Lo mejor de nosotros...

4–Eldeg Dask estrena su nuevo traje de combate…

–Enséñame esa máquina, Alhendeg–dijo Dask al llegar a su megasalón de conferencias. –Está sobre la mesa, en la caja–Alhendeg era un hombre obeso y de anchos hombros que además de inventar estaba comiendo casi todo el tiempo. –¿De qué se trata está vez? –Alhendeg fabricaba casi un invento diario, así que Eldeg no siempre sabía cuál era la nueva creación. –Es un Compresor Espacial, tiene el poder de destruir una galaxia…–dijo el inventor luego de dar un mordisco a un jugoso pedazo de carne. Dask abrió la caja y revisó el aparato, tenía muchísimos botones a los costados… –Es manual, sólo tienes que tocar un botón para que funcione…–el inventor hablaba mientras comía… –Hiciste bien en no decirle a nadie en qué consistía esta joya…–a Dask prácticamente le temblaban las manos cuando puso el Comprensor Espacial en su caja. –Tenemos poder, señor, es algo incuestionable para cualquiera que nos mire…–Alhendeg parecía muy satisfecho con su trabajo, sus ojos estaban acuosos e irritados, pero su mirada era la de un hombre emocionado. –No es sólo poder, mi querido Alhendeg, sino el posible control del universo…–Dask tuvo que sentarse para calmar sus emociones–. ¿Crees que es poca cosa lo que acabas de hacer? ¡Siéntete orgullo, mi amigo, te has ganado un ascenso! –No quiero un simple ascenso, Eldeg, necesito un buen planeta para descansar mis huesos, nada más… –¡Pero si aún estás muy joven! ¡Podemos conquistar todos los sistemas solares que nos gusten! –Eldeg no parecía entender el argumento de uno de sus mejores inventores. –¿Muy joven? Tengo 63 años, y mi obesidad me está matando lentamente… no voy a durar mucho, máximo 23 años… –En 23 años podrás ver cómo eres el dueño y señor de tres sistemas solares… ¿no te fascina lo que te estoy proponiendo? –Me fascina… pero mi sueño es más ambicioso…–el inventor se levantó de repente de su asiento–. Cientos de estrellas nos rodean ahora mismo… su energía le dio vida a esta galaxia y a casi todo lo que nos rodea, en fin, son preciosas y brillantes, pero podrían caber dentro de mi compresor. –¡¿Te has vuelto loco?!, ¡nunca permitiría que hicieras eso! –la furia de Dask estalló de repente. –Te crees demasiado poderoso, Eldeg, y subestimas demasiado a los que te rodean constantemente… es verdad que eres buen jefe, pero creí que eras más inteligente… –¡Me estás faltando el respeto, gordo de mierda, ahora mismo!… –Mira detrás de ti, Eldeg, uno de los androides parece querer hablar contigo… Dask fue rodeado rápidamente por unos androides de más de dos metros de altura… –Estaba preparado para un motín, estúpido gordo, ¿creíste que iba a caer en tu trampa? –Dask cubrió su cuerpo de repente de un traje metálico, y les propinó tan buenos golpes a los androides que los dejó hechos chatarra inservible… –¡No es posible!, ¿tú? –Alhendeg no quería creerse lo que acaba de ver... –¿Acaso te piensas que yo, el hombre más inteligente del cosmos después de mi viejo padre, iba a ser engañado cómo un niño de tres años? No me jodas, gordo de mierda, ahora sabrás porqué hasta los creadores de sueños me temen… El inventor trató de correr, de escapar de los puños metálicos de Dask, pero en el acto resbaló y se dio un golpe tan fuerte en la cabeza que perdió el conocimiento al instante… –¿Se encuentra bien, señor? –le preguntó Afdeg luego de ver el campo de batalla en que se había convertido el megasalón de conferencias. –Sí… ¿estos androides cuántas colonias tienen? –dijo Dask mirando a los pedazos de metal esparcidos por el piso. –15… estos se hacen llamar los 4012. –Me han declarado la guerra…–Dask estaba mirando cómo se formaba un lago de sangre en torno al cuerpo de Alhendeg–. ¿Hace cuánto descubriste su traición? –Eldeg se sentía devastado, nunca había querido creer que uno de sus mejores inventores le quisiera hacer daño, ni siquiera qué pensara matarlo por medio de unos