MATEO DE NOVELIS
El problema de hacer algo malo es el sentimiento de culpa el cual era precisamente lo que estaba sintiendo en ese momento. Cuando pasé por Amar a su casa me quería morir por lo que había hecho, y como todo un idiota decidí no contarle nada, solo había sido un error que no tenía pensado volver a cometer por eso no le veía el caso hacerlo tan grande. En el instituto actuamos con normalidad, yo le cargué su mochila mientras caminábamos tomados de la mano por los pasillos y dentro de la clase, aunque ella se sentaba en el último pupitre yo la acompañé gustoso porque con solo el hecho de tenerla a mi lado me hacía feliz, deseaba tanto estar así por el resto de nuestras vidas.
—Niños no sé si todos estaban enterados, pero hoy es el cumpleaños del entrenador Sánchez y me parece lindo que le regalemos un mensaje donde le hagamos saber cuánto lo apreciamos — dijo la profesora de historia abriendo un libro sentada en su escritorio.
Ante esa petición las reacciones variaron, estaban los del equipo ya lo sabíamos y se nos hacía teto hacerlo, los que apoyaron la idea sin protestar mientras que otros ni siquiera habían escuchado. Sin mucha emoción de mi parte comencé a escribir la dichosa carta de apreciación hacia nuestro poderosísimo entrenador quien nos hacía correr hasta desmayar y entrenar hasta romper nuestros huesos.
—Si ya todos terminaron —se levantó de su escritorio—. Devon puedes traerme las hojas por favor —le pidió comenzando a escribir la lección en el pizarrón.
El niño mimado comenzó por la primera fila tomando cada una de las hojas entregadas por nuestros compañeros hasta que llegó donde Amar y se detuvo observándola mientras ella terminaba.
—Aquí está —dijo mi princesa con una enorme sonrisa en su bello rostro entregando la hoja rozando levemente sus manos provocando que Devon se quedara estático observándola como un completo idiota.
Me levante y tire la hoja en su pecho—. Aquí está la mía también —dije entre dientes tratando de contener mis celos. La mirada confusa de Amar estaba sobre mi pero no estaba dispuesto a dar explicación de mis actos, no podía tolerar que nadie se le acercara, que ni siquiera la mirara.
Después de mi ataque de celos no pasó nada más, las primeras clases habían terminada y en el receso no me separe de Amar en ningún momento, fuimos a la cafetería donde comimos un poco para luego entrar a otras dos clases y terminar la jornada del día en el campo cumpliendo la materia de educación física donde todo era más <si no corren no se ganan los puntos>.
Desde que el entrenador Sánchez había vuelto Amar había cambiado su vestimenta deportiva a un buzo deportivo y una sudadera, me había gustado verla con el pequeño short, pero también estaba de acuerdo que vestirse así solo llamaría la atención de la demás cosa que no quería, aprobaba su uniforme deportivo por mi bien.
—Muy bien zánganos haremos carreras en parejas —nos avisó el cumpleañero entregándonos unas pequeñas cuerdas—. Se atan las piernas y compiten por su orgullo.
Cuando se hablaba de pareja yo no tenía que preocuparme porque obviamente Amar siempre era mi pareja y siempre lo sería.
—¿Entrenador puedo hacer pareja con Mat? —al escuchar mi nombre voltee instintivamente.
—Si, claro hazlo con quien quieras —respondió restándole importancia.
—Seremos compañeros —dijo la pequeña castaña aferrándose a mi brazo.
Trague saliva sin poder creer lo que estaba haciendo—. ¿Angie que te pasa? —le pregunté en voz baja mirando a Amar quien parecía confundida.
—Solo quiero ser tu compañera —se defendió inocente.
—Entrenador no tengo compañero.
—¿Cómo que no tienes compañero? —dijo viendo a su alrededor—. ¿Amar tienes compañero? —le pregunto con su voz profunda.
—No, no tengo —le contestó dejándome sin palabras.
—Bien, eres compañera de Devon no pierdan tiempo y amarren sus tobillos —les ordenó caminado hacía el punto de partida.
—Mat siéntate —me pidió Angie, pero yo estaba tratando de asimilar lo que estaba pasando, la niña de mi vida estaba amarrando su tobillo al de otro chico y no cualquier chico sino de Devon Romani quien se notaba desde mil años luz que Amar le gustaba—. Mat —me volvió a nombrar y está vez si cumplí su petición sin disimular ni un poco mí molestia con ella ya que había sido por su culpa toda esa insoportable situación.
Pero como no había nada que pudiera hacer me tome unos momentos de meditación y termine aceptando la situación, aunque a regañadientes, controlar mis sentimientos no era una tarea fácil, me estaba muriendo de celos y no lo podía disimular, así como tampoco podía ocultar mi odio hacia el riquillo insoportable de Devon.
—La última vez éramos rivales y yo te gane —le recordó Amar con seriedad—. Y esta vez somos compañeros y también espero ganar —le hizo saber mientras estiraba sus brazos.
—Está bien —aceptó con una sonrisa lineal que no me engañaba sabía que estaba feliz y que se estaba conteniendo para no saltar de la emoción y eso me enfureció aún más.
Como no podía confiarme así que estaba atento a cada uno de sus movimientos y como era de esperarse mi inocente Amar no se percataba de sus miradas, pero yo sí por eso no podía despegar mis ojos de él, en verdad estaba loco si pensaba que Amar le haría caso algún día, yo no lo iba a permitir jamás.
—¿Pero ¿qué está pasando aquí? —habló Liam agarrando su rostro fingiendo sorpresa—. El dúo inseparable finalmente fue roto —aplaudió un par de veces sonriendo con satisfacción.
—Cállate Liam —le pedí conteniéndome. No estaba de humor para sus estupideces.
—Oye cálmate —alzó sus manos inocentes—. Yo solo estoy asimilando este acto histórico. Que Amar ¿Ya cambiaste a Mat por Devon? —hizo un puchero fingiendo tristeza.
—¿Y tú cuando cambiaras tu cerebro por uno que si funcione? —le contestó con tranquilidad siendo ella misma.