Llena eres de gracia.

Capítulo 18: Deshonor.

Magdalena concedió el permiso a Amparo y a Guadalupe se ausentarse para enterrar a Manuel, Isabel quien quería ir para consolar a su dama tuvo que quedarse a guardar en su habitación, ya que su padre y su madre se opusieron   

Magdalena concedió el permiso a Amparo y a Guadalupe se ausentarse para enterrar a Manuel, Isabel quien quería ir para consolar a su dama tuvo que quedarse a guardar en su habitación, ya que su padre y su madre se opusieron.

Cayo la noche y Guadalupe aun no llegaba, Isabel desesperada por ello estuvo caminando de aquí para acá, se encontró con Alain y tomo el té con él, a pesar de que sus pensamientos no estaban en aquel momento se las ingenió para complacer con sus palabras a Alain, quien quedó fascinado. Pero tuvo que irse debido al llamado de su padre acerca de negociaciones que muy pronto el heredaría.

Fatigada de no tener respuestas se propuso a vagar por la casa para lograr distraerse en lo que Guadalupe llegara. Estuvo a punto de meterse a su habitación cuando encontró una figura que se cubría la cabeza y el rostro con un enorme sarape que llegaba hasta el suelo. Entro a la habitación que pertenecía a Jacques y a Alain, su curiosidad se encendió y se propuso a seguir aquel camino. Estuvo a punto de llegar cuando se encontró con Jules.

— Señor Rousseau. — saludo.

Jules hizo una reverencia.

—  ¿Se encuentra bien, Señorita?

Isabel aun aturdida y ansiosa asintió.

—  Me da la impresión de que esta urgida con algo ¿Puedo ayudarla?

—  Estoy bien, no hay que preocuparse.

Jules asintió y jugueteo con sus dedos de forma nerviosa.

—  Debido a su acción, denoto que hay algo que quiere decirme.

Jules tomo aire y asintió.

—  ¿Ha sabido algo de su dama?

Isabel pestañeo.

—  ¿Guadalupe? No, he esperado noticias de ella, pero no ha regresado. Me siento tan afligida por ella y su madre. Ambas mujeres se han quedado solas.

—  Se tienen la una a la otra.

—  Mi querida Amparo perdió a su marido cuando apenas tenía diecinueve años y tenía a Manuel de tres y a Guadalupe recién nacida. Y ahora mi hermosa Guadalupe ha sufrido la pena de perder a su hermano a la de edad dieciséis años. No imagino la pena que Amparo debe estar sufriendo. — Isabel sintió como su corazón se desgarraba, miro a Jules y con voz firme le contesto. - Pero señor, usted ha tenido cierto interés en Guadalupe. Dígame la verdad ¿Ha despertado algún interés suyo? ¿La quiere como criada? Si es así, déjeme aclararle que Guadalupe se quedara fielmente a mi lado.

Jules negó.

—  Mi estimación por la señorita Guadalupe es sincera.

Isabel miro sorprendida a Jules.

—  Una estimación bastante sincera pero lamentable. ¿Su familia sabe acerca de sus sentimientos?

Jules negó con tristeza.

—  Y ahora que usted lo sabe, le ruego que no le diga nada a nadie y que quede entre nosotros. Aprovecho para pedirle permiso de que me deje cortejar a su joven dama.

— Pierda cuidado, y yo no puedo acceder a ello, a mí no me corresponde. A quien debe pedir permiso de alagar a Guadalupe es a ella misma.

Jules sonrió y asintió.

— Entonces, seré sincero con ella.

— Lo que ella necesita ahora es sinceridad.

Jules hizo un ademán de despedida y se marchó, Isabel vigilando que se haya marchado se encamino a la habitación de Jacques y Alain, frente a la puerta comenzó a divagar si estaba bien lo que hacía o lo que no. 
 

— Le pido de la forma más amable y posible que se retire de mi habitación— Jacques estaba pegado a la pared poniendo una distancia de Fátima.

— ¿De verdad quiere que me vaya? Señor Rousseau, estoy consciente de que ambos necesitamos un poco de amor y que podemos aprovechar esta oportunidad— Fátima se acercó a Jacques.

— No necesito su amor, señorita. Su amor será destinado a un hombre que la quiera.

— ¡Y yo quiere que ese hombre sea usted!

Fátima desabrocho su corsé y dejo que cayera a sus pies, dejando a la vista su denuda figura.

— ¿Me dirá que no desea mi cuerpo? — Jacques miro el desnudo de Fátima, sintió como sudaba y trago saliva.

— Por favor, vístase y retírese.

Fátima entrecerró su ceño.

— ¡NO! Yo sé que me desea y yo a usted lo deseo.

Fátima se acercó a Jacques, tomo las manos de él y las coloco sobre sus pechos desnudos.

— Tan solo tóqueme y déjese llevar. Prometo satisfacerlo.

Fátima estuvo a punto de besarlo cuando la puerta se abrió de un golpe. Jacques miro atónito a la persona que estaba en la puerta.



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Editado: 12.03.2018

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