Ancla

Podría decir que jamás me la había pensado tan poco en querer a una persona, supongo que por la luz que irradias es que no quise dejarte pasar de largo como todos los demás hasta ahora.

Jamás había querido que mis ciclos se terminaran antes para coincidir con otros, parece ser que no vienes de paso

¿Que hay en tus ojos negros que me ha hecho volver a creer?

Mucho menos le había pedido a las estrellas que nuestros caminos y carreras se cruzasen tanto como ya lo estamos; después de muchos años volví a pedir esta noche de una manera diferente, que si tú eras, me dejara contemplar tu universo lentamente.

Me atrevería a decir que contigo se puede reinventar las tonalidades del amor, que antes de ti no existía en mi vida tal color. Que sí, no te miento que llegaron algunos tonos parecidos, pero ninguno como tu color, que pareciese complementar con el mío a la perfección.

(Y sabes bien que yo no soy de creer en la perfección de las personas).

¿Sabes una cosa, cariño?

Pasé mucho tiempo buscando, enredándome en amores que no me correspondían por la emoción que sentía dentro de mí en poder ver a aquél que las estrellas me tenían destinado para cuando yo estuviera preparada. Pero todo al final ha valido la pena porque ya estás aquí, finalmente nos hemos encontrado como las constelaciones lo predijeron.

Si todo es relativo, entonces podría ponerte como el primer chico en mi vida y el último en quien pienso al dormir, puesto que llegaste a compartir, no a hacerme feliz sino a complementar, llegaste a enseñarme, a admirarme y admirarte, a crecer de la mano, de verdad que es increíble el cómo coloreas mi mundo, lleno de estructuras sociales y etiquetas absurdas.

¿Porque no volar esta vez y dejar que el viento nos arrastre a ser la pieza de nuestro tablero de ajedrez y que el juego nos guíe?

Y es que si tú eres mi ancla, quizá ya no necesite que me dejes despegar del suelo del mar para saber que mi lugar es a tu lado.