Llena eres de gracia.

Capítulo 20: Nuestro pecado.

— ¿Qué te atormenta, Jacques? — Murmuro Jules   

— ¿Qué te atormenta, Jacques? — Murmuro Jules.

— La desdicha de no poder arreglar un malentendido.

— Jacques... estas enamorado, eso es lo que te atormenta.

Jacques miro con incredulidad a su hermano.

— Sé que soy joven, más joven que tú, pero comprendo aquel sufrimiento por un amor que no puede ser— se excusó Jules.

Jacques iba a responder cuando Adolphe entro a la habitación.

—  ¿Te quedaras ahí? ¡Levántate ya! — Claudine quien entro tomo el brazo de su esposo y trato de tranquilizarlo. —  ¡Suéltame, Claudine! Debo poner en su lugar a este hombre.

Jacques comenzó a levantarse.

 — ¡Te compro tus medicamentos! ¡Te traigo a los mejores médicos! ¿¡Porque sigues decayendo!?

—  ¿Es mi culpa que mi corazón falle, padre?

— ¡Es tu culpa por no hacer que mejore!— Adolphe levanto sus manos al aire y salió dando zancadas, Claudine lo miro con tristeza y salió detrás de su marido.

 

Alain ayudo a bajar del carruaje a Isabel.

— ¿A dónde ha ido a esta hora?

— He ido a confesarme.

— Una culpa invadía su corazón y la hizo caer.

Isabel asintió con modestia y permitió que Alain la escoltara a la casa.

— ¿Su corazón ya está tranquilo?

— Mi mente lo está, señor Rousseau.

— Pero no me ha respondido si su corazón lo está. — Isabel se mordió los labios y cuando estuvieron en la puerta de su habitación, Alain la miro.

— Aún recuerdo el miedo que sentí cuando mi padre me informo que estaría prometido a una joven.

Isabel sintió culpa.

— Estaba verdaderamente asustado, pero ahora no es tan malo. Fue con verla que supe que usted seria mi esposa algún día, y me regocijé de alegría, como no tiene idea. — Alain tomo la mano de Isabel— Y ahora que estamos aquí, quiero declararle mi amor a usted de forma sincera, quiero gritar a los cuatro vientos que estoy loco por usted y que estoy dispuesto a tomar los votos del matrimonio con orgullo. Porque estaré feliz de verla junto a mí el resto de mi vida.

 

   

Jacques sentado en la orilla de su cama observaba como Alain dormía plácidamente, suspiro y se puso de pie para ir a ver por la ventana, la única luz que se permitía ver era el de la luna, presto atención una figura que con una vela corría a la pequeña capilla de la familia De Villaseñor. Tardo en lograr descifrar que se trataba de Isabel. Jacques se colocó sus zapatos y después se acomodó un abrigo de color gris. Se inmuto cuando escucho como Alain se movía de la cama, pero respiro alivio cuando noto que él solo se había girado de lado. Jacques abrió la puerta con cuidado y salió a encontrarse con Isabel.

Detuvo su paso cuando noto que salía de la capilla y con la vela aun encendida se dirigía al establo.

Después de unos minutos la siguió y cuando entro la encontró acariciando el lomo de un caballo. Se dio cuenta de la presencia de Jacques y solo asintió.

— Es muy tarde para que usted este fuera de su cama.

Isabel asintió y respondió con tranquilidad.

— Diría lo mismo de usted, escuche que tuvo una recaída. Debería estar descansando.

Jacques se acercó a Isabel.

— Señorita De Villaseñor, lo que sucedió aquel día...

— Usted es libre de sus acciones, Señor Rousseau. No tiene por qué darme explicaciones.

Isabel siguió acariciando el lomo del caballo y Jacques la miro perplejo.

— Su prima entro a mi habitación, ella se quitó la ropa a pesar de que le pedí que se fuera.

Isabel dejo de acariciar el lomo del caballo, su mirada denotaba felicidad y sorpresa. Negó con la cabeza y tomo la vela.

— Descanse, Señor Rousseau.

Isabel comenzó a caminar y paso al lado de Jacques.

— Isabel— murmuro Jacques, ante la sorpresa Isabel se giró a verlo.

Jacques quien luchaba contra sus emociones se acercó a ella y la estrecho contra él. El viento soplo y apago la vela, ante el tacto del cuerpo de Jacques Isabel soltó la vela.

— He ido a confesarme— repuso Isabel, Jacques la separo para verla.

— Usted está sintiendo lo mismo que yo, Isabel. Lucha por ocultar sus sentimientos y eso la hace sentir culpable, siente culpa con el hecho de saber que está enamorada de mí y yo de usted.

Isabel negó.

— Estoy cometiendo pecado— los ojos de Isabel se llenaron de lágrimas — He sido prometida a alguien más pero mi corazón es para usted.



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Editado: 12.03.2018

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