Lo que nunca dije.

Extrañar.

Capítulo 10.

Aprendí que las cosas pasan cuando tienen que pasar. Ni tarde ni temprano. Que dar todo no significa que recibirás todo. Que los momentos son cortos y por eso hay que disfrutarlos; que el amor no se puede forzar y que puede haber amigos que son más familia que familiares que son sólo conocidos. En fin, estoy aprendiendo que la vida sólo es cuestión de vivirla con honor, valores, fe y si se puede con amor.

“Mientras más triste se tú historia, más fuerte debe ser tú sonrisa.”

“¡No sé cómo terminará mi historia…

Pero te aseguro que en sus páginas nunca vas a leer que me di por vencida!”

  

No existe una realidad, sino varias, cada una de ellas encierra una distinta conciencia del yo.

 

Su mirada disemina vileza, que la sostiene con su sonrisa cruel, estática en mi sitio digiriendo la información ¡tiene qué ser una mentira! Incrédula ante la noticia salgo de la habitación en busca de respuestas, a pasos torpes me alejo de aquella mujer tan inmoral sosteniendo contra mi pecho las hojas con mi acta de nacimiento, las estrujo contra mi consistencia inconscientemente, el corazón bombea sangre descontroladamente, lo más rápido que pude llegué hasta donde Arnold necesito….

_ ¿E-e esto es verdad? _ con la voz temblorosa y amontonada pregunto con todo el temor del mundo, lo miro en forma de súplica mientras le extiendo en el aire los papeles.

Él los observa desentendido, enarca una ceja y se acerca aún más a dichos papeles los toma lentamente, mueve sus ojos hacia los lados deprisa y los abre de hito en hito conforme más avanza en la lectura. Sacude el material hacia abajo bruscamente y busca mis ojos mirándome con ¿con dolor? No lo creo, mi barbilla tiembla y el corazón se me estruja retrocedo varios pasos la cortina de lágrimas termina nublando mi campo de visión, elevo una mano hasta el pecho tratando de sosegar el dolor en dicha área, < Nos van a matar de un ataque al corazón >

Trago saliva rasposamente, él se acerca a mí con la misma expresión plasmada en su rostro, entonces nuevamente alzo la mano, pero está vez va destinado a su pecho para detenerlo no lo quiero cerca…

_ ¿Es así? Verdad, ¡No eres mi padre! ¡¿Cierto?!  ¡Lo sabías! _ grito alarmada, suplicando por su respuesta, deseaba que fuera equivocada conforme a mi suposición. Pero… él solo me miro con culpa y se dio media vuelta, dándome su ancha espalda, aprieta sus manos formando puños arrugando la hoja en su mano, sin saber que hacer herida ante su respuesta tan poca informativa trato de tañer una de sus manos, y al hacerlo él la apartó de ipso facto, desconcertándome aún más.

_ ¡Maldita sea Meredith! Es que tú eres despreciable, ¡esto es una maldita mierda contigo! _ gritó tan aterradoramente marcando sus venas de su cuello, parece que se le van a reventar, su expresión me arrebata un escalofrío de puro mied…

_ ¡Tú sabías que ella iba ver esto si lo dejabas en su habitación! ¡¿Verdad?! ¡Maldita sea! _ le habla a Meredith, él comienza a caminar alejándose de mí, pero se detiene me mira muy enojado como si quisiera aniquilarme, trago saliva mientras cierro las manos en puños clavándome las uñas a la piel sin querer.

_ ¡Tú! lárgate de mi vista ¡AHORA! _ manoteó el aire en señal de que me fuera, asustada hago caso omiso y huyo del lugar salgo corriendo, dolida y con mucho miedo llego hasta el patio trasero y me trepo a un árbol escalo hasta la parte más alta que puedo llegar, raspándome la piel, sin importarme el ardor sigo con mi camino, en términos de segundo logro escalar lo suficientemente alto para sentirme “protegida”.

Tomo asiento en un gruesa y larga rama, soltando toda la tensión acumulada en mis músculos. Rompiendo en llanto, me sacudo ante los espasmos que me provoca el gimoteo. Lloro más que nada de puro enojo, me mintieron todo este tiempo, ¿por qué? Aprieto los dientes con tanta rabia, ante el enojo no puedo pensar con claridad, esto duele y no pude alcanzar a ver quién es mi verdadero padre ¡joder! < Decía Isma… es el abuelo > ¿qué? No jamás, no puede ser el abuelo, ¡no no no! me niego a creer eso.

  _ “¡Todos somos ángeles y demonios y a veces incluso un poco humanos!” _ susurra nuevamente él, sé que es un él ya que su voz es masculina y tremebunda, suelto un jadeo de alguna forma su tono de voz a veces me calma y en otras me enloquece, quizá debería ir con un psicólogo.

< “Yo creo, todavía creo que se puede vivir con el corazón partido en dos, destrozado, con la vida pendiente de un hilo y hasta con el alma hecha añicos. Por eso trata de no bajar los brazos, trata de levantar tus pedazos, tus desgracias, porque cuando el dolor vuelve más intenso y piensas que vas a caer nuevamente, es cuando más cerca estás de renacer.” >

Creo que sí, mi cabeza tiene razón.

¡Al final una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja, valiendo lo mismo!

La brisa helada golpea mi rostro, acariciándolo con suavidad; cierro mis ojos dejándome deleitar por la sensación tan agradable que me proporciona el ambiente.

_” ¡Arnold no es mi padre”! _ saboreo nuevamente esas impactantes palabras, un estremecedor escalofrío me arrebata un jadeo doloroso.

Me dolió… la realidad duele.

< Sí, duele, pero te enseña a no confiar demasiado, a no dar tanto cariño y a ser consciente de que siempre habrá una mentira. >

Trago mi propia saliva con tanto pesar, nunca imaginé que algo parecido podría llegar a ocurrir, aunque no quiera aceptarlo mi consciencia tiene razón, toda mi vida ha sido una maldita mentira. Tiro mi espalda hacia atrás sintiendo la dura consistencia del árbol en el que me encuentro trepada, paso mis manos por la cara en gesto de frustración removiendo los restos de las lágrimas.

Necesito ordenar este enorme lío que tengo dentro de mi cabeza ahora mismo, así como voy enterándome de la verdad me va terminar dando un colapso ya que ni tiempo de procesar la información tengo, no entiendo nada…




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