HUGO
—Los veo en la casa —les aviso a mis padres al salir de la iglesia.
Leonor toma mi muñeca y tira de ella. —Prometiste comprarme un algodón de azúcar, no huyas de tus responsabilidades de hermano mayor.
Sonrío. Leonor, sin duda, sabe como hacerme sonreír. Ella es especial, durante estos días grises es la única que me hace sentir mejor.
Me inclino un poco hacia ella. —Lo sé, lo haré después, te voy a comprar uno.
Mamá hace una mueca. —Hugo, no le compres…
Mi abuelo sacude su mano. —Tranquila, uno de vez en cuando no hace daño, tampoco la limites.
Mamá lo mira y sé que una parte de ella quisiera darle cuarenta datos del porque el azúcar es mala para los niños de la edad de mi hermana pero otra parte, recuerda que mi abuelo… bueno, ahora no es momento de discutir por tonterías.
Señalo hacia atrás. —Entonces, me voy.
Tony está al fondo, cerca de la entrada, hablando con un par de señoras. Él siempre está hablando con alguien, siempre buscando información y haciendo muchas preguntas.
Antes del verano, normalmente sus interacciones eran con personas mucho más mayores que él. Ahora, las cosas han cambiado. Para él y para mí.
— ¿Qué comerás? —pregunta papá.
Me encojo de hombros. —Cereal, fruta o lo que sea, no importa.
Mamá se cruza de brazos mientras el viento mueve un par de mechones rubios sobre su rostro. —Por favor, come algo nutritivo y toma agua.
Rasco mi cuello. —Lo haré.
Leonor me suelta y se acerca a papá para abrazarlo. —Vamos, tengo hambre.
Papá gira. —Tony, vamos.
Ni siquiera espero a despedirme de mi hermano, solo giro para caminar al estacionamiento y dirigirme al auto. Cuando vamos a la iglesia yo suelo venir con Tony y Leonor en un auto y mis padres con el abuelo en el otro pero esta vez, viajé solo con mi abuelo.
Sé que no puedo seguir huyendo de Tony, en especial porque vivimos juntos y estudiamos en la misma escuela pero, ahora no puedo verlo a los ojos.
Me cuesta mucho trabajo hacerlo.
No sé qué pensar. No sé qué hacer ahora, justo ahora que mi abuelo está enfermo y yo tengo tanto que quisiera decir, estoy condenado a mantenerme con la boca cerrada y tragarme los sentimientos.
Salgo del estacionamiento y paso por el auto de mis padres mientras ellos están, listos para ir a almorzar como si este fuera un domingo más. Como si mi abuelo no tuviera los días contados, como si él no estuviera evitando la realidad y fingiendo que no necesita más medicina o doctores.
Sé que mi abuelo probablemente solo quiere pasar esta temporada de su vida pacíficamente y quizás piensa que aun si hubiera alguna solución como tratamientos, cirugías o medicina, no le quedan muchos años pero me frustra que no lo intente.
Golpeo suavemente el volante y suelto una risa irónica.
Soy un hipócrita por criticar a mi abuelo cuando yo hago lo mismo. Yo evito afrontar la verdad, evito las conversaciones difíciles y siempre pierdo mis oportunidades.
He evitado hablar con mis padres sobre lo que descubrí de, pues, mis verdaderos padres. He evitado preguntarles porque me ocultaron eso. He evitado hablar sobre cómo me sentí esa vez que me enteré.
He evitado pedirle a mi abuelo que vaya al hospital y lo intente, por nosotros, por mí.
¿Cómo se supone que acepte esto tranquilamente sabiendo que él podría hacer algo y no lo hace?
—Ah… —suelto una exhalación al llegar al frente de la casa.
No tengo hambre, solo iré a dormir y olvidarme de todo por unas horas. Estoy tan cansado, pero no físicamente, mentalmente. Estoy tan agotado ahora mismo.
Salgo del auto, bostezando mientras cierro la puerta. Camino al frente de la casa con pasos muy lentos.
—Hugo —es Belle.
Por un segundo consideré no voltear, pasar de largo fingiendo que no la escuché y apresurarme a entrar a casa para estar solo.
Pero es demasiado tarde pues ella ya caminó hacia donde estoy. —Hugo —vuelve a llamarme.
Giro mi rostro, aunque no la miro a los ojos, veo a todo lo que hay detrás de ella. —Hola, um, si buscas a Tony no está aquí, se quedó con los demás para ir a comer.
Ella sacude su cabeza. —No, no busco a Anthony, quiero hablar contigo.
Trago saliva, manteniendo mis ojos ahora en unos arboles al fondo. — ¿Para qué?
Se cruza de brazos. —Mira, necesito que hablemos pero no aquí, ¿podemos entrar a tu casa?
No tiene nada de malo dejar que Belle entre a mi casa y yo no soy uno de esos hicos que no sabe controlarse con una chica pero algo de ello me parece mal. Quizás porque es la novia de mi hermano y porque erróneamente la besé.
— ¿Dónde está tu abuelo? —pregunto.
Suspira. —En su habitación y bueno, papá está en casa ahora, por eso no puedo quedarme aquí porque no sabes la escena que haría si me ve hablando con un chico.
Junto mis cejas. — ¿Y crees que hablar con un chico en su casa a solas es una mejor idea?
Bufa. —No eres un chico, eres Hugo —responde, como si realmente yo no significara nada para ella.
Y está bien, no se supone que yo le importe de esa forma. No ahora, es demasiado tarde.
—Belle, no creo que…
Lleva sus manos a su rostro, desesperada. —Hugo, hablo enserio, esto es importante —baja la voz—. Solo unos minutos, por favor.
Golpeteo el suelo con uno de mis pies, considerando todo lo malo y bueno que puedo sacar de esta situación. Son muchas más cosas malas.
Se escucha un sonido n su casa, como si estuvieran a punto de abrir la puerta. Belle me toma de los brazos y me mueve hacia el pórtico de mi casa, para ocultarnos detrás de una columna y plantas colgantes.
Sus ojos miran hacia el lado izquierdo, pareciera que intenta adivinar quien está saliendo. No escuchamos nada más, por lo que se relaja, pero sigue sosteniendo mis brazos con fuerza y estamos muy cerca el uno del otro.