Lo Que Nunca Esperas

Capítulo 44

Abro los ojos soltando un gemido mientras el dolor en mi nuca y en todo mi cuerpo, se apodera de mí.

Abro los ojos y parpadeo un par de veces pero no puedo ver nada al instante por lo cual suelto un grito lleno de terror que queda amortiguado por la cinta en mi boca, me remuevo en mi lugar tratando de llevar mis manos a los ojos pero es en vano, están atadas.

El miedo sigue latente en mi cuerpo cuando mis ojos comienzan a acostumbrarse al dolor y a la oscuridad y puedo ver pequeños rayos de luz entrando por ranuras.

Me encuentro dentro de algún lugar oscuro, huele a gasolina y estamos en movimiento.

Todo llega a mi mente de una sola vez mientras suelto un pequeño grito ahogado.

Mis ojos no se acostumbran del todo a la oscuridad pero cuando lo hacen por completo puedo darme cuenta que me encuentro en la cajuela de algún auto que se mueve rápidamente por la carretera.

No sé cuánto tiempo llevo inconsciente, pero puedo darme cuenta que tengo las muñecas atadas detrás de la espalda, ambas piernas juntas y tengo una cinta en mi boca.

Comienzo a retorcerme tratando de desatarme pero es en vano, lo único que logro es lastimarme los músculos de los brazos y quemarme las muñecas con la fricción mientras la ansiedad de no poder moverme, del dolor y del agarrotamiento en mi cuerpo, comienza a desesperarme.

¿Qué hare? ¿Qué puedo hacer?

Las lágrimas comienzan a salir por mis ojos como cascadas mientras sollozo con fuerza y trato de alcanzar mi sujetador en vano para sacar el teléfono que escondí en él, pero ni siquiera puedo ver si aún se encuentra ahí.

Piensa Giselle, piensa.

Es un rastreador. Nos manda tu ubicación exacta a nuestros GPS, mientras no te la quites estarás bien y si alguna cosa llegara a suceder solo tienes que esperar a que nosotros aparezcamos y guardar la calma, no expongas tu vida o trates de arriesgarte de ninguna forma estúpida, solo espera por nosotros que sea donde sea que estés, te encontraremos.

Escucho decir la voz de Jack en mi mente y puedo sentir el alivio en mi pecho.

¡Las pulseras!

Comienzo a respirar con menos pesadez mientras sonrío de medio lado.

Nada pasara, ellos volverán, ellos estarán conmigo pronto, ya deben de estarme buscando, ya deben estar cerca, son agentes de elite, no tengo nada de qué preocuparme.

Todo deja de estar en movimiento y siento como mi corazón se acelera nuevamente mientras pienso en que hacer pero no tengo mucho tiempo ya que la cajuela se abre de un chirrido y puedo ver la luz cegadora entrar en mis ojos y suelto un pequeño jadeo de dolor mientras los cierro.

Un par de risas se escuchan mientras unas manos me toman por las piernas y la cintura alzándome y termino nuevamente recostada sobre alguien y abro los ojos poco a poco.

Puedo ver el rostro del hombre que me tiene en brazos y puedo ver que debe pasar de los 40 años, se ha quitado su capucha y por sus rasgos, deduzco que debe tener descendencia latina.

-Rápido- escucho decir una voz detrás de él y miro en su dirección.

Un hombre de la misma edad aproximada pero de piel oscura le ordena al hombre latino mientras señala la camioneta estacionada a un lado de la carretera.

-Ya voy- murmura molesto el latino- No entiendo porque tenemos que llevarla primero a ese lugar Gerardo- dice molesto- Simplemente nos dejaron aquí con la chica, esto me da mala espina- gruñe.

El tal Gerardo le hace una seña al hombre para que avance conmigo en brazos mientras nos acercamos a una camioneta blanca aparcada al lado del viejo y oxidado auto donde nos encontrábamos.

Miro asustada a mi alrededor, trato de averiguar dónde estamos, trato de localizar algo que me pueda dar alguna pista o siquiera esperar que alguien pase y me mire, pero este lugar está totalmente desierto e incluso parece abandonado, una carretera lejos de la principal, cuya maleza comienza a apoderarse de todo.

Entramos a la camioneta mientras yo trato de forcejear y gritar pero es en vano y en cuestión de segundos termino dentro de la camioneta en los asientos traseros.

Trato de mirar disimuladamente detrás de mi para ver si aún llevo las pulseras pero todo es inútil, ni siquiera puedo moverme con el brazo que tiene el hombre sobre mis hombros manteniéndome firme en el sillón.

Un tercer hombre, el hombre que está en el volante me mira fijamente un momento para después suspirar.

-Quítale la cinta en la boca- dice el que va manejando- Tengo que hacerle unas preguntas, pero te advierto que si gritas o haces algo que no nos guste, te volveremos a amordazar ¿Entiendes?- gruñe de nuevo y yo asiento con la cabeza aun con lágrimas en los ojos.



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En el texto hay: secuestro

Editado: 18.04.2018

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