Isabel había entrelazado su brazo con el de Jacques, ambos tardaron darse cuenta de la confianza que había entre ellos para realizar aquel gesto.
— ¿Qué quería comentarme, señor Rousseau?
— Sobre el incidente de anoche, Señorita De Villaseñor. Quiero asegurarme de que su trato hacia a mí no sea diferente.
— ¿Diferente?
— Me refiero a que...— suspiro. — He sido tratado como un invalido, no quiero que eso pase con usted.
Isabel se detuvo y miro a Jacques.
— Jamás ha pasado por mi mente eso, Señor Rousseau. Pierda cuidado, mi trato seguirá siendo el mismo, aunque no ocultare mi preocupación por usted.
— ¿Usted se preocupa por mí?
Isabel balbuceo y siguió caminando, Jacques se quedó quieto observando como Isabel se adelantaba hasta que se detuvo y se giró a verlo.
— ¿Siente ánimos de salir?
Jacques enarco una ceja.
— Normalmente me aburría así que acompaño a Guadalupe en las compras.
Jacques fue empujado, pero recobro el equilibrio y tomo el paso de Isabel y Guadalupe.
— ¿De verdad solía venir aquí? ¿Venían solas?
Isabel rió.
— No es nada del otro mundo, Señor Rousseau.
Jacques nuevamente fue empujado. Era de esperarse de un lugar concurrido. Jamás imagino que Isabel lo llevaría al mercado de San Juan (1).
Jacques encontró un lugar lleno de gritos en donde cada persona ofrecía su producto. Algunas un tanto peculiares, Guadalupe no solo hacia las compras para la casa de sus señores, también aprovechaba para hacer las de su propia familia, que eran pobres a comparación de la compra para el sustento de la familia De Villaseñor.
— No me imagino a alguien comer hueva de mosca. (2) — Hablo Jacques mientras se lo decía en el oído a Isabel. Guadalupe se había parado a comprar y siguieron con su marcha.
— Usted come caracoles, Señor Rousseau. Y nadie le dice nada.
— ¿A caso aquí no se comen?
— En salsa sabe bueno, Señor- respondió Guadalupe sin dejar de caminar.
— ¿Salsa? ¿Alguna reducción (3)?
Isabel puso los ojos en blanco y rió.
— No como usted lo imagina.
Jacques asintió y entendió que era el momento para quedarse callado. En ese lugar noto que en varias ocasiones chocaba con Isabel y la tenía tan cerca que llego a identificar un aroma de Jazmín en ella. Sus manos incluso se tocaron en varias ocasiones, pero al parecer Isabel hacia caso omiso a ello.
— ¿Qué es eso? — pregunto Jacques mientras se encontraban en la salida del mercado. Guadalupe había conseguido todo lo que quería y ahora era necesario volver a casa.
— Chapulines y acociles (4)
Jacques hizo un gesto.
— De verdad aquí comen todo lo que se mueve.
Isabel dijo algo en el oído de Guadalupe y ella respondió "Enseguida, niña" y salió corriendo.
— ¿Qué es lo que...?
— Dígame, Señor Rousseau— Isabel se acercó a él y tomo su brazo, dicho contacto lo puso nervioso. — Dice tener conocimiento acerca de la gastronomía ¿O me equivoco?
— En absoluto, pero que...
— Por lo tanto, usted debe tener presente diversos aromas y sabores a su paladar ¿No es así?
— Bueno, sí, pero sigo insistiendo que...
— ¡Aquí esta niña!
Isabel extendió la palma de su mano sin dejar de mirar a Jacques.
— Entonces pruébelo.
Isabel dejo a la vista un puñado de Chapulines. Jacques se sobresaltó.
— ¿Qué está haciendo? -interrogo con tono alterado Jacques.
Isabel se encogió de hombros.
— Entonces está fallando a su palabra de tener un amplio conocimiento gastronómico— dijo con desdén.
—Rectifico, sigue siendo peligrosa, a pesar de su corta edad.
Isabel se encogió de hombros.
— Que decepción me he llevado.
Tomo un chapulín y lo trago, Jacques quedo anonadado.