Llena eres de gracia.

Capítulo 4: Presentación.

—Niña, hemos llegado tarde, vea los carruajes ya están aquí—chillo Guadalupe mientras caminaba detrás de Isabel   

—Niña, hemos llegado tarde, vea los carruajes ya están aquí—chillo Guadalupe mientras caminaba detrás de Isabel.

—Es lo que menos me importa, Guadalupe.

— ¿Retara la autoridad de su padre? Hágame caso, niña, no haga enojar al señor.

Isabel suspiro y detuvo su paso para mirar a Guadalupe, después de unos minutos asintió.

—Está bien, entremos.

—Pero niña no está presentable.

Isabel se examinó y palpo su peinado.

—Me siento presentable, no debes asustarte, Guadalupe.

Isabel apresuro su paso y entro a la casa, se quitó sus guantes de cuero color mostaza y se los entregó a Guadalupe. Escucho murmullos de la sala de estar por lo que supuso que era donde estaba esperando su futuro esposo. Aspiro aire y se detuvo cuando estuvo por entrar, el sonido de una melodía inundo sus oídos.

Isabel comenzó a acercarse al salón en donde su padre había designado como un espacio para descansar, donde había un piano y tres libreros.

Al entrar con cautela pudo encontrar a un joven que llamo su atención, un joven tan delicado, pero a la vez con rasgos fieros. Se quedó quieta por unos momentos para lograr escuchar un poco de la melodía que el joven interpretaba con delicadeza y con los ojos cerrados. Después de unos minutos él decayó tocando varias teclas a la vez, se encorvo y llevo su mano al pecho, respiro profundamente y volvió a enderezarse.

— ¿Quién me acompaña? —murmuro mientras buscaba algo entre su saco para después suspirar decepcionado, después de unos minutos se giró para encarar a quien había interrumpido y quedo perplejo al ver a Isabel. Si bien, era cierto que había conocido a muchas jovencitas, pero eran francesas. Isabel era criolla, aunque a su padre no le agradaba ese título y dejaba con más aprecio su origen español. Pero Isabel fue una gran sorpresa para Jacques, tanto que llego a pensar que quizás los matrimonios no eran tan malos como pensaba.

—Usted toca hermoso—susurro Isabel mientras se adentraba a la habitación. — La música es un buen arte y el buen arte transmite cosas sensatas y hermosas según la persona lo haga, mi padre me ha dicho eso.

—¿Sabe tocar piano?

Isabel negó.

—Mi padre no confía en que lo haga bien.

—Perdóneme que intervenga señorita, pero ¿Cómo es su padre capaz de criticar sin siquiera haberlo comprobado?

—No puedo opinar lo contrario a mi padre, señor.

Jacques se acomodó elegantemente.

—Rousseau.

Isabel abrió los ojos como plato y después carraspeo, hizo una reverencia.

—Que imprudencia la mía, le ruego perdone mi falta de respeto.

—Ya lo he hecho, señorita...

—De Villaseñor y Mendoza. Isabel De Villaseñor y Mendoza. Jamás imagine que usted sería el Señor Rousseau.

Jacques se acomodó su saco.

—Yo diría lo mismo, Señorita De Villaseñor. -Jacques sonrió —Un enorme placer.

—Vaya forma de conocernos, si no le molesta mi interrogante, señor Rousseau, ¿Por qué esta aquí y no en la sala junto a sus padres y junto a mis padres?

Jacques suspiro.

—Señorita De Villaseñor, soy un joven Parisino ¿Se da cuenta de todo lo que pase por llegar a Santa María de la Ribera (1), donde usted habita? Definitivamente no tengo ánimos para tener conversaciones acerca de mi futuro.

Isabel bajo la mirada, tomo aire y miro a Jacques.

—Debería disculparme, pero también debería estar en mi lugar, de igual forma no me apetecería a ir un lugar solo para escuchar como deparan mi destino como si se tratase de un vestido de fiesta.

Jacques se sobresaltó.

—Quizás mis palabras fueron demasiado, discúlpeme señorita.

Isabel suspiro.

—Lo hago, señor Rousseau. Ahora que nos hemos conocido, creo que sería conveniente aprender a sobrellevarnos a partir de ahora.

Jacques se confundió un poco y trago saliva.

—Se refiere... ¿Se refiere a que ya sabe que voy a radicar por un tiempo aquí?

Isabel asintió.

—Tal y como lo ha dicho. ¿No es usted el señor Rousseau? Claro que he oído eso, mi padre me lo ha confirmado con sus propias palabras. Ha dicho que obedezca a todas sus peticiones.

—Agradezco las atenciones, señorita De Villaseñor, pero no es necesario demasiado.

—Y comencemos por ello... muy pronto estaremos en unión de santo matrimonio así que...

—¿Matrimonio? — interrumpió Jacques.



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Editado: 12.03.2018

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