Lo Bueno, Malo y Difícil de Amar

Vacío Moral

AMAR DELVEY.

Bueno, si tenía toda esa clase de pensamientos en mi mente, pero lamentablemente cuando el efecto de la nicotina pasó y pensé en mi madre cayó sobre mí el sentimiento de culpa. Aparte de todo lo que me estaba sucediendo también le agregaba algo más a mi lista, no entendía como poco a poco mi vida se iba bajando un piso más y para el colmó Mate quien se suponía que debía ser mi apoyó lo sentía más como una presión.

Cuando mi mamá llegó de su trabajo la ansiedad se multiplicó a un millón por ciento y mi estúpido cerebro me reclamaba otro cigarrillo para relajarse. Dentro de la cocina buscaba las palabras correctas para decírselo, pero no podía pensar en nada, era como si aún tuviera humo en mi cerebro.

—Hola mi amor —beso mi cabeza y caminó hasta el refrigerador de dónde sacó algo de tomar.

Ella ya estaba frente a mí y aún no había pensado en nada. Con una cerveza en la mano se sentó frente a mí tomándome por sorpresa y más cuando soltó un gran suspiro—. ¿Mami pasó algo? —me atreví a preguntar, pero sin ninguna intención de olvidar lo sucedido.

—Nada cariño —tomó mi mano—. Ahora volvemos a ser solo tu y yo —acaricio mi mano son sus delicados dedos.

No necesitaba ser un genio ni tener la madurez de un adulto para entender a lo que se refería. Me levanté de mi asiento y me acerqué a ella, la rodeé con mis brazos abrazándola fuerte—. Lo siento Mami —dije acurrucando mi cabeza en su hombro.

Puso su mano sobre mi cabeza y la acarició—. Está bien mi amor, eres lo único que necesito para ser feliz —sus palabras me hacían sentir tan bien, siempre ame lo cariñosa que mi madre fue conmigo, eso me hacía sentir como una niña.

Me separe de ella y le sonríe teniendo una idea—. Hagamos un maratón de algo —le propuse con emoción.

Ella estaba cansada, pero yo no lo podía notar y viendo al pasado yo en realidad no sabía el esfuerzo que mi madre hacía por mí, ese esfuerzo de decir sí a todo lo que le pedía solo por hacerme feliz—. Está bien —se levantó—. ¿Hay melón para tus palomitas? —preguntó abriendo el refrigerador.

—Si, si hay. Estos días no he comido mucho —respondí buscando sus palomitas.

De un momento a otro me sentí bien quedándome callada. Mi mamá no estaba para descubrir que su hija era una fumadora y estaba bien, se lo diría porque no podía quedármelo, aunque muy dentro de mi empezaba a entender porque las personas mentían.

—Mamá —llame su atención.

—¿Huh? —me miró.

—Yo no quiero ser bonita —dije sin poder retenerlo más.

Desenrollo sus pies y puso el tazón con palomitas en la mesa—. ¿Qué cariño? —sabía que me miraría con esa preocupación.

—No me gusta como los niños me miran y las chicas murmuran de mí, no quiero que mi busto siga creciendo y que mi cuerpo cambie como la entrenadora Reynolds dice —la abrace.

—No cariño —me obligo a verla—. Tienes esos pensamientos en tu mente, pero es por tu edad, claro que los niños te mirarán —toma mi cabello delicadamente—. Cariño tú serás hermosa yo te elegí así, tus ojitos —pasó su pulgar suavemente sobre ellos—. Tus hermosos labios color fresa —besó mi frente—. Tú eres hermosa y eso es lo que más me enorgullece en esta vida. Deja que las niñas murmuren de ti solo lo harán por envidia y sobre tu busto obvio que crecerá y que tu cuerpo cambiara no puedes hacer nada contra eso —me abrazó—. No dudes de ti mi niña siempre vive con confianza y amor —la abrace fuerte y aunque sus palabras no me daban alivio si me ayudaban a entender que no podía hacer nada contra el futuro.

El día siguiente asistí a clases y todo seguía siendo lo mismo. Mate ni siquiera me había preguntado lo que me había sucedido y eso me dolía y molestaba, la actitud egoísta que había empezado a notar se estaba haciendo más y más grande. También la presencia de Devon había crecido, antes solo lo veía como un compañero, pero ahora era mi salvador y quería agradecerle, pero lamentablemente no tenía el valor.

Los días siguieron con normalidad, el entrenador Sánchez había vuelto y el entrenador Kefler se había retirado algo que me entristeció mucho porque lo iba a extrañar. Después de todo eso volví a mi fastidiosa rutina a cuál constaba en ir a clase e ir a la cafetería a estar rodeada de los amigos de Mate. Todo era tan aburrido y me sentía tan fuera de lugar que solo comía mi comida en silencio tratando de ser invisible. En casa las cosas no eran diferentes, pasaba sola viendo televisión, escuchando música y leyendo recetas de comida, con tanto tiempo libre y tantas temporadas de master chef me sentía tentada a aprender a cocinar.

Cuando el timbre de la puerta sonó, tome la Tablet y camine a la puerta, solo la abrí y volví a la cocina ya sabía quién era.

—Amar —dijo detrás de mí.

—¿Qué pasó Mate? —le pregunté sin quitar mi vista de la tableta.

—Max me invitó a su fiesta de cumpleaños, será en la piscina de su casa, vamos —se sentó en la mesa y yo solo baje la tableta.

¿Yo, ir, a, una, fiesta, con, sus, amigos? —. No —me negué sin pestañear.

—¿Porque no? —me cuestionó sacando mi honestidad.

—Ah no lo sé porque no me gusta estar con tus amigos, porque no entiendo desde cuando son tus amigos y porque estar con poca ropa me hace sentir incómoda —enumere pensando muchas más.

—¿Como que desde cuando son mis amigos? Somos compañeros de equipo Amar —rodé mis ojos y caminé hacia el refrigerador.

—De igual manera no voy —dije verificando tener los ingredientes para la receta.

—Amar eres mi amiga y me gusta estar contigo, por favor —me puso la carita de cachorro a la que no me podía negar, bueno eso cuando tenía los hermosos cachetes que ya había perdido.

—Si soy tu amiga Mate y por eso soy honesta contigo, no quiero ir y por más que me lo pidas no lo haré —dije con firmeza.

—Bien —gritó enojado—. Haz lo que quieras, pero cuando te sientas aburrida no vengas a buscarme —dio la vuelta hacia la salida.




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