Lo que las apariencias esconden

XIX

Ni las amenazas, ni las suplicas, ni los berrinches impidieron que la boda siguiera para adelante. En el fondo yo sabía que aquella era la mejor solución, pero el orgullo que tan bien me definía no me permitía reconocerlo. Comprendía la situación en la que nos encontrábamos y cómo era la sociedad, pero no podía dejar de pensar en lo injusto que era todo aquello. Yo obligada a casarme con un hombre que me detestaba por culpa de un desgraciado, y él viéndose obligado a casarse conmigo para mantener el honor de su familia.

Los días que precedieron a mi boda los pase con Valton, parecía que él fuera mi prometido y no Luis, todas las mañanas dábamos largos paseos, él intentaba animarme y en alguna ocasión se había propuesto alagar a Luis para hacerme ver el “estupendo” hombre que era, pero yo hacía oídos sordos a todos sus halagos. No obstante, gracias a él descubrí que realmente si había sido un matrimonio ventajoso para mí, ¡Luis era de verdad un Duque! Y no cualquier duque, sino que era el duque de Espa, uno de los títulos más antiguos, aunque la verdad era que yo conocía aquel ducado por otros motivos. La corona había permitido que el titulo pasara a una mujer hasta que esta engendrara a un hijo, lo que no podía más que hacerme enorgullecer de aquel ducado por mucho que me desagradara el hombre que portaba el título. Además en una ocasión a Valton se le escapó que Luis heredaría otro título tras la muerte de su padre. Si mi hermana Aroha no hubiera solucionado los problemas familiares casándose antes que yo, sin lugar a dudas yo habría estado “encantada” de cazar a Luis, un Duque joven y apuesto, pero las condiciones reales nada se parecían a aquellas que me habían hecho buscar con ahínco y por necesidad un esposo, aquello parecía haber ocurrido en otra vida, mi alma había sido liberada de la prisión cuando Aroha se casó, pero parecía que mi destino la había enjaulado de nuevo.

-No sea tan dramática Camille.- me dijo divertido Valton, tras mi exposición de los múltiples inconvenientes de aquella unión.

-No exagero ni un poquito… Sabes cómo es ese hombre. ¿Sabe qué le digo? – El me miró curioso.- Habría preferido unir mi vida a la suya… ¡No me malinterprete!- añadí rápidamente al ver su cara.- Yo lo veo como a un buen amigo, pero por lo menos sabría que usted me respetaría y cuidaría. – El conde me sonrió cariñosamente.

-Camille… creme que nadie te respeta y cuida más que Luis.

- No me hagas reír… Él no me respeta, más bien me odia y critica constantemente. Y mucho menos me cuida… bueno no puedo negar que lo hizo durante nuestra estancia con los tretu, pero aquello no fue de su agrado, su honor le impedía actuar de otra manera- Añadí desanimada.

-Parece que te gustaría creerte tus propias palabras.- Dijo con picardía.

- ¡Deje de liarme!- Exclamé al comprender que él decía todo aquello para fastidiarme.- Basta de hablar de él… suficiente tengo con tener que soportarlo toda una vida.

-Está bien… pero luego no me digas que no te lo advertí. Soy un amigo estupendo, y aunque a Luis lo conozco desde hace más tiempo siento que nuestra amistad es muy sincera Camille.- Dijo guiñándome un ojo.- Por eso te digo que los dos sois unas tortugas muy cabezotas.

-¡¿Qué dices de unas tortugas?! Creo que el calor le está afectando querido amigo.- Aquello nos hizo reír a los dos.

-No te negaré que ya he recibido esa acusación en otras ocasiones, pero no es la locura la que habla en este momento. Te hablo muy enserio.

-Por supuesto que sí.- Respondí con sarcasmo.

-Camille.- Dijo mirándome a los ojos.- Los dos habéis construido un muro a vuestro alrededor y teméis que alguien pueda entrar, más si no derribáis ese muro no podréis ser felices.- Aunque pronunció estas palabras totalmente serio, yo no quería mantener aquella conversación, por ello decidí seguir con las alegorías.

-Poco sabes tú de tortugas… sin el caparazón no pueden vivir… al igual que un castillo sin murallas puede ser atacado en cualquier momento.- Valton me miró y pareció ser capaz de ver mi alma.

-En ocasiones aquello sin lo que pensamos que no podríamos vivir resulta ser el lastre que nos impide hacerlo.- Y dicho esto se acercó a un hombre que sentado en el suelo cocinaba unas totitas y compró dos.- No puede irse de aquí sin probar esto…. Es una delicia.- Dijo ofreciéndome una y mordiendo la otra.

………………….

La maldita tarde de la boda llego y ataviada con un hermoso vestido y acompañada por mi tío, me dirigí al altar para unir mi vida a la de un hombre al que no era capaz de mirar a la cara.

La boda fue más que intima, tan solo contamos con la presencia de mis tíos, el capitán Whats, el conde Valton, un par de conocidos de Luis y por supuesto el padre que nos casó. Aun siendo una boda discreta y pactada todos insistieron en celebrar un gran banquete en el que tanto Luis como yo bebimos más de la cuenta intentando soportar aquel calvario.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.