Lluvia de Estrellas

La felicidad

Aria, para su gran sorpresa (ya que no era propio de ella el tener buena memoria) recordaba el día que había adoptado a su gato, como si hubiera sido ayer. El cómo había sucedido lo que acostumbraba a llamar "el reconocer al amor de su vida".

Tres años atrás, en uno de esos inolvidables días de primavera en los que los rayos del sol parecen querer hacer sentir su calor en nuestra piel o asar nuestros órganos desde dentro, ella se encontraba caminando por una de las tantas calles vacías de su ciudad, llevando su mochila de lado y del otro, un –ahora–, poco útil abrigo.  En aquel tiempo, solía medir la distancia en canciones: cinco para llegar a casa, siete para hacer las compras y trece hasta llegar a casa de su tía. Nunca había requerido demasiado trabajo, tampoco se había tenido que enfrentar a  distracción alguna, al menos, hasta ese momento en que un jauría de perros casi la lleva por delante, desenfrenados y ladrando fuertemente mientras con sus hocicos, parecían tironear de un objeto apenas visible. 
Sin embargo, cuando estaba a punto de agarrar uno de los auriculares que se le había resbalado de la mano y ponérselo, lo oyó. No se trataba de nada más que un leve maullido, uno que la hizo volver hacía atrás; ciertamente, nunca había demostrado un gran cariño hacía los canes, pero su eterna debilidad hacia los gatos, era irrefutable, aunque jamás había podido tener uno debido a la alergia que le provocaba a su hermana.
No estaba completamente segura de lo que había sucedido después. Solo sabe que en un abrir y cerrar de ojos, todas sus pertenencias se encontraban tiradas en el suelo y ella, había ido al rescate de un pequeño gatito atigrado. Por supuesto, no logró librarse de los regaños y gritos por parte de su madre cuando la vió atravesar el umbral de la puerta con aquella impensada criatura dormida entre sus brazos, pero luego de ver cómo esta no estaba dispuesta a dejar a su suerte el animal, le permitió quedarse con él.

El transcurso de los días ayudó a calmar la ira de su madre y solo bastó un poco más de tiempo para que el pequeño Kaz fuera aceptado como un miembro más de su disfuncional y particular familia.

 

Un gran estrépito la sacó de sus pensamientos. Acababa de desempacar la última caja que quedaba sin abrir cuando Kaz intentó en vano, saltar desde el escritorio hasta hacerse con sus manos. Sin duda, el tiempo no esperaba a nadie ni a nada, puesto que ese pequeño gato andrajoso se había convertido en una enorme bola de pelos.

Lo alzó entre sus brazos para luego dejarse caer con él sobre su cama, una un tanto incómoda, pero suya a fin de cuentas. Aria observó detenidamente todo a su alrededor: los estantes repletos de libros, el escritorio hecho un caos con todos sus apuntes sobre él, cuadernos y unas cuantas tazas semi-vacías de café. Apenas llevaba dos semanas viviendo en aquel departamento de reducido espacio, pero se asemejaba más a un hogar de lo que lo había hecho la casa en que había crecido y pasado diecinueve largos años.

Se levantó con cuidado para dirigirse hacia su escritorio. Organizar su caos le proporcionaba una sensación de paz inexplicable que se veía prontamente arrebatada en el momento en que su familia se hacía presente en su cabeza; sin embargo, el saber que a un dormitorio de distancia se encontraba quien era su mejor amiga, siempre lograba que volviera a ella.
Se suponía que su clase era sobre Derecho Penal, aunque desde hacía unos minutos parecía haberse desviado a otro tipo de temas y ahora, el corazón de la conversación residía en uno de los hobbies que tenía su docente, lo cual, si bien no le resultaba interesante, la mantenía entretenida mientras terminaba de ordenar.

—Y a usted —dijo uno de sus compañeros llamando enteramente la atención de Aria—, ¿eso lo hace feliz?

—No me aburre —respondió el hombre causando unas cuantas risas—, eso es seguro. Sin embargo, lo que ustedes llaman felicidad, no es lo que despierta en mí. Mi felicidad no depende de ello, aunque considero que ahondar en este tema nos obligaría a extender la clase y si bien sería entretenido, también resultaría bastante tedioso. Después de todo ¿qué es la felicidad?

Los murmullos y las risas continuaron, más algo quedó dando vueltas en la cabeza de Aria. Aquella pregunta, qué era la felicidad, la había dejado en ascuas. La clase llegó a su fin, salió de la reunión, cerró su computadora y se quedó durante un largo tiempo sentada en su lugar, sin hallarle una respuesta satisfactoria a su incógnita. Sabía que lo había dicho medio en broma pero no podía evitarlo, a veces lo necesitaba, le era necesario centrarse en una sola cosa para darle un sentido nuevo a su vida. Había pasado tanto tiempo desde que algo había despertado aquella llama dentro de sí que por un lado sentía que iba a empezar a gritar y saltar de la felicidad, lo sentía en la punta de sus dedos; un cosquilleo incesante, el anhelo de investigar, escribir, borrar y volver a escribir. 

La llama de la curiosidad.
La  llama de un escritor. 

Su puerta sonó tres veces y se abrió, Diana entró por ella haciendo equilibrio con dos tazas humeantes mientras que el perezoso Kaz caminaba entre sus piernas, como si quisiera que se caiga. Pensó.

—Odio a ese gato —suspiró Diana mientras dejaba una de las tazas frente a ella—. Siempre está en mi camino ¡Incluso cuando voy al baño! ¿Tienes idea de lo molesto que es?

Aria rió y se limitó a asentir con su cabeza antes de beber de su café, sí que lo sabía—. Espresso, sin crema, leche ni azúcar; como me gusta. Me sorprende que lo recuerdes.

El silencio las envolvió, siempre pasaba lo mismo, era algo que le encantaba de Diana, sabía cuando callar, cuando sólo era necesario estar ahí, cuando las palabras sobraban y los hechos eran los que más hacían falta. Terminaron sus tazas así, luego salieron una detrás de la otra, las lavaron, secaron y guardaron. Fue apenas cuando vio que su amiga se dirigía al sillón cuando decidió hablar:  




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.