Dicen que el amor trasciende. Y esta tarde me he puesto a pensar en lo que fuimos.
No entiendo muy bien el significado de tan profunda frase, pero a veces siento que te llevaré conmigo como lo he hecho en estos últimos veintisiete meses, que el amor que algún día existió ya trascendió a otro punto en mi vida de manera interesante.
¿Cómo es posible que te nombre en pequeñas partes de mi carta de presentación a otros?
Ya no te vas, te quedas en los atardeceres que suelo admirar, ya te instalas en mi blog de fotografía de la ciudad, en la música que hago saber me gusta, en los paseos a caballo en fin de semana. Te disfruto en esa rebanada de pastel que tomamos a las seis de la mañana. En mi manera de ser, aquellos errores que se suelen aprender después.
Empiezo a creer que lo nuestro ya hace tiempo poco a poco se convirtió en una especie de agradecimiento. Sí, ese que es puro, inocente; Más allá de lo que las personas puedan mirar, más allá del contacto físico que llegamos a experimentar.
Más allá de cualquier prejuicio,
fuera de maldad.
El amor trascendió a tal punto que siento ya soy otra mejor a quien conociste. Y que mi manera de ser ahora la he moldeado así. Es por eso que me gusta creer que estamos hechos de otros, pues uno no vuelve a ser el mismo una vez que ama por primera vez a alguien diferente a él.
Pero no me malinterpretes, que no lo escribo de una manera amorosa como solía hacerlo.
Sé bien que él me espera en casa, la cena y su sopa me sientan más cómodos que esperar a que un día nuestros mundos choque otra vez.
Y... Creo sinceramente que quienes han sido rotos y sonríen, llevan en sus huecos y sus palabras una inconsciente carta de presentación en donde por mínima que pueda ser, una parte de las personas que han pasado por su vida y de alguna manera han influido, entran en sus cartas, listas para dar a conocer a los demás.