Lo Que Nadie Sabe De Ti

29: Caramelos

De regreso en el auto vamos escuchando canciones suaves de fondo.

Volteo hacia él —Espero te hayas divertido hoy, por tu cumpleaños —yo también me divertí.

—Si —asiente—. Mucho, en realidad, fue un gran día.

—Bien, espero lo hayas disfrutado porque será la última cita.

Niega. —No, será la primera de muchas más  —estira su mano y toma mi brazo—. ¿Sabes qué? El próximo miércoles papá me dará el auto, eso significa que quizás, si tú quieres podemos irnos juntos a la playa, ¿te parece?

Sonrío moviendo mi rostro para que él no lo vea. Un viaje de aproximadamente dos horas y media con Anthony, en su nuevo auto, con música de fondo y de camino a la playa. Suena como el típico sueño adolescente de verano y no puedo creer que yo sea la protagonista de todo esto, claro que me gustaría.

—Um, suena bien —intento sonar relajada—. Pensé que no te gustaba manejar.

Regresa su mano al volante. — ¿Sabes algo? Por alguna razón cuando estoy contigo me siento más tranquilo, hablo en serio, esto no es una de mis bromas románticas.

—Bromas románticas —repito—. Claro que sí, Romeo.

—Oye aún es temprano, ¿Quieres hacer algo más? —le sube un poco de volumen a la canción, es otra de estilo “lo mejor del verano” y me gusta, nunca la había escuchado antes.

Habla de un amor de verano.

Hemos caminado todo el día y hemos estado bajo el sol pero por alguna razón no quiero irme a mi casa aun, quiero estar más tiempo con él. —Um, no sé qué podemos hacer ahora.

—No sé —ríe un poco—. ¿Quieres volver a conducir?

—No —me quejo—. Ahora habrán más autos y me pondré muy nerviosa, no quiero arruinar este auto antes que te den otro, puede que te lo quiten sin siquiera usarlo.

—Entonces tengo una idea —dice y da una vuelta en U, conduce en dirección contraria a donde se supone deberíamos estar regresando.

—Um, ¿A dónde vamos? —pregunto recostándome en el asiento.

—Espera y veras.

 

Él maneja por unos veinte minutos y entramos a un centro comercial, la verdad no conozco casi nada de este lugar y todo lo que he llegado a conocer es gracias a él.

Entramos al sótano de estacionamientos y Anthony busca donde colocar el auto, lo hace y me pide que bajemos.

Me acerco a él y dudo si debería tomar su mano, ahora pareciera que algo me hace falta cuando no siento su mano con la mía. Lo hago de todas formas, tomando una respiración y bajando la mirada.

Anthony me mira y sonríe, normalmente él es quien se acerca.

No importa, son cosas de amigos, creo.

— ¿A que venimos aquí? —pregunto.

Él me conduce hasta las escaleras eléctricas, subimos un nivel y luego pasamos algunas tiendas de ropa hasta llegar al fondo, en donde me parece que es una juguetería.

Lo volteo a ver sonriendo. — ¿Quieres un juguete?

Niega y entramos, la persona del frente nos saluda y nos pide que pasemos. —Me acordé de ti un día que vi esto, te gustará.

Luego me mueve hasta el área de los muñecos de felpa, ahí él suelta mi mano para tomar un pingüino de unos cincuenta centímetros, tiene mejillas rosadas y un pescado en la mano.

—Vine con Leonor aquí, lo vi y bueno, en ese entonces no conocía a una chica que le gustarán los pingüinos. —asegura—. Me alegre que no lo hayan comprado aun.

Me acerco y lo tomo. — ¿Me trajiste aquí solo para enseñarme este pingüino?

Rasca la parte trasera de su cabeza. —Um, tal vez —ahora toma un caballo de felpa—. O tal vez solo buscaba excusas para pasar más tiempo contigo.

Suelto una risa. —Bueno pues ya que estamos aquí, ¿Quieres ver juguetes? No he comprado un juguete desde que tenía como siete años, no recuerdo.

Él toma el pingüino entre sus manos. —Nos llevaremos este, será el hermano mayor de Benny.

Intento quitárselo. —No, por favor, ya me diste uno y es suficiente.

Él entrecierra los ojos. — ¿Quién dice que es para ti? Es nuestro nuevo hijo pero yo pagaré por su adopción, aunque tú tendrás la custodia hasta que nos casemos y vivamos juntos.

Me cubro el rostro. —Anthony deja de decir eso… —bajo los brazos—. Me rindo contigo, nunca pararas, ¿cierto?

—Jamás

Caminamos al área de muñecas, todo es estereotípicamente rosado. Tomo una con cabello marrón y rizado, una gran sonrisa y un vestido azul corto.

— ¿Jugabas con muñecas? —me pregunta él inclinándose por detrás de mí, casi colocando su rostro sobre mi hombro.

Devuelvo la muñeca a su lugar y respiro un poco más rápido. —Em, no, no me gustaban las muñecas.

—Me lo imaginé, supongo que te gustaban más los autos y eso, ¿no?

Me volteo y él no retira su rostro de mí, estamos muy cerca, no creo que sea el mejor lugar para estar de esta forma. Es una juguetería. Me muevo a un lado. —En realidad no me gustaba nada, mi abuelo me compraba muchos marcadores, crayones y todo eso, cuadernos y pinturas. Era lo que más me gustaba.

—Genial, eres toda una artista —sonríe.

Caminamos al área de los juguetes que recrean cosas como cocinas, lavadoras y todo eso. Al menos aquí no salen niñas únicamente, también aparecen niños cocinando. — ¿Y tú? ¿Qué juguetes te gustaban?

Sacude algo del pingüino. —Bueno, Hugo y yo jugábamos con pelotas todo el tiempo, también nos gustaban los juegos de mesa —afirma—, cuando éramos más pequeños teníamos una obsesión por los dinosaurios.

—Genial —sonrío por milésima vez en el día.

Pasamos donde están todos los autos de juguetes, no sé nada de autos y Anthony tampoco pero nos la pasamos diciendo cual nos gustaría tener.

Vamos al fondo donde muy estratégicamente bien planeado hay una sección de caramelos de todo tipo y chocolates, seguramente los niños se llevan varios al venir aquí. Me acerco porque amo los dulces y Anthony me da una mirada.

— ¿Qué? Es un día especial —digo, sin pensarlo tanto.

Él se sonroja pero se voltea, normalmente él es quien dice las cosas dulces y no yo. Me gustó tener ese efecto en él.




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