22 de julio, 2017
Si algo aprendí con el divorcio de mis padres, es qué las cosas nunca deben forzarse; muchísimo menos en el amor.
Quién te ama, lo hace incondicionalmente, sin restricciones.
Quién te ama hace lo posible por no lastimarte, te respeta, te apoya.
Quién te ama siempre será fiel, la fidelidad no es una obligación sino un placer.
Razón por la cual, estando aún casada y sin contemplar mi divorcio, le prometí a mi ex esposo que sí en algún momento algo cambiaba en mi o mis sentimientos por él, sería valiente y se lo diría de frente, para ahorrarnos dolores innecesarios; de igual forma le pedí a él la misma consideración para conmigo.
Y así lo cumplí.
Fui valiente, determinada y me enfrenté al temor de pensar que dirían los demás de mi decisión.
No fue fácil, para nada; pero es mil veces mejor ir de frente aunque te juzguen, a ser un mentiroso de mierda y arrastrar a otros al abismo por no tomar buenas decisiones.
—Le di todo y no le importó, ni yo, ni nuestros hijos, mucho menos la familia que rompía por preferir a ese delincuente.
Lo miré sin saber muy bien que responder, al terminar de escuchar las razones por las cuales su matrimonio de ensueño se había acabado.
Dicen que la madrugada es el momento perfecto para hacer confesiones... más aún luego de haber tomado una botella completa de ron seco.
Sentados en el porche de la casa de mi madre, después de que llegamos del bar al que habíamos ido la noche ya pasada, con algo de frío y sueño; así nos sorprendió la llegada del nuevo día.
Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad y Cristóbal tenía muchas verdades que lo herían profundamente, las cuales, necesitaba aceptar para poder continuar con su vida; y yo entendía su dolor y esa sensación de fracaso luego de haberlo dado todo en algo que no funcionó.
—Ella es una perra —fue mi respuesta, dicha con torpeza a causa de mi paladar adormecido por el alcohol.
Cristóbal dió un nuevo trago a la botella ya casi vacía, luego la tendió en mi dirección, pero rechace la invitación ya que había bebido suficiente y estaba a nada de caer dormida.
—Se qué, nos conocemos hace nada, pero dime brujita —dijo con torpeza, haciendo a un lado la botella de ron y arrodillándose ante mí—. ¿Soy una mala persona? O, acaso lo parezco para merecer tanta mierda en mi vida.
A pesar de mi ebriedad y el sueño, no me resultó difícil notar como los ojos de él empezaron a cristalizarse, para luego dar paso a las lágrimas.
—Por supuesto que no te mereces lo que ella te hizo, nadie lo merece por muy malo que sea —respondi acariciándole el rostro, él soltó un llanto ahogado al esconder su rostro en mi regazo—. Llorá, llorá todo lo que necesites, eso siempre ayuda a liberar el alma.
Y así estuvimos por un par de minutos, él purificando su ser a través de las lágrimas; y yo, siendo su refugio después de tanto sufrimiento.
En ese momento, pensaba en cómo alguien tan especial y alegre podía seguir sonriente después de la canallada que le había hecho su ex esposa, abandonándolo por otro hombre de mí edad. Era admirable, como aún después de tanto dolor él aún sonreía y le encontraba sentido a la vida.
Y por primera vez en mucho tiempo, después de mi separación, pude ratificar que mí decisión había sido lo mejor que había hecho en mi vida.