Lo que las apariencias esconden

XXIV

Terminaba de acurrucarme entre las sabanas cuando alguien abrió la puerta de la habitación y entró. Me giré rápidamente y me topé con Luis, el cual se sentó junto a mí en la cama.

-¿Cómo te encuentras?- preguntó casi en un susurro.

-Bien, pero no hacía falta que dejaras la fiesta por mí.- Dije con mi habitual tono frio y distante.

-No me agradan mucho las veladas tan concurridas.- contesto ignorando mi mal genio.

-¡JA!- Exclamé sentándome en la cama.- Esta noche si parecías disfrutar de la compañía. – El me miró sin comprender.- ¡Puedes hacer lo que te dé la gana…! Sé que lo haces con o sin mi consentimiento, pero lo tienes. Eso sí… ¡Yo pienso gozar de la misma libertad que tú!- tras mi última exclamación volví a darme la vuelta en la cama y me tapé con las mantas.

-¿¡Pero de que hablas?!- exclamó Luis obligándome a mirarlo.

-¡Déjame en paz!- Intenté luchar contra él, pero se puso a horcajadas sobre mí y me sujetó de las muñecas.

-No pienso dejarte en paz… ¿de qué demonios estás hablando Camille? Porque por lo que he entendido me estás dando a entender que piensas buscarte un amante.- Mi rostro debió reflejar la verdad de sus palabras, lo que provocó que Luis acercara su cara a la mía amenazadoramente.- ¡Jamás! Como vuelva a pasarse esa idea por tu cabeza pienso encerrarte en la habitación. – Nunca había visto a Luis de aquella manera, por mucho que lo insultara o despreciara y él se enfadara jamás se había puesto así. Parecía…¿enloquecido?

-¡Estás loco! Suéltame- Grité intentando librarme de su agarre.

- No pienso soltarte…- dijo disminuyendo la presión y dejándose caer a mi lado sin soltar mis muñecas. – Camille… - parecía que había vuelto a recobrar la cordura.- Yo… estamos casados.- Dijo como único argumento.

-¿Y crees que eso significa algo?- pregunté en un susurro. Permanecimos un tiempo en silencio sin movernos hasta que el soltó mis muñecas y me abrazó. ¿Por qué me estaba abrazando?

-Para mí sí que significa algo, significa mucho.

No fui capaz de alejarlo de mí, y me odié por ello. Hacía menos de un par de horas había visto a otra mujer ocupando el lugar que yo tenía ahora, ¡ocupando mi lugar! Tenía que ser fuerte, no podía dejarme humillar de aquella manera.

-Creo que deberíamos dormir- Dije para que se fuera.

-Sí… yo también lo creo.- Luis parecía algo adormilado por ello me vi en la necesidad de recordarle dónde dormía él.

-Luís tienes que ir al sofá.

-No, es muy incómodo y el dolor de espalda me está matando.- dijo acurrucándose todavía más ¡de verdad que yo no entendía a ese hombre!

-Bien.- dije deshaciéndome de sus brazos y saliendo de la cama.- pues dormiré yo en el sofá.- Cogí una manta y me tumbe en mi nueva e incómoda cama… ¿cómo podía haber dormido Luis ahí tantas noches?

Luis se reincorporó un poco en la cama y me miró somnoliento, bufo y se dejó caer bocabajo.

-Eres imposible…

-Que descanses maridito.

En efecto, él descansó, pero yo no, me pase toda la noche dando vueltas en aquel incomodo sofá intentando buscar una posición para dormir, pero cuando el sol salió todavía no la había encontrado.

…………………………………………………………….

Era la tercera noche que “dormía” fuera de la cama y cada día estaba de peor humor, además de contar ahora con unas horribles y moradas ojeras en mi rostro.

-Buenos días- Me saludó Luis mientras se desperezaba en la cama con una estúpida sonrisa.

-Lo serán para ti.- Aquella noche viendo que de nada servía seguir dando vueltas en el sillón, me había arreglado antes de que el sol saliera y estaba ya preparada para ir a desayunar.

-¡Qué madrugadora!- se sorprendió Luis al verme.

De camino al comedor tuve que apoyarme un par de veces en la pared, siempre que no dormía bien me dolía la cabeza horrores y se me revolvía el estómago. Por ello, no me sorprendió el tener que salir corriendo del comedor y terminar vomitando en un macetero cercano.

-¿Estás bien?- preguntaron al unísono Sira y Luis acercándose a mí.

-Sí, no os preocupes… no ha debido sentarme bien algo del desayuno.- Sira me miró y pareció que sus ojos se iluminaban.

-¡AAA! ¿No me digan?- dijo mirándonos.

-¿Qué no deben de decirte querida?- preguntó Toni acercándose a nosotros.

-Creo que vamos a ser abuelos.

-¡¿Qué!?- exclamé.

- ¡MAMÁ!- Intentó intervenir Luis.

-Qué alegría, por eso te encontrabas mal en el baile… no puedo creer…




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