Lluvia

~CAPÍTULO 5

Tenía mis auriculares puestos, no estaba escuchando nada de música, pero me gusta poder estar atento a los ruidos de la calle, y mientras tanto, que nadie me moleste porque piensa que supuestamente no lo puedo oír.

Estaba caminando a pasos lentos, recién eran las 8:17, tenía tiempo de llegar tranquilo y con minutos de sobra.

Cuando doblo por la esquina veo a lo lejos que Luisa había llegado antes que yo, estaba acomodando las mesas en la vereda. Yo me acerco y hago como que no la vi, dispuesto a entrar directamente a la cafetería.

—Qué onda guapo, ¿te haces el difícil?— yo me doy vuelta y hago como si no entendí lo que dijo. 

—¿Perdón?, no pude escucharte— le digo mientras me saco un auricular y pongo cara de confusión.

Ella no tarda ni dos segundos en acercarse a mí sin disimular ni un poco.

—Así que me bloqueaste ¡eh!— Dice levantando una ceja mirándome directamente a los ojos —no voy a secuestrarte guapo— dice contra mi oído y se aleja mientras se ríe.

-Esta chica de verdad esta loca- pienso para mis adentros y entro a la cafetería. Cuando entro veo que todavía nadie más había llegado, así que aproveché y me fui para el fondo a cambiarme.

~•~

—¡El frappé de frutos rojos!— escucho el grito por quinta vez, y ya estaba estresándome.

—¡Que ya va, Roma!— le digo a los gritos a la chica que se encuentra en la caja. Yo estaba en la parte de atrás luchando con esta maquina que parecía trabada.

Cuando por fin lo había podido hacer, estaba tratando de ponerle la tapa y se me cae todo el frappé al piso. Maldigo para mis adentros apunto de arrancarme los pelos.

Siento que alguien viene rápido pero yo ni me volteo.

—Tranquilo, yo hago el frappé y limpio este enchastre— escucho una voz suave y tranquila, ¿de Luisa?, no lo creo. Me volteo y me encuentro a Luisa con una sonrisa. Pero no esa sonrisa que siempre tiene divertida o de soberbia, sino que ahora tenía una sonrisa suave, tranquila.

Yo solo asiento y me voy para adelante, me puse a enjuagar un trapo rejilla así limpio las mesas. 
Cuando estoy apunto de salir para la vereda veo que Luisa ya había terminado el frappé y ya lo estaba yendo a entregar. Seguí caminando y me puse a lavar las mesas que estaban vacías.

Ya eran las 11, de vuelta se encontraba vacía la cafetería así que aproveché en ir al fondo a descansar un poco, hoy hubo muchísima gente y eso fue agotador.

Cuando voy, veo que Luisa ya estaba ahí sentada concentrada en su celular. Yo me acerco a ella.

—Em... Gracias por ayudarme hoy— le digo con voz ronca y ella levanta la vista y sonríe.

—Por lo que vi no fuiste tan buen alumno ¡eh!— dice mientras pega una carcajada y yo ruedo los ojos -No pasa nada.

—No pensé que eras tan...

—¿Tranquila?— me interrumpe terminando ella la oración por mí.

Yo solo asiento.

—No te ilusiones guapo, ahora estoy en un break, más tarde seguimos— dice mientras me guiña un ojo, yo solo suspiro y le regalo una chiquita sonrisa.

Ella abre los ojos con asombro.

—¡Pensé que nunca iba a ver eso!— dice mientras empieza a aplaudir.

—¿Ver que cosa?.

—A vos sonreír— dice mientras comienza a reírse.

—No seas exagerada— digo mientras frunzo las cejas.

—Ya está, ya me parecía raro no verte con esa cara— dice mientras se sigue riendo.

Yo sólo suspiro. Por un segundo pensé que era normal.

—Y, ¿que estabas viendo tan concentrada?— le pregunto tratando de cambiar el tema.

Ella solo suspira. ¿Me parecía a mí, o en un segundo se puso mal? Algo le pasaba.

—No nada, solo miraba las redes— dice con una sonrisa falsa.

—"Y yo soy el hombre más simpático del mundo", dale— digo con sarcasmo y ella se ríe —a ver, ¡mostrame!— me acerco tratando de ver la pantalla.

—¡Que no!— dice, mientras aprovechó la oportunidad de que me acerqué y me sacó mi billetera del bolsillo trasero. 
—A verrr que tenemos acá— dice con sonrisa picara mientras la abre.

—Dame eso, Luisa— digo serio.

Ya para ese momento estábamos los dos a los forcejeos corriendo por todo el cuarto.
Ella la abre y saca de ahí una foto y se queda quieta con la boca abierta.

—Jodeme que sos papá luchón— me mira sin pestañear ni un segundo.

Era una foto mía con 16 años cargando a Narella hecha una bebe regordeta con solo 3 años.

—Que me des eso, ¡mierda!— exclamo enojado.

En un intento de forcejeo para quitársela, nos caemos los dos sobre el banco que había ahí, ella queda arriba mío y nuestras miradas se conectaron, sus ojos marrones como almendras miraban fijamente los míos. La tenía tan cerca que nuestras narices rozaron y nuestras respiraciones se convirtieron en una sola.

 




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