Lo que los ojos no ven

Capítulo 29.

CAPÍTULO 29

“HUGO”

-Esa chica… La misma que llevaste a casa a escucharte tocar el piano de papá la otra vez…

-Sofía. -Asentí, generando inconscientemente una sonrisa suave en mi rostro mientras permanecía inclinado hacia delante con los codos sobre mis piernas, mientras mi mirada se perdía en el espacio que había entre mi cuerpo y la puerta cerrada del consultorio del doctor. 

Sergio había insistido mucho en acompañarme y teniendo en cuenta que solo iría a la clínica para hablar con el doctor y saber sobre el avance que estaba teniendo con la quimioterapia, no me negué. Después de todo, había cumplido con su promesa de no decirle ni una sola palabra a mi madre sobre mi condición. Podía tener plena confianza en él.

- ¿Tú y ella están juntos? 

-Desde hace unos días, sí. O al menos eso suponemos ambos. -Admití con confianza.

- ¿Realmente estás enamorado de ella o simplemente es para pasar el rato? 

Solté una risita suave dirigiendo mi mirada hacia el tímido rostro de mi hermano. Me senté erguido y me crucé de brazos y no pude evitar sentir remordimiento ante las veces que había tratado mal a muchas personas antes. 

- ¿Recuerdas la palabra japonesa que papá nos enseñó? -Incliné mi cabeza ligeramente hacia él.

-Ikigai. -Afirmó asintiendo con la cabeza y yo lo seguí.

-Aquello que hace que tu vida tenga sentido. -Dijimos juntos el significado, y recordando en nuestras cabezas las muchas veces que papá nos la repetía.

-Imposible no recordarla; papá siempre la tuvo presente con nosotros. 

-Eso es porque él decía que nosotros éramos su Ikigai. -Volví mi mirada hacia el frente y suspiré suavemente-. No lo comprendí del todo hasta hace poco, cuando supe que encontré el mío. Sofía es mi Ikigai. Y que esté aquí hoy, hablando contigo de esto, es gracias a ella. Pero no se lo digas a nadie.

- ¿Realmente estabas dispuesto a morir? -Dirigió el punto de su mirada hacia mí. Sus ojos ligeramente húmedos ante la idea de perder a su hermano mayor y un semblante tan nervioso que le daba a su piel una apariencia de porcelana.

Respiré hondo y saqué valor desde lo más profundo de mi corazón.

- ¿Cómo te hubieras sentido tú, si la única persona que realmente te amó, no estaba para brindarte su apoyo en el peor de tus momentos? En este momento tan terrible que cada pensamiento en el futuro termina siendo en un posible escenario que nunca sabrás si puedes o no hacerlo realidad.

-Tú no estabas solo…

-Sí lo estaba, hermanito. -Sonreí burlón en un alarde desesperado de ocultar mi pena-. No había noche en la que no me sentía solo, por lo que salía de bar en bar, tratando tapar con alcohol el enorme hoyo de soledad que sentía en mi interior.

- ¿Por qué no solo llamaste? Yo podía haber sido compañía.

-No podía verte a la cara. De hecho, aun me cuesta hacerlo…

- ¿Por qué? ¿Qué fue lo que te hice, que te alejó tanto de mí?

Sonreí. Sonreí para no llorar.

-No podía verte a la cara porque le fallé a papá con la promesa que le hice.

- ¿Y yo que tengo que ver con eso?

-Le prometí a papá que siempre te protegería.

-No fallaste. Nada malo me ha pasado hasta ahora.

-Sí fallé. Debí protegerte, pero en cambio solo te ataqué por algo que siendo totalmente honestos, realmente no tenías ni una sola gota de culpa.

- ¿Por qué siento que hay algo más?

-Porque lo hay…

-Hugo Adams. -Pronunció una suave voz femenina saliendo del consultorio del doctor-. Ya puedes ingresar.

Asentí con la cabeza y me puse de pie dispuesto a ingresar. Caminé un par de pasos y giré ligeramente mi cabeza hacia atrás, para ver a mi hermano que permanecía sentado.

-Levántate. Cual sea la noticia que haya dentro, me gustaría que la escuches al mismo tiempo que yo. 

Él asintió y se levantó sin dudar en mostrar una sonrisa alegre.

Era extraño, pero se sentía bien.

 

“SOFÍA”

- ¿Cómo estás?

-Cansado…

- ¿Por qué?

-No importa…

-A mí sí me importa.

-Solo me siento cansado, no tenemos que hacer un drama por esto.

-No es hacer drama, solo me preocupo por tí.

-Pues no lo hagas más.

-Por Dios, eres mi mejor amigo y me preocupa todo lo que te pase.

- ¡Ya te dije que estoy bien! -Me levantó la voz por primera vez desde que nos conocíamos, lo cual era extraño e inhóspitamente lo hacía tan familiar a la manera en que Hugo se desquitaba, con la única diferencia de que Alex sí se sentía mal por hacerlo-. Perdóname, no quería gritarte.

-No, no importa; fue mi culpa. No debí insistir. 

-Creo que ya me tengo que ir. -Soslayó, y simplemente lo escuché levantarse de la silla de donde estaba sentado, para después irse y dejarme con preguntas inciertas.

- ¿Qué fue eso? -La voz de Hugo se hizo presente, causándome un pequeño salto por el susto.

- ¡Ay! Hugo, me asustaste. -Llevé mi mano derecha al pecho e intenté controlar mi respiración.

-Perdón. Me encontré a tu mamá cuando iba de salida y me dijo que podía pasar… ¿Por qué Alex se fue tan enojado? 

-No lo sé… Y eso me preocupa…

-Tranquila. -Sentí su cercanía y en menos tiempo de lo que esperaba, su mano cubrió la mía y entrelazó sus dedos con los míos; su calidez y lo ligeramente áspera que resultaba su piel, me reconfortaron entre todas las dudas que tenía en mi cabeza-. Solo dale un poco de espacio.

-Dar espacio no es algo en lo que fuese muy buena. -Sonreí divertida.

- ¿Y me lo dices a mí, que te imploré por meses a que me dejaras en paz y aun así estuviste haciendo todo lo contrario?

-Fuiste muy cruel.

-Y tú muy necia.

-Ujum…

-Ambos somos culpables de esto. -Llevó mi mano hacia él y le dio un suave beso.




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