Sentir rabia es algo inevitable, incluso útil, pero otras veces, conlleva una explosión que acaba sacando la peor parte de la persona.
La ira es una emoción muy compleja que experimentamos todos, está presente en cualquiera de nuestras acciones y puede surgir por diversas circunstancias como un conflicto laboral, trato injusto e irrespetuoso, frustración por no lograr algo, entre otros. La ira se apoya en otros sentimientos como el enojo, enfado, molestia, rabia, cólera, odio, rencor, celos, envidia, desprecio, antipatía, impotencia, furia, entre otros, que provocan gran irritabilidad o resentimiento en uno mismo. Cuando una o varias personas experimentan una situación que les provoca ira, generalmente reaccionan a tal situación y se expresan a través de gritos, insultos, golpean algo. Es decir, las personas buscan atacar como un acto de defensa o huir de una amenaza.
La ira es un sentimiento que forma parte del comportamiento humano, por ello produce respuestas cognitivas (interpretación de una situación), y físicas (cambios físicos), muchas de éstas producen decisiones consientes. Sin embargo, a veces la ira es tan fuerte que las personas actúan sin considerar las consecuencias.
Las experiencias desagradables favorecen la emoción de ira facilitando la expresión de conductas agresivas. El ejemplo más claro de ello es la experiencia de dolor. Así, por ejemplo, cuando algo nos duele, florece nuestro mal carácter. A veces la ira en algo muy compleja como en otras no, por ejemplo, experimentan más estados de ira las personas extrovertidas frente a las introvertidas. Los neuróticos tienen una ira más intensa y frecuente que las personas con bajo neuroticismo. Así mismo, las personas con más autoestima y con un mayor rasgo narcisista tienden a experimentar ira de forma más frecuente
Si te encuentras bajo una situación tensa y de enojo, tu cuerpo manifestará una o más reacciones:
• Aumento de la presión sanguínea. Con el tiempo, esto puede provocar el deterioro de las arterias.
• Elevación del pulso cardiaco, lo que genera taquicardias.
• Mayor producción de sustancias químicas como la adrenalina, lo que altera el equilibrio natural del cuerpo.
• Desequilibrio del sistema inmunológico.
• Manifestación de contracturas, dolores musculares y jaquecas.
• Aceleración de la respiración. Esto a su vez provoca que el corazón bombee sangre con más intensidad.
• Posible aparición de enfermedades como la gastritis, colitis o dermatitis.
Ira que destruye en ira que construye
Así que imagina ¿Qué pasaría si esta emoción tan intensa y poderosa que puede llegar a nublar la capacidad de pensar y hacernos perder el control, pudiéramos utilizarla de manera que nos ayudara a resolver las situaciones de conflicto?
¿Qué podemos hacer si nos sentimos furiosos?, ¿es mejor contener la rabia o dejarla salir sin contemplaciones?
Reconducir la energía que se genera con la ira significa conocer la emoción para poder controlarla. Por un lado, aceptar su presencia y saber que los pensamientos y sentimientos que la acompañan son irracionales. Por otro, es necesario encontrar la manera de sentirse dueño de la situación, con la capacidad de razonar y comprender.
Solo le propongo una serie de pasos para aprender a encauzar la ira:
• Reconocer el sentimiento. Es importante detenerse a identificar qué es exactamente lo que se siente, intentando poner en palabras las sensaciones. Reconocer que estamos airados y que algo nos ha molestado. El objetivo principal de la ira, es, por tanto, avisarnos de algo que sucede en nuestro interior.
• Admitir la frustración. El enfado es una señal que aparece ante un deseo o una expectativa que no se ha visto realizada; la rabia surge por una percepción de frustración o daño. Para descubrir qué ha desencadenado esa rabia, podemos hacernos algunas preguntas: ¿Cuál ha sido la situación que me ha molestado tanto?, ¿Por qué me enfurezco de esta manera?, ¿Lo que siento en este momento, me recuerda a alguna experiencia desagradable pasada?
• Asumir la responsabilidad. La tendencia más fácil al sentir la rabia es echar las culpas fuera, hacia las otras personas o circunstancias: "Me saca de mis casillas", "Esto es algo injusto" ... y... ¡reaccionamos! Es una forma de legitimar el propio enfado. Con esta actitud, damos por supuesto que los sentimientos están fuera de nuestro control. Por el contrario, la ira, de quien más habla es de nosotros mismos, de cómo reaccionamos ante un hecho. Si lo entendemos así, nos ayudará a responsabilizarnos de nuestra emoción y a conocernos a través de ella.
• Liberar la energía. Al sentir ira, el cuerpo responde al instante segregando adrenalina, la hormona que tensa los músculos, acentúa la alerta e incrementa los latidos del corazón. Es una respuesta instintiva. Para descargar esta tensión, podemos llevar a cabo diferentes alternativas: Correr unos metros (el ejercicio practicado de forma regular resulta útil), dar golpes sobre un cojín, gritar; tomar distancia dando un paseo, sentarnos a respirar durante unos minutos hasta que nos sintamos más calmados.
• Expresar el mensaje. Una vez que comprendemos lo que estamos sintiendo, hay que hacer llegar a la otra persona nuestros sentimientos, nuestro punto de vista, la expectativa que no se ha visto cumplida. Asumir los sentimientos propios, teniendo en cuenta también las necesidades y sentimientos de la otra persona.
Experimentaremos ira a lo largo de toda nuestra vida, ya desde la infancia. La expresión adecuada de la rabia ante la frustración constituye un aprendizaje constante. Entender que el enfado tiene una importante función nos ayudará a manejar la emoción. La rabia nos sirve para llamar nuestra atención, para resolver la situación que nos está afectando de manera negativa; nos ayuda a reafirmarnos, a diferenciarnos del otro, a expresar el propio punto de vista y nuestras necesidades.
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Editado: 24.07.2021