Lo mucho que odio amarte

CAPÍTULO 6

Capítulo 6

El lobo feroz
 

Alejandro apenas tocó su hamburguesa, a diferencia de nosotras, que habíamos dejado las bandejas vacías. Su mirada se sabía detener en su comida mientras el silencio se manifestaba. Se perdía en sus pensamientos muy seguido que Mariana ha carraspeado hasta unas tres veces para llamar su atención y no la ha escuchado.

 

—¿Ale, estás bien? —Inquirí apoyando mi mano en la suya.

 

—Si y les informaré a ambas que no estoy enfadado ni triste por esta noticia que recién me cuentan. —Se detiene para tomar mi mano y mirarme a los ojos, y así continuar hablando—: Aún estoy tratando de procesarlo. Victoria, no necesitas mi aprobación para estar con él, ni la de Mariana. Lo importante es tu felicidad y eso es lo que me preocupa, porque con una persona como Mauricio, no podrás conseguirlo.

 

—Lo sé y no es la primera vez que me regañan por ello.

 

—No es un regaño, —Se apresura a decir Mari— es una advertencia.

 

—No queremos verte dolida, esperarte y verte llorar por las noches y que escuches un “te lo dijimos” de nuestras bocas. —Informa Lele.

 

—Sé en que me meto, Ale. Sé la clase de persona que es y de lo mucho que me puede destruir. Pero, yo me lo busqué y estoy dispuesta a arriesgarme, a pesar de que al final de todo tal vez no consiga nada —justifiqué.

 

—Mauricio, nunca ha estado en algo serio y si lo ha estado, tenlo por confirmado que no duran ni una semana juntos. —Disertó Rulos— ¿Todavía estás dispuesta a continuar con esto? ¿Qué pasará cuando se canse de ti?

 

—¿Vemos lo que dicen sus horóscopos para ver si son compatibles? —Plantea aquel.

 

Mariana lo miró frunciendo el ceño.

 

—Eso es lo que menos necesitamos, Alejandro.

 

—Bien. De todas formas, —responde— es su decisión y por más que le plantees tu punto de vista o lo que puede llegar a ser, no cambiara lo que siente Victoria. Solo ella será capaz de descubrir quien es en realidad. Así que por mientras solo nos quedara esperar y ver que sucede.

 

—Aún pienso que es una mala idea, si les sirve. —Opinó y tomó mi mano— Pero, sí así lo quieres, aquí estaremos.

 

***

 

Lo que resto del sábado me la pasé haciendo mis tareas y trabajos del instituto, porque a pesar de los preparativos para la celebración, no es excusa suficiente como para que los profesores envíen actividades para realizar. En efecto, a causa de lo que me pasa con este, debo mantener mis notas y no llevarme ninguna materia que, dicho sea de paso, nunca lo he hecho. La idea es que no, pero nunca sabes lo que te espera. ¿Tengo miedo? Sí, tengo miedo de perderlo todo por una tontería y también le temo a echarle todo mi esfuerzo en algo que al final tal vez no voy a conseguir. ¿Vale la pena romperse la cabeza y no recibir nada a cambio? No, no lo vale. Las personas tienen propósitos y yo sin propósitos no soy nada y es por eso que al tener uno, me esfuerzo por cumplirlo.

 

Dentro de otras noticias, traté de escribir poesía para mi amado y aunque no sea una experta en ello, me pareció lo bastante aceptable como para expresar mis sentimientos por primera vez. No obstante, al poco tiempo de que mis ideas se acabarán, lo único que logré fue frustrarme y ver que lo que estaba haciendo no tenía sentido.

 

Llegaste en otoño, en pleno campo minado,

con la primavera echándote de menos;

sin aviso y con ganas de devorar a tu siguiente presa.

 

La torpe oveja quiso ser especial;

pero diferente a las demás con un sabor agridulce, 

como el de la frambuesa, 

ni tan mala ni tan buena,

solo apetecible.

 

Torpe lobo feroz,

tan ilegible, tan poco visto,

tan vacío y tan lleno al mismo tiempo.

Tan insatisfecho, tan iguales.

 

Sin embargo, bien sabe el cordero que aquel no le permitirá amarla,

porque es astuto y tiene miedo,

y no hay nada más a lo que le tema que

a lo verdadero.

 

*** 

 

El domingo se fue tan pronto como llegó. Una fuerte tormenta nos visitó y las gotas que caían por mi ventana me relajaban demasiado que las observaba mientras escuchaba música y dibujaba. 

 

Mi teléfono sonó. 

 

Mensaje de Lele.

 

¿Lo viste?

 

¿Ver que? —respondí y cuando quise dejar mi celular en su sitio, volvió a sonar.

 

El estado de Mauricio en Instagram.

 

No lo sigo y tampoco lo voy a hacer. —Envíe el mensaje e inmediatamente agregue suspirando—: ¿Puedes sacarle captura y enviármelo? Solo de esa manera veré de qué se trata.

 

No. Mejor olvídalo —dice sabiendo que no me voy a conformar y que voy a rogarle para que lo haga.

 

No, Alejandro, no hagas esto. Me estás torturando. —Me envía emoticones riendo— Sabes que me muero de curiosidad ahora que me lo has dicho.

 

Se desconecta y cuando creo que ya no me volverá a hablar, vuelve a estar en línea. Lo siguiente que veo es una foto que no para de cargar y mi paciencia está a punto de colmarse. Y finalmente ahí está, Mauricio, frente a un espejo con un buzo de color blanco y unos jeans negros. 

 

No lo observes mucho, te quedarás ciega —contesta Lele—. Buenas noches, Victoria, rezaré por ti para que no tengas pesadillas.

 

¡Ja, ja, ja qué gracioso eres! —Le escribí sarcástica—. Buenas noches.




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