evans, nada puede salirnos mal. — la mujer abanico su rostro, en un gesto de suficiencia. Decidí probarlos.
— Ella también es una Evans. — señale.
— No está a nuestra altura. Ahora, confías en nosotros y en nuestro plan o te quedas sin nada de nada, incluyendo a tu chico. — golpe bajo.
— Bien, es un trato. — acepte.
Y eso es lo que me llevo a mi situación actual.
Apriete mis ojos con furia, golpeando a uno de los hombres que me llevan a rastras, sentí un sabor metálico inundarme la boca, me habían golpeado. Tal vez y allí tenía un punto a mi favor.
Me habían agredido.
— No te hagas ilusiones niña, me agrediste primero. Eso no te servirá ante el tribunal. Ahora, tienes derecho a guardar silencio, todo lo que digas puede y será usado en tu contra. — Ya faltaba que dijeran esa frase cliché de las series policiacas.
— ¿Por qué me arrestan? — inquieto cuando me meten al vehículo.
— Ya lo sabes. Lo tienes muy en claro y todas las pruebas apuntan a que sí. No hay nada en tu favor, a menos de que tu abogado haga magia, te podrías en la cárcel. Una lástima, tenías futuro por delante. — murmura una oficial.
Maldito sea el día en el que confíe en el tan infalible plan de los Evans. Y el día en que comenzaron a existir como una plaga apestosa.
Y me maldigo a mí por haber confiado en algún Evans.
Por el retrovisor observo mi cabello decolorado, el chico me habría ayudado a darle un retoque, era mi maldito estilista personal. Más le valía mantener la bocota cerrada.
El plan había ido bien al inicio. Supe manipular a Jace, es un chico listo y debí andarme con cuidado, cuidar cada palabra que saliera de mi boca. Pero al final, lo logre, Katherine estuvo en coma por intento de suicidio.
Se ablando, un chico la arrastro a su perdición.
Pero al final sus padres terminaron perdiéndolo todo, Gregor, su hijo, murió por sobredosis en un arranque de pánico por el estado de su hermana menor, a pesar de todo, él la quería con locura. Lo que lo llevo a su final.
Ella lleva a todos a su final.
Lo he dicho antes y lo repito de nuevo, Katherine pudre todo lo que la rodea, consume su luz y se apropia de ella, todas las desgracias ocurren cuando ella está seca. Lo que ocurrió con Seth fue justo antes de que ella llegara a la escuela y, por ende, a nosotros.
Mi chico fue quien la acerco a nosotros, justo con nuestra caída. Primero fue él, después yo, ¿Ahora quien seguía?
Soporte a Beatriz por mucho tiempo y eso que fue solo por Seth. Termino cayéndome bien y entonces la desgracia nos azotó con fuerza.
Ya no estaba, ni ella ni nadie, se habían ido.
Lagrimas pican en mis ojos y las conservó allí durante todo el camino, no perderé mi dignidad, no hoy y no aquí. Siento como el vehículo frena, la mujer me baja con un poco de cuidado, llevándome a rastras al interior de la comisaría.