Lo que las apariencias esconden

XXVIII

Una vez sentada en el coche y emprendido el viaje, respiré hondo intentando pensar qué iba a decirle a Luis, pero no era capaz de enlazar las frases correctamente. Por ello, decidí distraerme leyendo aquel cuadernito.

 

L. C

Cuaderno 4

La vuelta a casa siempre es desgarradora y alentadora a partes iguales. Todos los descubrimientos hechos vienen conmigo, no obstante muchos se quedan por descubrir. Tengo ganas de ver a mi familia de nuevo, sobre todo a Mariola.

 

 

El señor Sant me pidió que acudiera a su casa, creo que está interesado en participar en mi próxima expedición, por ello deberé retrasar un poco más la vuelta a casa.

 

¡Maldita mi suerte! Me topado con miles de mujeres a lo largo de mi vida, y para mi desgracia he tenido que prendarme de una de la peor calaña.

 

Los días continúan pasando y no hay manera, esa jovencita es un estorbo. Ella se cree que no me doy cuenta, pero es una pésima actriz, finge, finge ante los comentarios de los caballeros para llamar su atención, se ríe de sus bromas fuera de lugar y acepta desprecios hacia su género solo para lograr… para lograr ¿casarse con un “caballero”?

 

No creo poder seguir compartiendo techo con ella, es tal el deseo que me invade que no podré resistir la tentación de acercarme a ella. Cada día me sorprende con algo nuevo, a pesar de sus múltiples defectos también es un manojo de virtudes. ¡Por Dios si hoy casi me rebana el cuello con una espada!

 

Debo ser el peor hermano del mundo… la pobre Mariola feliz de que volvamos a estar juntos y yo mintiéndole a la cara, ocultándole que nuestros padres se han marchado para intentar romper un enlace que ella odiará.

 

Mariola se ha enterado de su compromiso con el señor Ranom, y nada más y nada menos que el día de nuestro cumpleaños… Cuando la he visto ahí, tirada en medio del bosque y sin poder dejar de llorar, no he podido evitar jurarle que la sacaré de aquí cueste lo que cueste.

 

Al parecer, no soy tan inteligente cómo pensé, mañana es la boda de Mariola y no puedo evitarla, por mucho que lo intentamos. Siento un fuerte dolor en mi interior solo de pensar en lo que mi mitad está padeciendo. Ella ha dejado de ser ella, parece un alma en pena, un fantasma sin rumbo.

 

Debido a los últimos acontecimientos nos hemos visto obligados a una despedida forzosa y veloz… cuando volveré a verla es un misterio. Quizás los dos estemos destinados a ser infelices… porque Mariola lo es y yo también. Intenté quedarme en casa y cancelar la expedición, pero las órdenes son órdenes. ‘Los Cigar deben continuar con sus vidas sin levantar sospechas de ningún tipo’, y la verdad cancelar una expedición sin motivo aparente no entra en pasar desapercibidos.

 

Creí que con esta expedición a África conseguiría olvidarme de mi dama, conseguiría distraer mi mente y llenar este vacío que se va adueñando poco a poco de mí, pero no, como era de esperar las buenas noticias no llegan. ¡Ella se une a la expedición! Su tío ya me lo había dicho, pero la esperanza de que se echara a tras todavía perduraba.

 

La travesía está siendo más incómoda de lo que esperaba, y no por compartir camarote, el conde Valton, es un buen amigo, pero… su acercamiento a Camille me está volviendo loco. Ya no sé si pensar que lo hace a propósito para molestarme o si realmente se siente atraído por ella. No puedo soportarlo.

 

Las semanas han pasado y con el tiempo también los acontecimientos. Por unos días creí que no volvería a pisar tierra. La señorita Sant y yo caímos por la borda y tras unos días a la deriva divisamos tierra. ¡Menudo susto me dio! Pasé varios días sin separarme de su lado, hablándole, intentando hacerle rabiar para que despertara… y por fin lo hizo, quise correr y abrazarla, pero sabía que sería rechazado, por ello, no lo intenté. Las semanas en la aldea fueron una bendición y una maldición. Camille se mostró tal y como era, natural, servicial, inteligente, por no hablar de lo reveladoras que eran las ropas que las tretu le dejaron…  El conjunto hizo que mi corazón dejara de pertenecerme definitivamente. Más no todo era de color de rosa, las disputas estaban a la orden del día, aunque la verdad, me encantaba discutir con ella, y si eso era lo único que iba a lograr hacer con ella, lo haría toda la vida.




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