Habías dicho que te alejarías, pero no pusiste mucho empeño. Al siguiente día en el colegio me buscaste cuando la última clase dio por finalizada; recuerdo haberme detenido a la salida del salón cuando te vi aguardando por mí. Durante un breve segundo pensé que ibas por Lila, pero ella había sido una de las primeras en salir.
Tengo que confesarte que una especie de molestia se arraigó en mi interior cuando emprendiste camino hacia mí. ¿Qué, acaso, no pensabas dejarme superarte de una vez por todas?
–¿Qué quieres? –Te espeté en cuanto te acercaste, a menos de un metro de mí.
–Necesito hablarte. –Habías dicho, colgándote tu mochila de un hombro.
–Ya hablamos todo lo que teníamos que hablar. –Había depositado mi mirada en la lejanía a la altura de tu hombro, porque tu expresión de cachorrito podía más conmigo que cualquier otra cosa en el mundo.
–No, yo necesito decirte algo. –Y como no te prestaba atención visual, tomaste mi cara entre tus manos, con tanta delicadeza que aún recuerdo sentirla como una caricia.
Tu mirada me desarmó y me dolió en el pecho. Irónicamente me pregunté una vez más entre tantas por qué no podíamos estar juntos.
–Dijiste que ibas a alejarte, Liam. –Me quejé con mucho, mucho pesar.
Tu semblante se contrajo haciéndote fruncir el ceño, acercaste tu frente a la mía cerrando los ojos. Y me dolió más tenerte así.
–Es que no puedo. –Susurraste, y relamiste tus labios, y yo quise besarte en ese instante–. Es muy difícil, te lo juro, no sé cómo dejar de mirarte.
Ay, recuerdo que cuando abriste tus ojos y miraste directo a los míos, me sumí en un trance momentáneo. Tus irises verdes se volvieron mi tonalidad cromática favorita, ése brillo de vitalidad que conservaban era mi suspiro alentador, y la dulzura con la que solías observarme, era sin duda, una caricia a mi corazón. Y lamento que por error nunca te lo confesé.
Ése día te pedí que lo intentaras con más ganas y te dejé ahí en medio del pasillo, después de que estuviste a punto de besarme. También tengo que confesar que mientras me alejaba, pensaba que todo eso era realmente algo estúpido; pero solo era mi corazón ganándole batalla a mi mente después de sentir que te dolía igual que a mí el hecho de una distancia entre ambos.
Y si me demostraste que te dolía.
Esperaste hasta el sábado en la bahía, en el mini festival de música electrónica, cuándo la tarde caía y el cielo estaba tintado de naranja y amarillo; cuando Saory había logrado que ingiriera varios tragos de vodka con la tonta excusa de desahogar las penas, y me sentía misteriosamente más feliz y risueña; cuando sonaba la fusión entre Coldplay y The Chainsmokers.
Recuerdo a alguien tirar de mi mano, y cuando mi vista logró descubrir que eras tú, Saory saltó a la defensiva. Aún el recuerdo de ambos discutiendo está borroso en mi memoria, mi mente procesó todo de forma muy lenta esa tarde, y la voz de Lila intercediendo por ti aún la tengo grabada.
Fuiste vestido con una camiseta negra nike sin mangas y una bermuda del mismo color. Me apartaste de la gran masa de personas que brincaban y bailaban, me encaminaste hasta la orilla de la playa sin soltarme de la mano. Yo, ciertamente, me dejé llevar; en un principio no tuve consciencia sobre por qué me estaba dejando guiar por ti o por qué siquiera había preferido dejar a mis amigas e irme contigo. Momentáneamente, solo estaba al pendiente de no caerme por la torpeza de mis pies descalzos sobre la arena de la playa.
Recuerdo la textura de la arena húmeda contra la planta de mis pies, y recuerdo cómo acunaste mi rostro con suavidad y me preguntaste si estaba ebria.
–¿Estás ebria, Carleigh? –Me miraste a los ojos, evaluándome. Yo fruncí el ceño–. Quiero saber si me recordarás mañana.
Yo alejé tu tacto de mi cara, de mal humor.
–No estoy ebria, Liam, y no sé qué hago aquí contigo y no allá con mis amigas. –Reproché.
Mi lengua estaba adormecida y se me dificultaron algunas palabras; tú sonreíste gracias a eso.
–Necesito decirte algo importante, pero ya no creo que sea el momento. –La desconfianza e indecisión que recuerdo haber visto en tu expresión me llevó al borde.
–Típico de ti; te impulsas para dar un paso y al final terminas retrocediendo dos. Dijiste que no me buscarías y aquí estás, me traes hasta acá y ahora te arrepientes. Yo no soy tú, Liam, yo sí quiero avanzar lejos de ti, así que mejor déjame en paz. ¡Dios, debí hacerle caso a Saory!
El mareo que vino seguidamente también lo puedo percibir aún; cuando quise irme y tú me detuviste.
–No, niña tonta, es que no me entiendes. –Volviste a tomar mi rostro y acercarlo al tuyo, pero quise zafarme, aunque no me lo permitiste–. Yo sí quiero avanzar, pero contigo. No voy a seguir siendo un idiota y dejarte ir. No. Y si dudo en decírtelo ahora, es porque no tendría sentido en decirlo todo para que luego mañana lo olvides.