Lo que no esperaba encontrar

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El canto de unos gallos, el sonido característico de caballos me despiertan, parpadeo un par de veces y me muevo por la cama, me acomodo de nuevo para volverme a dormir pero me es imposible, el ruido no me lo permite. Me siento en la cama y tomo mi teléfono que lo tenía cerca de los pies, reviso la hora y son las siete de la mañana, sopeso la idea de bajar en piyama, pero me recuerdo que la mayoría de la gente que está en mi hacienda son hombres y no me apetece lidiar con miradas irrespetuosas. Me levanto y tomo pantalón amplio azul con flores blancas y una blusa blanca, mi lencería blanca con brassier sin tirantes, lo dejo todo en la cama y pongo a cargar mi teléfono.

 

Mientras me aseo en el baño con el agua tan fresca pienso en todo lo que tengo que aprender ahora, jamás estuve en un rancho, cerca de vacas, caballos, gallinas etc, suspiro porque no sé lo que me depara mi estancia aquí. Cuando termino de bañarme, me seco con la toalla envolviendo mi cuerpo en ella y otra en mi cabeza, salgo y corro las cortinas.

 

Comienzo a vestirme, me maquillo un poco, pestañas quebradas con un poco de rímel, polvo facial, cejas y labial, reviso mi aspecto en el espejo del tocador, entonces me doy cuenta que me hará falta uno de cuerpo completo y muchas cosas más. Desconecto mi teléfono y lo pongo en el bolsillo de mi pantalón, me calzo unas sandalias con un poco de tacón y salgo de mi habitación.
Camino por el pasillo, las escaleras y llego a la cocina donde los empleados, todos hombres sobra decir se están levantado pues ya terminaron de desayunar, todos me observan esperando a que diga algo y claro que empezare pero poco a poco.

 

 

—Buenos días — digo educadamente como le hable a, María ayer.

 

 

 

—Buenos días — contestan pero solo uno permanece callado y es el mismo sujeto que burlonamente me llamo damita. Salen de la cocina y me quedo sola con la única mujer que al parecer se encarga de la casa.

 

 

—¿Qué va a desayunar señorita? — pregunta mientras esta de espaldas con una carne.
Entonces veo un frutero, tomo una manzana roja y con una sonrisa la miro, me quedo en la cocina recostada en la tabla, la manzana está muy rica, no está seca.

 

 

 

—¿Qué haces? — pregunto porque no se mucho de cocina. Me mira solo un segundo.

 

 

—Estoy haciendo Carne a la llanera es una comida típica de aquí, pero en vez de comer una manzana le pude servir Changua.

 

 

 

—¿Changua? — enarco una ceja.

 

 

 

—Sí, se le llama así al caldo con huevo — debe ser otra comida típica de aquí, ya voy a investigar en mi celular.

 

 

 

—Aaaa ok — digo — ¿Hace cuánto que trabajas aquí, María? — la mujer suspira y deja la carne cubierta con una bolsa y la pone en el refrigerador.

 

 

 

—Toda mi vida, cuando el patrón se casó ya tenía unos años aquí, empecé a trabajar muy joven, después se fueron y dejaron a, Luis, a cargo — conque así se llama el capataz — tu madre se fue contigo cuando tu padre falleció, fue una tragedia muy grande.

 

 

 

—¿Cómo murió? — pregunto

 

 

 

—En un accidente en la carretera, tenías tres años cuando paso — Eso si me lo contó mi mamá, pero omitiendo la existencia de este lugar.

 

 

 

—¿Tienes a alguien que te ayude con la casa? — debe ser muy cansado todo esto para ella sola — supongo que no porque solo te he visto aquí en la cocina.

 

 




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