— Vamos, Señor Rousseau. ¿De verdad sigue molesto? — Se mofaba Isabel. Jacques seguía observando el panorama a través de la ventanilla del carruaje.
Isabel suspiro divertida y comenzó a platicar con Guadalupe.
No fue hasta que llegaron a la casa, Isabel acompaño a Guadalupe a la cocina a dejar las cosas. Jacques sin decir nada siguió caminando hacia la entrada de la casa, pero después de meditar se arrepintió y siguió a Isabel.
— Señorita De Villaseñor, quisiera...— comenzó a toser y sentir picor en la garganta. — ¿Fui envenenado? Eso que me dio...
Isabel soltó una carcajada.
— ¿Se burla de que este muriendo? ¡Asesina! ¿Qué le he hecho?— siguió tosiendo y sintiendo el picor en su garganta más fuerte.
— Nada de eso, Señor Rousseau— Isabel señalo con su mirada, donde Amparo está tostando chiles, cebolla, ajo, xoconostle y jitomate.
— ¡Caray! Estará picosa entonces— canturreo Amparo.
Jacques siguió observando con curiosidad, hasta que vio en el suelo a Guadalupe y ejercía presión contra una piedra aplanada.
— ¿Qué hace, jovencita? — Jacques se acercó con rapidez a Guadalupe.
— Moliendo el nixtamal (1), señor.
— ¿Qué?
— Pa.' las tortillas. — Guadalupe siguió moliendo granos de elote en el metate. Jacques sabiendo que no comprendió se puso de pie y logro ver a Amparo moler los chiles, el xoconostle, la cebolla, el ajo y el jitomate en otra piedra cóncava.
— ¿Qué está haciendo?
— Salsita, señor.
Jacques se sentía mareado, el simple hecho de no comprender nada lo aturdía.
— Es nuevo en esto. Pronto se acostumbrará.
Después de varios minutos de molcajetear, Amparo coloco el molcajete en la mesa, Jacques observo como Amparo y Guadalupe comenzaban a formar tortillas a una velocidad impresionante que lo dejo con la boca abierta constantemente.
— Pruebe, señor.
Amparo le dio una tortilla a Jacques. Él la tomo y probo de la salsa de Amparo.
Sintió un calor inundar su cuerpo y sintió como su lengua ardía.
— ¡Agua! — grito
Isabel rió, y fue Guadalupe quien le dio agua. La tomo apresuradamente cuando el ardor se calmó, Jacques limpio su nariz debido a que había moqueado.
— Es delicioso, pero pica- se limitó a decir.
— Fue un poco lejos esta vez, Señorita De Villaseñor.
Isabel rió, caminaba del brazo de Jacques hasta su casa.
— Fue divertido ver como pensaba que lo había envenenado.
— Estuve asustado ¿Sabe?
— Lo lamento, entonces.
Jacques se llevó una mano a su pecho y se quejó.
— ¿Se encuentra bien? — Isabel auxilio a Jacques, pero este tomo aire y se incorporó.
— Estoy bien, no se preocupe.
— ¿De verdad?
Jacques noto en la mirada de Isabel que estaba afligida. Él asintió y siguieron su camino.
En cuanto entraron a la casa, Isabel escucho murmullos y risas, se adentraron a la sala y se encontró con su madre y su prima Fátima sentadas en el sofá con una taza de té humeante. Fátima aun llevaba puesto un sombrero ostentoso de color azul al igual que su vestido. Llevaba anillos de plata en cada dedo de su mano. Sonrió.
— ¿Han llegado... juntos? — Pregunto Magdalena con desconfianza.
Isabel miro a Fátima, quien se levantó y fue en dirección a Isabel.
— ¡Querida prima! — Tomo a Isabel de sus hombros y le beso en ambas mejillas — ¡Que grata sorpresa encontrarte! ¿Me has extrañado? ¡Por supuesto que sí!
— Prima... has venido...
— ¡Claro que lo hice! ¿Cómo no volvería?¡No es magnífico!
Isabel asintió y miro a su madre.
Magdalena asintió.
Fátima se separó de Isabel y camino en dirección a Jacques.
— No lo había visto por aquí— dijo de forma coqueta, extendió su mano y Jacques la tomo para depositar un beso amable, extrañamente Isabel se sintió amenazada. — Fátima De Villaseñor y Mondragón. — sonrió coquetamente.