androides de combate. –Dos días… pero notaba que tramaba algo desde hace más de dos meses… –¿Y el embajador androide? –Encerrado, cuando su hijo Erdeg le dijo el precio de nuestros productos, el embajador se alteró y exigió verte en persona, luego el propio Erdeg se puso una armadura similar a la suya y le arrancó la cabeza a la mayoría de los guardaespaldas del embajador… –Impresionante, creo que será un buen heredero… Y Lug, ¿cómo reaccionó ese traidor? Me imagino que vio cómo mi hijo destrozó a las máquinas…–dijo Dask después de escuchar la narración de Afdeg. –Lug se meó en los pantalones y reconoció que trabajaba para los 4012… –¿Qué hizo mi hijo con él? –Dask sentía una extraña curiosidad en ese momento… –Lo metió en la misma celda del embajador y le prometió que de ahí no iban a salir ni sus huesos. –Siempre dudé de ese joven, tenía una estrecha amistad con Alhendeg, y después de que me aviste de la traición del inventor supe de inmediato que eran cómplices… pasando a otro tema… Los androides que querían matarme…–Eldeg miró a su empleado de repente como si se estuviera enojando con él. –Oh, simplemente les permití que se creyeran que habían violado nuestra seguridad para que usted entrenara un poco… –Hiciste bien, me siento renovado, vivo; alegre… creo que voy a hacerle una visita a Loudil. –¡¿Tan temprano?!–Afdeg estaba sorprendido, a esas horas de la mañana Dask no acostumbraba visitar a sus empleadas. –Sí… necesito relajarme un poco, desde que descubrimos el plan de los androides no he tenido mucho tiempo para descansar. He estado trabajando en un proyecto para acabar con nuestros enemigos de un golpe. –Siento curiosidad…–dijo Afdeg después de hacerles unas señas a los empleados de la limpieza para que recogieran el cadáver de Alhendeg. –No te lo voy a decir… al menos por ahora, pero está genial, si todo sale bien creo que me haré más rico de lo que soy…–Dask empezó a reír a carcajadas inesperadamente. –Sólo le deseo suerte, señor, puede contar conmigo… –Tu falta de ambición me impresiona siempre que recuerdo que existes, si me traicionas… ya sabes en lo que te convertirás–dijo Dask señalando al charco de sangre dejado por el cadáver del obeso inventor. –¿Puedo hacerle una pregunta? –le dijo Afdeg de manera tan repentina que Dask lo miró medio molesto. –Ya me estás haciendo una pregunta, idiota. Dime que quieres saber… –¿Nunca se cansa de ganar? –No, porque es más divertido que perder… no te creas que no sé lo es la derrota, perdí a mi madre cuando tenía cinco años, mi padre tuvo que dejar de atender sus proyectos para dedicarle más tiempo a mi educación, y me repetía constantemente que por mi culpa su esposa había muerto. La mujer que me dio la vida casi pierde la suya en mi embarazo, después que yo nací su estado de salud mejoró un poco, pero justo después de yo cumplir los cuatro años empeoró drásticamente… yo no sabía qué hacer, estaba en el segundo año de escuela y tenía que estudiar mucho, pero ver a mi madre tan débil me hacía sufrir en exceso… cuando falleció me enteré de que ella tenía una enfermedad tan radical que traerme al mundo le provocó su precoz muerte… fue el acto de amor más grande de todos…–las lágrimas les resbalan al magnate por las mejillas–. Joder, ahora no tengo ganas de divertirme; tendré que hacer otra cosa. –No debí preguntarle señor…–dijo Afdeg casi apenado. –No, no tienes que sentir culpa. Mis sentimientos a veces se esconden tanto tiempo que hasta se me olvidan lo importantes que son… mi madre se sentiría muy orgullosa si viera lo lejos que he llegado… pero lo que más valoro de las verdaderas madres es que… siendo sus hijos pobres o ricos, miserables o emperadores… los quieren de la misma manera… ¿Qué es mi fortuna, mi éxito… mi vida, comparado con el amor de una verdadera madre? 



#2515 en Ciencia ficción

En el texto hay: ciencia ficcion

Editado: 27.03.2021

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