Llegaste tú [01]

|H e r m a n o s|

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— Le arruino la vida. Por ende a nosotros. — comienza a relatar la mujer, manteniendo una expresión petulante. Como si ya nada le importará, su esposo no se mueve, no hace nada por callarla y evitar que siga relatando. — Era mi pequeña estrella, mi niño.

— ¿Qué ocurrió?

— Ella ocurrió.

— ¿Qué lo desató todo? — ingiere de nuevo el otro hombre en la habitación, buscando más información.

— Como ya lo dije, ella. — hace una breve pausa. — Inteligente, así lo describiría. Siempre fue tan listo y perspicaz, el mejor de su clase, siempre estaba en primera plana, de todo. Estábamos orgullosos de él, de lo que podría lograr. Estuvo cerca de hacerlo, doctor, mi hijo sería doctor. Pero murió. Ella lo mato, sin ningún atisbo de piedad.

— ¿Es consciente de lo grave de su acusación?

— Sí, ¿Cree que soy tan idiota para hacer una acusación sin argumentos? Pero le doy la respuesta, no. Lo asesino desde que era un niño. Desde que ambos lo eran. Termino con él, con sus sueños y esperanzas, lo dejo sin nada, se lo llevo todo. — aprieto los labios intentando no echarme a llorar —. ¿Alguna otra pregunta?

— Sea franca, no soy adivino, necesito hechos, mucha más información que las migajas que me está dando. — responde el oficial, el hombre se mantiene en silencio, no piensa opinar no decir nada al respecto.

— Lo arrojo del techo. Daño su cerebro. — jadeo por las sensaciones que me provoca. — Katherine arrojo a su hermano mayor del techo, casi lo mata, el entro en coma, tiempo de agonía para nosotros. Ella nunca se sintió culpable. Cuando Gregor despertó no era el mismo. ¿Cómo iba a serlo?

— ¿Contempló el hecho de que pudo ser un accidente?

— No lo fue, es un demonio roba almas, se regadera del dolor de los demás, eso la mantiene viva, nada más que el sufrimiento ajeno, mírela, una psicópata. Molesta a sus compañeros de escuela, los destruye, mi hijo fue su primera víctima, más no la última. Fuimos mi esposo y yo, ¿Quiénes siguen? Sus hermanos. Ira por ellos. ¿Quiere un consejo? — se inclina hacía enfrente. — Quítenle a los niños, no sé ni que hizo para que no se los quitaran.

— ¿Admite que le pago a un hombre para... dañarla? — termina preguntando el oficial, todo está siendo gravado.

— No hablaré más sin un abogado presente. — murmura.

— Todas las pruebas están en su contra, con o sin abogado ustedes dos terminarán en prisión, de una forma y otra. Sus cómplices admitieron todo, los delataron y con todas las pruebas en un tribunal, solo diré que me gustan los finales felices.

— ¡Él me obligo!

— ¿Yo? ¡Tú fuiste la loca que nunca lo supero! — se defiende, hablando por primera vez mi progenitor.

— ¡Tú el loco que la golpeo! — contraataca.

— ¡Hizo que se perdiera en las drogas!

Sollozo cuando todo me supera, Gregor, mi hermano mayor, a ese que le arrebate sus sueños por un juego. El mismo que murió de sobredosis. Gregor Evans, aquel chico que se encargo de hacerme reír desde el día uno.

Ya no está, y jamás estará, dejamos tantas cosas pendientes, quería solucionar lo que ocurrió hace tantos años, cuando solo éramos niños. Unos estúpidos mocosos que creyeron que jugar en el techo era buena idea.

Muerdo mi labio inferior, intentando callar todo, guardarlo para mí, dejar que me consuma por dentro porque no soy capaz de expresarlo sin pensar en que todos me tendrán lastima, no quiero.

Un sonido cómico me abandona cuando intento detener un sollozo, mis ojos arden por la humedad acumulada en ellos, intento que ninguna gota resbale de ellos, pero es imposible, una tras otra caen hasta perderse en el suelo.

Las limpio con la manga de mi chamarra, muevo el rostro a un lado, evitando que me miren los ojos, me abrazo a mí misma en un intento de reconfortarme.

Joder, estoy tan mal. Muy mal, observo los ojos oscuros de la mujer, físicamente soy muy parecida a ella, lo único que no poseo son sus ojos, ahora es momento de mirar al hombre, cabellos oscuros y ojos grises, de la misma forma, soy muy parecida a él. Aprieto los labios, tomándolos una línea.

Soy rodeada por unos brazos, de igual manera me da vuelta hasta que puedo ver su rostro y me quiebro por completo, él fue la gota que derramó el vaso.

Lo rodeo con mis brazos, escondiéndome en su pecho, buscando más reconforte, acaricia mi cabello, buscando relajarme, no me contento y lloro lo que tengo que llorar, liberó todo lo que cargo desde años.

Sollozo una y otra vez, liberó lágrimas amargas llenas de energías negativas. Busco refugio como nunca hice.

Segundos, minutos u horas después soy capaz de alejarme un poco, buscando tomar un poco de aire, llore lo que tenía, todo lo que mi cuerpo cargo, lo que mi conciencia arrastro, fue liberado, se siente mejor.

— Seth... — logro decir, con la voz ronca y rota.

Shh. Puedes desahogarte tanto como quieras. — sus ojos verdes brillan entre tanta oscuridad, no soy capaz de decir nada. No puedo. — ¿Quieres que vayamos a casa?

Asiento.

Sin soltarme por completo me guía hasta el lugar donde dejo la camioneta de su padre, el frio cala en mis huesos, entramos y nos quedamos en silencio durante un largo rato, enciende la calefacción a lo más bajo que se puede, de igual modo con la radio, quiere que me distraiga y no piense en lo que acaba de ocurrir.

— Tenía ocho años —. Relato —. Él tenía doce, éramos muy unidos, una noche me invito a ver el cielo, decía que allí estaba su destino marcado. Lo acompañe, después le propuse jugar a la trae, era su hermana menor, accedió, lo estaba persiguiendo y...

Y llegó al borde, no me di cuenta y me abalance sobre él, lo tumbe del segundo piso, sangre, había mucha sangre, lo llevaron al hospital de inmediato, me dejaron sola y culpabilizada de todo. Llore en por horas sin saber que ocurría en realidad.

— Si no quieres hablar no lo hagas, ml estas obligada a nada. — dice con suavidad, como si tempera que me rompiera aún más de lo que ya estoy.




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